Bogotá
El correo de la droga: la ruta de la droga que grupos criminales instalaron en colegios exclusivos de Bogotá. SEMANA revela testimonios de estudiantes
Un informe revelado por el concejal Julián Uscátegui reveló la ruta de la droga que grupos criminales han logrado instalar en algunos de los colegios más exclusivos de Bogotá. SEMANA conoció testimonios de estudiantes.


LSD, Tusi, Popper, ácidos, coca, marihuana, pastillas, éxtasis, bazuco y hasta anestésicos de uso veterinario, como la quetiapina, hacen parte del extenso catálogo de drogas que están consumiendo los jóvenes del norte de Bogotá.

Este flagelo no es uno que esté quedando retratado en las estadísticas oficiales, pero sí es uno que hace mucho se incrustó en los sectores más exclusivos de la capital del país, donde operan en la sombra organizaciones como el Tren de Aragua, Los Paisas, Los Peña y Los Costeños, acechando a los más jóvenes casi que en las puertas de los colegios.
Una reciente investigación elaborada por el concejal del Centro Democrático Julián Uscategui abrió la puerta sobre la dimensión de lo que está pasando en Bogotá. Según los datos recopilados de los sistemas de la Secretaría de Salud, en la ciudad hay 1.462 niños, niñas y adolescentes diagnosticados con consumo abusivo de sustancias psicoactivas. La mayoría de ellos están entre los 12 y los 17 años.

Aunque las cifras reportadas muestran que son los jóvenes de las localidades más pobres y vulnerables los que más consumen, las mismas autoridades advierten que el registro de casos que no son reportados “por cuenta del estigma, la pena o la posición social” son “incalculables” y que encuestas paralelas que se han realizado en los colegios del norte de la ciudad indican que el consumo de sustancias diferentes a la marihuana se anida con más fuerza en jóvenes de estratos 4, 5 y 6.
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La ruta del consumo
SEMANA conoció testimonios de estudiantes y exestudiantes de cinco de los colegios más prestigiosos de la ciudad que revelaron la forma en la que lograron acceder a las sustancias. Esas mismas declaraciones dejaron al descubierto la ruta secreta que usan los grupos criminales para posicionar el negocio del narco en una porción de la sociedad donde está prohibido hablar en voz alta del abuso de drogas.
Un estudiante de una institución ubicada sobre los cerros de la ciudad contó que consiguió las sustancias mediante un “dealer” que conoció en el barrio. Que el hombre viajaba todos los días desde Soacha a distribuir las drogas en Rosales y que, al principio, le hacía “regalos” para que compartiera con sus amigos. Dijo que la forma para poder camuflarla dentro del colegio era metiéndola dentro de la comida.

Pero hay un elemento que es aún más inquietante: las plataformas de citas. Según este joven, tanto él como sus amigos crean perfiles falsos en aplicaciones como Tinder, Bumble o Grindr para pactar los encuentros con sus distribuidores de “confianza”. En las apps los códigos estaban cantados. Solo había que buscar al hombre que, en su nombre de perfil o en la descripción de la cuenta, tuviera el emoji de un dulce; ese es el dealer.
La zona casi rural de Bogotá ubicada sobre la calle 200 y donde hay colegios de alto nivel también ha estado en la mira de los dueños del microtráfico. Esta revista también recolectó testimonios de estudiantes de ese sector. “En mi caso conocí a varias personas que vendían en fiestas o a través de amigos que también consumían. A esas personas uno les pide por WhatsApp y les llevan la droga a donde uno les diga”, contó uno de los jóvenes de un prestigioso colegio.

Ese mismo estudiante aseguró que, incluso, hermanos mayores de sus compañeros eran los encargados de llevar las sustancias. “La mayoría de veces la pedíamos antes de ir a consumir y lo hacíamos por fuera del colegio. Si tocaba entrarla, la escondíamos en la maleta porque no revisaban en el colegio. Lo difícil era tenerla en la casa porque muchos papás sí estaban pendientes (...) Llegué a probar popper, pastillas, LSD y tusi en fiestas de electrónica. Siempre fueron amigos que me dieron a probar. Ya luego yo la compraba”.
En uno de los colegios donde estudian hijos de poderosos funcionarios del orden nacional también se hallaron casos. “Las organizaciones criminales logran instrumentalizar a los jóvenes vulnerables, porque en el estrato 6 también hay gente vulnerable. En mi caso, los distribuidores pactaban un lugar cercano al colegio o a las casas y allá llegaban (...) el precio era de 20.000 pesos por una bolsita de marihuana”.
Ese mismo joven aseguró que la primera vez que probó las drogas lo hizo dentro del colegio porque un amigo de grado 11 le ofreció. “Las vendían dentro del colegio y las traían de afuera. Se que vendían marihuana y éxtasis”, contó.

Un investigador de la Sijin, que pidió protección de la identidad, aseguró que los criminales no llegan directamente a los colegios, pero que se ha logrado identificar que estos mismos grupos captan a sus víctimas jóvenes y las conducen a fiestas clandestinas donde los “engolosinan” con las drogas y los envuelven hasta que los convierten en “dealers pasivos”, porque después de atrapados en los tentáculos de las drogas, son ellos los mismos que se encargan de entrar los insumos a las instituciones y convencer a sus propios amigos.
“Estos grupos se sitúan en exclusivos lugares porque ya tienen sus zonas de injerencia en cada una de las localidades de Bogotá. Así mismo, estas drogas sintéticas, por su alto valor, que muchas veces supera los 50.000 pesos por dosis, son vendidas donde los pueden pagar por eso (...) De las organizaciones más relevantes que tienen control de la venta en colegios, se tiene al Tren de Aragua, Los Paisas y Los Peña”, anotó el investigador.
Desde el Concejo de Bogotá aseguraron que ya cursan derechos de petición en la Secretaría de Seguridad para buscar respuestas por las zonas de la ciudad en las que más se están comercializando las sustancias.

También hay que recordar que en la capital del país se tiene un inventario de aproximadamente 53 nuevas combinaciones de estupefacientes que están circulando desde hace tres años entre los jóvenes. Además de esto, la ciudad todavía no cuenta con el protocolo de consumos de sustancias psicoactivas que quedó en manos de las administraciones locales, en este caso Secretaría de Seguridad, en cabeza de César Restrepo, y Salud, liderada por Gerson Bermont, luego de que el presidente Petro despenalizó el porte de la dosis mínima.
Por ahora, el general Giovani Cristancho, comandante de la policía Metropolitana de Bogotá, ha reiterado en diferentes oportunidades que la lucha en la ciudad es contra las rentas criminales y las cabecillas de las organizaciones delictivas, que son los dinamizadores de la distribución de la droga en todas las zonas de la ciudad.
Investigaciones preliminares, como las de la Defensoría del Pueblo, también comprueban que la droga que llega a Bogotá pertenecería al Clan del Golfo y que las bandas que operan en la capital son solo intermediarios dentro del negocio.