REPORTAJE

Salud Hernández-Mora se internó en el campamento Gentil Duarte: así entrenan las Farc a sus novatos

Salud Hernández-Mora se internó en las selvas del Catatumbo, en el campo de entrenamiento Gentil Duarte. Esto fue lo que vio.

Redacción Semana
14 de diciembre de 2024
NAC-REPORTAJE SALUD H
Muchos jóvenes adolescentes se entrenan en las filas de las Farc. | Foto: Salud Hernández-Mora

Aún no despunta el sol y el campamento es un enjambre de guerrilleros camino de la escuela. Aunque los árboles impiden que la luna menguante ilumine el vasto recinto, la mayoría llega sin linternas, habituados a recorrer trayectos largos de noche, amparados en la oscuridad.

Son las 4:30 de la mañana cuando unos 50 jóvenes, adolescentes en su mayoría, están sentados en las bancas, vestidos de camuflado, todos en silencio.

Se trata de una jornada especial, puesto que no es habitual que acudan de madrugada al salón de tablones de madera y techumbre de plástico donde les imparten doctrina cada tarde, de 6:00 a 7:30 p. m. Cambiaron la agenda del día, que siempre comienza a las 4:00 en el campamento general del bloque Gentil Duarte, enclavado en el corazón del Catatumbo, para escuchar al jefe del frente 33 de las Farc-EP.

“Camaradas, buenos días”, saluda el comandante Andrey. A sus 29 años y sin haber pasado nunca por un centro escolar, lidera uno de los frentes más tradicionales de las disidencias de alias Calarcá. Controla la citada región del Norte de Santander, conformada por 11 municipios, dominio que comparte con el ELN.

   “La disciplina es la columna vertebral del ejército”, dice el instructor.
“La disciplina es la columna vertebral del ejército”, dice el instructor. | Foto: Salud Hernández-Mora

“Primero que todo, hay que dejar las cosas claras”, les dice. “Cada uno de los que estamos acá hemos llegado de manera voluntaria y así nos hemos ido adaptando a los documentos de la organización, al reglamento, al programa agrario, a la cartilla militar”. Continúa hablándoles de manera sencilla, en tono sereno, intentando inculcarles el orgullo de pertenecer a las Farc-EP y darles razones para seguir en su lucha.

“En muchos de los escenarios hemos sido tildados de terroristas, de narcotraficantes, de bandoleros, con la intención de desvirtuar lo que ustedes y nosotros hemos hecho en esta región”, señala y todos siguen sus palabras con suma atención. “Mientras estemos en la Tierra, marquemos la diferencia, que nuestros pasos sean imborrables. Unos, desde la lucha armada, otros, desde los procesos sociales, organizativos”.

En cuanto termina, todos se dirigen, por el largo sendero de madera alzada, al amplio entablado donde instalaron la cocina para recoger la arepa y los huevos del desayuno.

Hace unos meses y en menos de una semana hicieron el campamento para entrenar a los recién incorporados de los distintos frentes, en un paraje selvático, de árboles altos y vegetación tupida, pegado a un caño y con una explanada donde realizan los ejercicios y juegan al fútbol.

En cuanto tengan que abandonarlo, dejarán todo atrás, no volverán a ocuparlo por temor a que sus enemigos de la Nueva Marquetalia y de Iván Mordisco planten minas o el Ejército instale cámaras secretas.

  Entrenan cuatro meses y los evalúan si sirven para guerrilleros. Buena parte de los novatos son menores de edad.
Entrenan cuatro meses y los evalúan si sirven para guerrilleros. Buena parte de los novatos son menores de edad. | Foto: Salud Hernández-Mora

“Un mes o dos meses después de ingresar a las Farc los enviamos a la escuela básica, que es este lugar, y aquí hacemos el filtro. Los entrenan como guerrilleros y después de cuatro meses salen siendo guerrilleros o no sirven para la organización”, explica el comandante Andrey. “Este campamento tiene capacidad hasta para 200 unidades”.

Hablo con un novato de ojos grandes, sonrisa tímida y cara de niño. Entró a las Farc a los 11 años, haciendo mandados en su vereda para ganar puntos. Tiempo después lo alistaron y asiste al curso con la esperanza de convertirse en todo un guerrillero de fusil al hombro, como su papá y dos de sus primos. De pocas palabras, prefiere esquivar las preguntas incómodas, igual que el resto de sus compañeros adolescentes. Pero cuando quiero saber si piensa en una vida diferente más adelante, responde con voz firme, como si hubiese madurado en un instante: “Seguiré en la guerrilla hasta la muerte”.

La frase la repite un risueño de 16 años, orgulloso de portar un fusil de verdad, nada de los de madera que cargan casi todos los demás principiantes. Desde muy niño quiso incorporarse al grupo armado que mandaba en su natal Catatumbo, le gustaban las armas y enseguida aprendió a manejarlas. Se le dan bien, me dice, de ahí que recibiera una antes que los demás. Está ansioso por probarla en un combate, no tiene miedo, y confía en que pronto lo logrará.

A su lado, un mono alto, espigado, de su misma edad, admite que decidió entrar a las Farc, con su hermano, cansado de los malos tratos del padrastro. Y otro menor de edad cuenta que procede de un hogar muy pobre. “Si había para comer, no había para un cuaderno”, explica. Un buen día, hastiado de penurias, decidió unirse a la guerrilla, que era la única autoridad en su pueblo. Otros dos deslizan que raspaban matas de coca de niños y, pese a su corta edad, gastaban lo ganado en cerveza y prostitutas.

Las pocas adolescentes con las que puedo hablar justifican su incorporación por la imposibilidad de estudiar dada la pobreza de sus familias. “Aquí hemos aprendido enfermería y seguimos aprendiendo”, cuentan entusiasmadas dos jovencitas.

ASÍ SE ENTRENAN LAS FARC

Con independencia de la responsabilidad que les asignen, todos deben realizar los ejercicios militares. El instructor es un subversivo que supera la treintena, de complexión atlética y don de mando. “La disciplina es la columna vertebral del ejército”, afirma.

 “Tenemos un reglamento y es como la Biblia para los cristianos. Es lo que nos rige a nosotros”, explica la mano derecha del comandante.
“Tenemos un reglamento y es como la Biblia para los cristianos. Es lo que nos rige a nosotros”, explica la mano derecha del comandante. | Foto: Salud Hernández-Mora

“Hacemos lo que llamamos ‘el orden cerrado’ para disciplinar al guerrillero que tiene que cumplir órdenes desde los pies a la cabeza. Porque le dicen a uno: que gire a la izquierda, a la derecha, que vista al frente; que para allá, que para acá. Tiene el cuerpo adaptado a eso, para que cualquier cosa que le digan a uno tiene que hacerlo inmediatamente, al instante”.

Reúne a un grupo de noveles y les ordena desfilar sin avanzar, con los fusiles de madera al hombro, piernas firmes, “vista al frente”, “media vuelta”. Luego saltan, corren y cuando menos lo esperan les manda tirarse a la arena embarrada por la lluvia mañanera. Deben arrastrarse silenciosos, como si fuesen a asaltar al enemigo, y desplazarse sigilosos, agachados, apuntando con el fusil que ellos mismos labraron.

Una chica de 14 años no puede seguir el ritmo y se marea. “Anoche hice guardia, casi no dormí, y no desayuné porque no me da hambre temprano”, me dice. Le pregunto si le hace falta su mamá, tal vez esa vida no sea para ella. Mientras dos guerrilleras se ofrecen a buscarle algo de comer, contesta que solo haría una visita rápida y retornaría al campamento. “Al principio el entrenamiento es duro, pero uno se va acostumbrando y te gusta”, asegura una de sus samaritanas. Es evidente que todas miden sus palabras.

“Las Farc eran muy reconocidas en el pueblo donde yo vivía y me vine con ellas a los 15 años. Ya tengo cuatro años acá”, rememora otra joven de amplia sonrisa. “Aquí, en la organización, cada día se aprende algo diferente, cada día se adquieren más conocimientos por esta justa lucha que llevamos, más disciplina y le agarra más amor a la guerrilla”. A sus 19 años, con su boina ladeada y el uniforme impecable, parece toda una veterana al lado de tanto imberbe. “La gente que de pronto dice ‘¿por qué se van a la guerrilla?, ¿por qué no se quedan en la casa?’ es porque no tienen conocimiento de por qué es que estamos luchando”, agrega.

Andrey Avendaño aseguró que el retraso de la región no se debe únicamente a su presencia en la zona, sino también a otros factores.
Andrey Avendaño aseguró que el retraso de la región no se debe únicamente a su presencia en la zona, sino también a otros factores. | Foto: Salud Hernández-Mora

“Soy huérfano de padre y madre. Ingresé cuando tenía 14 años porque no se me dio la oportunidad digna de estudiar y aquí se da la oportunidad de ser alguien, de buscar tu propio camino, de ser más educado”, añade uno de los guerrilleros que el comandante Andrey me permite fotografiar de frente. Menciona el taller de costura, la panadería, la enfermería que opera hernias, las clases de sistemas…

En cuanto a los embarazos, existen normas que deben honrar las parejas. “Si quiere tener un bebé, usted lo plantea y ahí miramos las posibilidades. Se mira cuánto tiene usted con su pareja, cómo ha sido su comportamiento, la responsabilidad, porque tenerlo es una responsabilidad. Si le dicen no, por qué razón no se puede, cómo están las circunstancias. O sí, porque son una pareja responsable”, explica una de las manos derechas del comandante.

“Si hubo un error con el método de cuidado, no es culpa de la persona y decide si lo quiere tener o no. Hubo casos que los han tenido y se busca la manera que, de donde estén, cumplan su función. Pero que de pronto sepamos que fue por voluntad y lo hicieron sin permiso. Los camaradas dan la posibilidad de pedir el permiso, ¿por qué lo van a hacer sin permiso?”, inquiere.

“Tenemos un reglamento y el reglamento es como la Biblia. Es lo que nos rige a nosotros, nuestra disciplina. Cuando uno hace algo sin permiso, es insubordinación. Los camaradas deciden cómo van a pagar el error que cometieron para que corrijan ese problema”.

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