PERFIL
Lina Moreno: la gloria y el dolor
En medio de la tormenta política que atraviesa su familia, Lina Moreno deja al lado su habitual discreción y se convierte en la escudera de la causa de Uribe. A su lado ha vivido la gloria, la lealtad, la traición y ahora quizás lo peor de todo: la casa por cárcel.
Para Lina Moreno de Uribe lo que está sucediendo podría llamarse crónica de una detención anunciada. El día en que abandonó la Casa de Nariño, en 2010, le dijo a una amiga: “Hoy salimos de este Palacio, pero conociendo la política colombiana a Álvaro le van a cobrar muy caro lo que hizo por este país en estos ocho años”. No se equivocó.
La premonición contenida en esa frase encaja con uno de los rasgos más característicos de la ex primera dama: su actitud frente al poder. Por lo general las esposas de los presidentes lo manejan bien. A ella simplemente el poder no le interesa. Lina Moreno de Uribe es una persona excepcionalmente sencilla. A pesar de venir de una prominente familia antioqueña, no le gusta el mundo de la alta sociedad, le aburren los cocteles y huye de las cámaras. Aunque la moda y el maquillaje no son lo suyo, definitivamente tiene un estilo propio cuya autenticidad y sencillez la han convertido en un ícono de las nuevas generaciones.
Lina tiene dos grandes pasiones en su vida: la filosofía y la jardinería. A la primera se aficionó desde joven, cuando se matriculó en esa carrera en la Universidad Pontificia Bolivariana. Allá conoció a un líder estudiantil precoz de la Universidad de Antioquia que recitaba de memoria los discursos de los grandes estadistas colombianos. Se llamaba Álvaro Uribe Vélez y apenas superaba los 20 años. Era un estudiante de Derecho tan descomplicado como ella, pero con una seguridad en sí mismo y un carisma que llamaba la atención. En el fondo eran dos tímidos enamorados con sueños diferentes. El de ella, una casita en Rionegro donde pudiera formar una familia, leer a los filósofos y cultivar orquídeas. El de él, entrar a la política, convertirse en jefe regional y después llegar a la Casa de Nariño.
Su matrimonio ha confirmado que los opuestos no solo se atraen, sino que se complementan. Cuando él era gobernador de Antioquia, en medio de un ambiente de amenazas, ella encontraba un resquicio de libertad cuando iba sola a comprar algo en el supermercado. Mientras él buscaba que todo el país lo conociera, ella evitaba toda figuración y se volcaba a su familia. Ya presidente, Uribe decía en broma que Lina era tan independiente en sus opiniones que parecía de la oposición. Esa diferencia entre los dos hizo de la vida de Lina una montaña rusa. Ha vivido la gloria, la lealtad, la traición, el oportunismo y ahora quizás lo peor de todo: la casa por cárcel de su esposo.
En todo este recorrido ha conservado su personalidad introvertida, intelectual y prudente. Nunca sucumbe al pensamiento en manada. Es frentera, tanto en sus relaciones personales como en lo que habla. Es generosa y solidaria con quienes quiere, pero al que no le cae bien se lo deja saber. Dice lo que piensa, aunque sea políticamente incorrecto. Cuando Uribe gobernaba, se expresó públicamente a favor de la despenalización del aborto y, ya cuando estaba a punto de salir de la Casa de Nariño, dijo que no había estado de acuerdo con la reelección.
Quizás no ha habido un momento en su vida en el que esos atributos hayan sido tan evidentes como en la carta que publicó el domingo pasado. En esta se veía, por una parte, una leona que defendía a su marido y a su familia, y por otra, a una filósofa que ha leído las obras de Sándor Márai, Thomas Mann y Rodolfo Ramón de Roux. Esa combinación de literatura con defensa política no estuvo exenta de controversia.
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En ese documento le formuló críticas graves a las altas cortes. Aseguró que necesitó un par de días para reflexionar, pues ella y su familia necesitaban “atravesar el dolor para encontrar en él la prudencia y el pudor que tal vez, solo tal vez, sirvan para renovar un lenguaje desgastado por el rencor y los fanatismos políticos”. También afirmó que en Colombia, desde hace décadas, se está construyendo una narrativa del odio que convirtió a su marido en el culpable de atrocidades políticas y sociales. Por otra parte, habló de la fragilidad humana y las contradicciones jurídicas de los magistrados, que para ella se traduce también en la fragilidad de la ley. “Dicho con claridad –escribió–, los jueces han permitido que sea el entorno y los intereses políticos los que dicten sentencia”.
Esa frase contenía un mensaje muy fuerte. Con lenguaje elegante dijo que la Corte no había actuado en derecho, sino que cedió ante las presiones de los enemigos de su marido. Para hacer una analogía de la situación que su familia enfrenta ahora acudió a la famosa obra de Thomas Mann La montaña mágica, que uno de sus apartes reza: “De esta fiesta universal de la muerte, del terrible fuego febril que enciende el cielo vespertino y lluvioso a nuestro alrededor, ¿surgirá algún día el amor? Las circunstancias y las condiciones de nuestro país son otras, pero la pregunta es absolutamente necesaria”.
Lo que expresó de manera sútil y literaria Lina, lo resumió en un trino en forma sintética y descarnada el expresidente: “Fui detenido por confrontar testimonios en mi contra comprados por las Farc, su nueva generación y sus aliados. Sin pruebas, solo inferencias”. Su abogado Jaime Granados desarrolló ese breve mensaje en un memorando de dos páginas en el cual notificó que Uribe no iba a acudir a ningún recurso para impugnar la decisión de casa por cárcel, pues considera que no tienen garantías frente a la Corte Suprema.
En medio de esa tormenta política y personal surgió un hecho inesperado. Al día siguiente del anuncio de la medida de aseguramiento tomada por la Corte, llegó una ambulancia a la finca de El Ubérrimo, donde se encuentra el expresidente. Eso dio pie a múltiples especulaciones, ninguna de las cuales dio con la verdadera razón: Álvaro Uribe tenía coronavirus. A pesar de que tuvo un leve dolor de garganta, el expresidente se considera asintomático. Ese no fue el caso de sus hijos. Los dos se contagiaron pocos días antes que su padre y aunque ninguno fue hospitalizado presentaron síntomas claros, acompañados del susto correspondiente. Eso ha hecho que una familia que siempre ha sido muy unida, en uno de los momentos más trascendentales de su vida haya tenido que estar separada.
Esta es, sin duda, una de las mayores pruebas que ha enfrentado Lina en cuatro décadas de matrimonio. El expresidente siempre ha dicho que ella ha sido su apoyo, pero desde el año pasado, cuando comenzó el proceso, ha expresado que lo que más le preocupa es ella. “Hay que cuidarla. Ella sufre mucho por todo esto. ¿Qué hubiera hecho yo sin ella, que me ha acompañado 41 años?”.