HOMENAJE

Mario Vargas Llosa: el expresidente Iván Duque le rinde un homenaje en SEMANA. “Siempre me sorprendió su conocimiento de Colombia”

Más allá del escritor, quedará la lucha de Mario Vargas Llosa contra las dictaduras, su defensa de la economía de mercado y su sentido de actuar para cerrar las brechas sociales. Por Iván Duque Márquez

Iván Duque Márquez
17 de abril de 2025, 4:51 a. m.
NAC- MARIO VARGAS LLOSA
El expresidente Iván Duque le rinde un homenaje a Mario vargas Llosa, ante su partida de este campo terrenal. | Foto: SEMANA

La despedida de Mario Vargas Llosa de nuestro mundo terrenal deja muchas tristezas, ausencias, orfandades afectivas, lamentos y nostalgias difíciles de explicar. No se trataba solo del último gran exponente del boom latinoamericano, sino del más completo de los escritores e intelectuales de nuestra región, cuyos méritos, premios y reconocimientos son la valoración justiciera de quien ha sabido esculpir el lenguaje a través de su proceso creativo. Asumió la tarea incuestionable de ser el más importante de los pensadores políticos liberales de los últimos tiempos en una Latinoamérica amargamente capturada por caudillismos, fanatismos y polarizadores profesionales.

Vargas Llosa fue un creador nato y un voraz lector que, con su cultura enciclopédica, logró traer los vientos de la literatura universal a las realidades de países que viven en la tumultuosa cotidianidad de lo incierto; donde las heridas sociales se sanan con una mezcla de humor cínico y anestesia, que, a su vez, detona la limpieza constante de nuestra memoria colectiva para no almacenar tantos traumas y triunfos agónicos.

El Premio Nobel le llegó cuando lo había dejado de anhelar y sin que fuera necesario para inmortalizar su obra. Lo celebró con alegría, pero con algo de desprendimiento, porque esa distinción fue para el mundo como algo tan obvio que le permitió a la academia sueca reivindicarse ante el trascurso de los años sin exaltar al más prolífico y polifacético de los escritores de habla hispana de nuestra historia reciente. Vargas Llosa estuvo presente en casi todos los géneros de la escritura y en cada uno de ellos dejó una huella indeleble con su estilo, que, al igual que su personalidad, era capaz de hacer sentir su superioridad con una implacable sencillez para cautivar a lectores y a interlocutores.

El expresidente Iván Duque lamentó el fallecimiento del escritor Mario Vargas Llosa. “Tuve el honor de gozar de su amistad y de compartir momentos inolvidables escuchando su cultura enciclopédica”, dijo. Vargas Llosa fue candidato presidencial en 1990.
El expresidente Iván Duque lamentó el fallecimiento del escritor Mario Vargas Llosa. “Tuve el honor de gozar de su amistad y de compartir momentos inolvidables escuchando su cultura enciclopédica”, dijo. Vargas Llosa fue candidato presidencial en 1990. | Foto: ARCHIVO PARTICULAR

De todos sus triunfos, el que más saboreo fue su elección como miembro de la Academia Francesa en el año 2021, convirtiéndose en el primer escritor de habla hispana en llegar a lo más selecto y exclusivo de la intelectualidad del país galo, demostrando una vez más que su dimensión en las letras era verdaderamente universal. Sus conferencias, entrevistas y discursos eran piezas elaboradas con precisión meticulosa, en las que cada párrafo irradiaba profundidad, sin perder algo de picardía y de provocación. Y, por supuesto, la capacidad periodística lo condujo a escribir por lo menos un millar de columnas, que al releerlas denotan la casi imposible tarea de hacerlas inmutables en el tiempo e imperecederas por escapar de la desventura de los periódicos de ayer.

Sus novelas muestran una evolución constante de estilo, de narrativa, de creación y de sensibilidad social. En 1960, con la publicación de La ciudad y los perros, entró en un plano de construcción moderna denunciando la formación castrense y motivando la rebeldía juvenil. Luego, con La casa verde (1966) se adentró en la ruralidad peruana y tomó como escenario una casa de lenocinio disputada por puritanos y pecadores, y donde sobresalen personajes como don Anselmo y el sargento Lituma, que permaneció en varias de las creaciones de Vargas Llosa. Conversación en La Catedral (1969) le permitió plasmar su dimensión política en la novela. En los diálogos que tienen lugar en el bar La Catedral, personajes como Zavalita, el zambo Ambrosio y Cayo Bermúdez toman la escena para abordar los conflictos políticos y sociales del Perú derivados de la dictadura de Odría.

En los setenta su obra siguió creciendo con novelas como Pantaleón y las visitadoras (1973) y La tía Julia y el escribidor (1977). Y en los ochenta se hicieron célebres La guerra del fin del mundo –una de las mejores novelas de la literatura latinoamericana–, Historia de Mayta (1984), ¿Quién mató a Palomino Molero? (1986), El hablador (1987) y Elogio de la madrastra (1988). En el principio de esas décadas sucedió la transformación ideológica de Vargas Llosa. De ser un definido intelectual de izquierda en los sesenta y setenta, empezó una ruptura honesta y contundente con la Unión Soviética y la dictadura de Fidel Castro, asumiendo con la misma disciplina y convicción la defensa de la libertad, la economía de mercado y las bases sólidas del liberalismo clásico.

| Foto: AFP

Este proceso no fue fácil; por el contrario, traumático. Vargas Llosa pasó de ser un consentido de los políticos y de los intelectuales de izquierda en el mundo entero a ser atacado de manera inclemente por los aparatos de propaganda cubana y soviética. Además, asumió controversias con otros escritores del boom que tozudamente mantuvieron posiciones ambiguas o complacientes con las atrocidades de los regímenes opresores, que en nombre de la “revolución” hicieron de la represión un modelo de poder.

Los embates contra él los asumió como un reto más, y por cuenta de la dolorosa realidad peruana decidió asumir una identidad política que lo llevó a aspirar a la presidencia en 1990. Para ese momento, el intelectual convertido en político expuso su visión liberal influenciada por pensadores como Karl Popper o Isaiah Berlin, que reafirmaron el prurito de la libertad como el verdadero y sostenible motor del progreso. Su idealización de la política, su honestidad intelectual y su transparencia para hacer propuestas impopulares pero necesarias, sumadas a los ataques ponzoñosos de sus detractores atemorizados por su firmeza inmutable en contra de las componendas, llevaron a que perdiera las elecciones con Alberto Fujimori, debido a las alianzas que se conformaron para evitar la llegada del escritor a la primera magistratura del Perú.

La derrota la asumió con la dignidad y grandeza que lo caracterizó, y como testimonio de aquella experiencia única en su vida con la dimensión electoral de la política dejó una de las mejores memorias que se han escrito en Latinoamérica: El pez en el agua. En esta obra monumental combina la historia de su vida con la campaña presidencial y deja sin rodeos las vivencias que llevaron a su derrota. Pero fue gracias a este evento que la literatura retuvo al maestro aunque el Perú se haya privado de un verdadero estadista motivado por el servicio y el acierto, antes que el apetito pantagruélico de poder.

Resucitó de la derrota solo para escribir y para asumir la tarea de ser ideólogo del liberalismo clásico en todo el continente americano, con el apoyo de su hijo Álvaro y posteriormente de Gerardo Bongiovanni en la Fundación Internacional para la Libertad. Nunca más Latinoamérica tendrá a un autor con la efervescencia del peruano, que publicó Lituma en los Andes (1993), Los cuadernos de don Rigoberto (1997), La fiesta del Chivo (2010), en la que lapida a los dictadores latinoamericanos a través de la figura de Rafael Leonidas Trujillo, El paraíso en la otra esquina (2003) y Travesuras de la niña mala (2006), en la que se sale del Perú y su entorno para llevar su lenguaje y personajes a otros destinos.

En su novela Le dedico mi silencio, el premio nobel Mario Vargas Llosa ilustró la portada con un cuadro del maestro Botero denominado Los músicos.
En su novela Le dedico mi silencio, el premio nobel Mario Vargas Llosa ilustró la portada con un cuadro del maestro Botero denominado Los músicos. | Foto: LIBRO

Fue entonces cuando recibió el Premio Nobel de Literatura. En 2010, a los 74 años de edad, fue descifrado por la Academia Sueca en el acta del premio como un “cartógrafo del poder”. En el discurso titulado Elogio de la lectura y la ficción, el papá de Zavalita y de Lituma expuso cómo la lectura marcó su vida para siempre y cómo de ese proceso mágico de unirse con otros autores embaldosó su camino de escribir, con una disciplina diaria comparable a la de Leoncio Prado.

En algo más de una década publicó lo que a cualquier escritor formidable le cuesta una vida: El sueño del celta (2010), El héroe discreto (2013), Cinco esquinas (2016), Tiempos recios (2019) y Le dedico mi silencio (2023). En los ratos libres, Dios sabrá cuáles, escribía diálogos y ensayos, y su columna ‘Piedra de toque’ en El País de España. Pero en 2018 dejó su inigualable testamento La llamada de la tribu, que expone de manera acuciosa, a través de pensadores y filósofos modernos y contemporáneos, el objetivo existencial de defender la libertad.

En persona

Fue justamente en 2018, luego de engullirme La llamada de la tribu, cuando tuve el honor de conocer a Mario Vargas Llosa y de conversar con él. Galopaba la campaña presidencial y yo me encontraba contra reloj antes de la primera vuelta, cuando me invitaron a conocer al maestro en el Hotel Casa Medina.

Para mí fue verdaderamente emocionante, porque en mi juventud había leído sus primeras obras, y junto con mi padre esperábamos cada nuevo libro suyo para leerlo y comentarlo con tertulias deliciosamente eternas. Conocí felizmente a Vargas Llosa y empezó una relación de amistad que partió con su generosidad de hacer público su respaldo a mi candidatura, para luego convertirse en una especie de sabio de la tribu a quien consulté en momentos previos a la elección, durante el gobierno y después de la presidencia.

Nunca olvidaré cuando tuve el honor de otorgarle la Cruz de Boyacá y exalté su contribución a la cultura, pero también destacando su amor y respaldo permanente a Colombia. En esa ocasión, el maestro se conmovió, relató su primera visita a Bogotá y una jocosa anécdota en el Hotel Tequendama, mientras con una carga de profundidad y sentimiento expresaba la importancia de Colombia en el contexto regional. Recuerdo también su apoyo al Estatuto de Protección Temporal para los migrantes venezolanos y su voz de respaldo en momentos difíciles del Gobierno, con llamadas que agradeceré siempre en mi memoria.

Iván Duque dice que Vargas Llosa tenía muchas facetas, pero que siempre lo sorprendió su conocimiento de Colombia y sus anécdotas con amigos tan cercanos como Plinio Apuleyo Mendoza. | Foto: ARCHIVO PARTICULAR

Cuando yo dejé la Casa de Nariño, él me honró prologando el libro Duque: su presidencia. Ya sin los afanes de gobernar de por medio, compartimos momentos inolvidables de tertulia política en Madrid, en Buenos Aires y en Miami, donde nos vimos por última vez junto con los expresidentes Sebastián Piñera, Tuto Quiroga, Jamil Mahuad y Vicente Fox. En esa ocasión anunciamos con su hijo Álvaro y Gerardo Bongiovanni que un grupo de expresidentes y de líderes regionales publicaríamos un libro sobre nuestras vivencias con él, y se emocionó tanto que, a pesar de luchar contra las dificultades de salud, se puso de pie y se dirigió al público en una de sus últimas intervenciones.

Los aplausos del público y los ojos estremecidos de tantos hombres y mujeres de Estado dejaron claro que todos teníamos con él una admiración superior y que lo veíamos como el sabio de la tribu.

Colombianólogo

El maestro tenía muchas facetas, pero siempre me sorprendió su conocimiento de Colombia y sus anécdotas con amigos tan cercanos como Plinio Apuleyo Mendoza. En una de nuestras conversaciones me atreví a preguntarle por un libro que tenía una relación directa con otra catedral de la literatura: Gabriel García Márquez. Se trataba de Historia de un deicidio (1971), el texto de la tesis doctoral de Vargas Llosa en la Universidad Complutense de Madrid y que de lejos constituye lo mejor que se ha escrito sobre Cien años de soledad. Pensé que mi pregunta podría resultar incómoda porque, luego de hacerse añicos la amistad entre Vargas Llosa y García Márquez, no se publicaron más ediciones de aquel libro, que se había vuelto maldito, pero que yo había conseguido luego de un proceso “arqueológico” hasta que apareció en la Librería El Virrey de Lima.

Al preguntarle por ese libro, Vargas Llosa expuso a profundidad su admiración literaria por García Márquez, mencionó con humor y sátira su distanciamiento sin precisar detalles, pero, ante mi inquietud sobre si habría una nueva edición, me miró y se sonrió con gesto travieso. Meses más tarde, ante la reedición de Alfaguara en 2021, recibí una llamada del maestro con la frase: “Iván, los colombianos pueden disfrutar de mi tesis sobre Gabo”. En ese momento entendí que Vargas Llosa era un hombre sin dolores, resentimientos, rencores o ánimo de competencia. Que la visión suya de García Márquez era su interpretación de una obra, de un país y de una idiosincrasia que todo colombiano merece leer y disfrutar.

Con la misma fruición y admiración, Vargas Llosa fue amigo del maestro Fernando Botero, quien lo retrató con su máquina de escribir y delante de su biblioteca, justo en la jornada misteriosa de un creador. Y en la última novela, Le dedico mi silencio, Vargas Llosa ilustró la portada con un cuadro del maestro Botero denominado Los músicos, que exalta la bohemia que palpita en la obra de los genios.

Con escritores colombianos mantuvo siempre cercanía y promovió a varios autores de generaciones más recientes para ser reconocidos en todo el mundo, probando una de sus mayores virtudes: la generosidad.

Mario Vargas LLosa. | Foto: guillermo torres-semana

Adiós, maestro

Mario Vargas Llosa murió a los 89 años luego de una vida disfrutada a plenitud. La literatura fue su propósito y leyó en varios idiomas todo lo que un mortal puede leer. En su columna ‘Réquiem por las bibliotecas’ queda claro que gozó de todas las bibliotecas públicas que visitó y que experimentó una inquietud intelectual que nunca fue apaciguada por su erudición.

Lo cierto es que, más allá del escritor, pervivirá el llamado a la tribu para defender la libertad con congruencia y coherencia. Para enfrentar los caudillismos, los mesianismos, la adicción al poder y promover la libertad y la democracia como el mejor sistema de generación de prosperidad. En nuestra memoria quedará su lucha contra las dictaduras de cualquier tipo, su defensa de la economía de mercado y su sentido de actuar para cerrar las brechas sociales brindando oportunidades.

La tribu a la que le hizo su último llamado político es la que debe vencer los extremos, la que no se puede dejar seducir ni del odio de clases ni del fanatismo autoritario que pretende imponer la anulación del centro como un equilibrio político. Sus invocaciones a las ideas políticas son para vencer la desnutrición ideológica de muchos partidos y movimientos aniquilados por la minucia de la arquitectura electoral, y su invitación a que el humanismo sea nuestra brújula moral debe perdurar.

Con su partida terrenal, seguirá siempre una obra magistral para gozar y entender. Su voluntad de ser honrado por la familia con discreción expresa que su motivación no fueron los honores, sino la labor de escribir. Por eso dijo alguna vez: “Me gustaría que la muerte me hallara escribiendo, como un accidente”.La muerte lo halló en paz, rodeado de amor y convertido en aquel sabio de la tribu que se consolidó como el más grande de los intelectuales de Latinoamérica.