Obituario

Manuel Elkin Patarroyo: la vida del tolimense que revolucionó la ciencia colombiana y que despertó aplausos y controversias

A sus 78 años murió Manuel Elkin Patarroyo, uno de los científicos más reconocidos del país, quien siempre estuvo envuelto en polémicas y, pese a las críticas de algunos de sus pares, no abandonó el sueño de obtener una vacuna eficaz para la malaria.

Redacción Semana
11 de enero de 2025
 En 1987 anunció en la prestigiosa revista científica Nature la creación de la primera vacuna sintética contra la malaria y desde ese momento fue consciente de que su vida giraría en torno al debate.
En 1987 anunció en la prestigiosa revista científica Nature la creación de la primera vacuna sintética contra la malaria y desde ese momento fue consciente de que su vida giraría en torno al debate. | Foto: juan carlos sierra-semana

Pasaron pocos minutos luego del anuncio de la lamentable muerte del científico Manuel Elkin Patarroyo para que en las redes surgiera una discusión en torno a su vida y obra. Unos expresaron su tristeza por la desaparición del “científico más importante de Colombia”, a sus 78 años, y otros lo recordaron como un simple “charlatán”. Estos amores y odios que se hicieron visibles con su fallecimiento por un paro cardiorrespiratorio siempre fueron la constante de su vida y se podría decir que hay tantos defensores de Patarroyo como detractores.

Unos lo exaltan por haber creado la primera vacuna sintética contra la malaria y por no buscar lucro personal al donarla a la Organización Mundial de la Salud. Otros lo condenan por experimentar durante más de 30 años con monos y por no haber logrado una vacuna realmente efectiva. Unos y otros tienen en sus manos centenares de argumentos para defender sus posiciones, sin que ninguno llegue a ser concluyente sobre lo que ha significado Patarroyo en la historia del desarrollo científico en Colombia.

En un país donde el periodismo científico es incipiente y la ciencia se ve como una cantera para titulares sensacionalistas sin explicar con claridad y a fondo los descubrimientos científicos, las investigaciones o biografías sobre los hombres o mujeres de ciencia son contadas con los dedos de las manos. Se podría decir que Patarroyo ha sido el científico con mayor proyección pública. Fue protagonista de centenares de perfiles, concedió igual número de entrevistas y cada tanto su nombre apareció en titulares de prensa por una que otra polémica declaración.

La periodista Flor Romero elaboró la única biografía extensa sobre él, y Jairo Aníbal Niño, el escritor de literatura infantil, un cuento sobre la lucha del científico contra la malaria. Sin embargo, pese a este universo mediático, todavía falta una biografía que examine el papel de Patarroyo en la ciencia y la historia del país que vaya más allá de las acusaciones de charlatanería o de los encomios.

Con razón, su pupilo Jorge E. Gómez-Marín escribió en 2022 para la revista de la Asociación Colombiana de Infectología: “Considero necesario que para la historia de la ciencia en Colombia y el análisis de las contribuciones que han hecho sus científicos se haga un análisis ponderado de lo que ha significado el trabajo del profesor Manuel Elkin Patarroyo”.

 A los cuestionamientos sobre la eficacia de su vacuna se sumaron las críticas por la experimentación que realizó con monos aotus que viven en la Amazonía.
A los cuestionamientos sobre la eficacia de su vacuna se sumaron las críticas por la experimentación que realizó con monos aotus que viven en la Amazonía. | Foto: león darío peláez-semana

Polémico por naturaleza

Hasta el final de sus días, Patarroyo vivió en medio de polémicas. No rehuía de ellas, al contrario, le gustaba buscarlas, era una de sus facetas de hombre público. Desde que anunció en 1987, en la revista científica Nature, la creación de la primera vacuna sintética contra la malaria, fue consciente de que su vida científica giraría en torno al debate. En 1992, en una entrevista con Bernardo Hoyos, dijo: “La vacuna ha sido controvertida, soy consciente de eso y no me molesta”.

Constantemente, Patarroyo decía que no le temía al debate público, porque siempre sus afirmaciones científicas, gustaran o no, estaban sustentadas en los centenares de artículos de investigación publicados en revistas internacionales de ciencia y medicina, y en los reconocimientos otorgados por sus pares, que eran numerosos: Premio a la Excelencia en la Investigación Latinoamericana (1990), concedido por la Academia Nobel de Suecia, Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica (1994), Premio Robert-Koch (1994), más de una decena de doctorados honoris causa, entre otros reconocimientos civiles y políticos en Colombia y el mundo.

Sus investigaciones en torno a la lucha contra la malaria estuvieron atadas al debate. Su anuncio de una vacuna contra esta enfermedad causó una gran esperanza, por fin el mundo derrotaría a un parásito con el que había luchado por siglos. La ilusión aumentó a inicios de la década de los noventa cuando las pruebas en humanos en Tailandia y Colombia arrojaron una efectividad de entre el 38 y 78 por ciento.

Sin embargo, las investigaciones de Patarroyo y su equipo quedaron en entredicho con los resultados de inmunizaciones hechas en África. Allí la vacuna mostró una eficacia de entre el 2 y 28 por ciento. Frente a las acusaciones de timador o de irregularidades en los manejos de la investigación, Patarroyo apeló al método científico. Siempre dijo que el avance de la ciencia se basaba en aciertos y desaciertos, y que sus futuras investigaciones comprobarían la efectividad de las vacunas sintéticas no solo contra la malaria, sino contra otras enfermedades.

 Se graduó en medicina y cirugía de la Universidad Nacional. Luego se especializó en virología e inmunología en Estados Unidos. Regresó al país y creó la Fundación Instituto de Inmunología de Colombia.
Se graduó en medicina y cirugía de la Universidad Nacional. Luego se especializó en virología e inmunología en Estados Unidos. Regresó al país y creó la Fundación Instituto de Inmunología de Colombia. | Foto: león darío peláez-semana

A los cuestionamientos por la eficacia de la vacuna se sumaron las críticas por la experimentación con monos aotus que viven en la Amazonía. Desde la década de 2000, artículos periodísticos denunciaron esta situación y varios colectivos de animalistas pidieron a la Justicia prohibirle a Patarroyo esta práctica, hecho que sucedió en 2013 con una sentencia del Consejo de Estado. Pero, dos años después, un fallo de ese mismo tribunal le devolvió el permiso. Así, Patarroyo continuó con sus investigaciones y, por supuesto, protagonizando polémicas.

La última en la que participó estuvo relacionada con el covid-19. En su momento minimizó los efectos del virus, hecho que causó la indignación de colegas. Poco tiempo después, las insinuaciones de que era un charlatán volvieron a surgir por su anuncio de haber empezado a desarrollar la primera vacuna colombiana en contra del coronavirus, cuyos resultados primarios habían sido publicados en la revista científica Frontiers. El año pasado, las acusaciones de maltrato animal y tráfico de fauna tomaron un nuevo vuelo con la demanda que la senadora Andrea Padilla instauró en contra de él.

Andrea Padilla Villarraga
La senadora Andrea Padilla fue quien instauró la demanda contra el científico. | Foto: Natalia Betancourt / Semana

De Ataco para el mundo

La vida familiar de Manuel Elkin Patarroyo tiene su atractivo, en especial porque, como siempre lo recalcaba, fue un hombre nacido en un pueblo perdido en la geografía del país y desconocido para la mayoría de los colombianos (Ataco, Tolima) que conquistó las grandes ligas científicas del mundo. Patarroyo fue el primogénito de 11 hijos. Su madre y su padre, Ana Julia Murillo y el sargento Manuel Patarroyo Leyva, eran miembros distinguidos del pequeño pueblo tolimense a orillas del río Saldaña que se dedicaban al comercio, la compraventa de oro, la ganadería y la caficultura.

Ella, antes de casarse con el sargento, estudió en la Normal Superior de Ibagué, pero abandonó la institución para seguir el sueño de volverse aviadora. El cierre de la academia, ubicada en Flandes, por falta de alumnos la aterrizó a la realidad y no tuvo más remedio que regresar a su natal Ataco. El sargento había sido héroe de la guerra del Perú (1932) y era jefe de policía del municipio, cargo al que renunció por pedido de su suegro para poderse casar con Julia.

La violencia bipartidista obligó a la familia Patarroyo a desplazarse a Girardot. Allí Manuel padre se encargó de administrar el Hotel Continental y Julia abrió el almacén Popular, negocio que la convirtió en una de las comerciantes más reconocidas de la ciudad y con el que pudo sacar adelante a la familia.

El adolescente Manuel llegó a la fría Bogotá a terminar su bachillerato en el colegio José Max León y en 1971 se graduó de doctor en Medicina y Cirugía en la Universidad Nacional de Colombia. Luego viajó a Estados Unidos, donde se especializó en virología en la Universidad de Yale y en inmunología en la Universidad Rockefeller, de Nueva York. Patarroyo se destacó por su capacidad investigativa e inteligencia y no le faltaron las ofertas para quedarse en el extranjero.

Manuel Elkin Patarroyo
Manuel Elkin Patarroyo fue un científico con muchas polémicas por cuenta de sus investigaciones. | Foto: León Darío Peláez

Sin embargo, decidió regresar a Colombia y en 1984 fundó el Instituto de Inmunología de la Universidad Nacional (Fundación Instituto de Inmunología de Colombia). Con un pequeño equipo de jóvenes investigadores se dedicó a trabajar en lo que sería su obsesión durante el resto de la vida: crear la vacuna sintética contra la malaria.

El éxito de Patarroyo siempre estuvo ligado a los medios de comunicación. En 1987 reveló en la revista Nature las primeras pruebas satisfactorias de la SPf66, su vacuna contra la malaria. El carácter de este avance científico llamó la atención de la prensa internacional. No solo probaba que se podían fabricar vacunas sintéticas contra un parásito, sino que comenzaba el fin de una enfermedad de más de 50.000 años. Así pues, el científico apareció en las páginas de The New York Times, The Daily News, entre otros periódicos internacionales.

Su fama mundial estalló en 1992 cuando el programa Horizon, de la BBC, dedicado a contar historias de científicos, emitió en horario estelar un documental sobre la vacuna de la malaria. A diario recibía cartas de seguidores de todo el mundo y en Colombia se volvió el consentido de los medios. Su prestigio lo acercó al poder y distintos Gobiernos consultaron con él acciones para que el país avanzara en educación, ciencia y tecnología.

Manuel Elkin Patarroyo
El 1987 Patarroyo saltó a la fama por cuenta de sus investigaciones. | Foto: Guillermo Torres

Su legado: persistencia e investigación

Con su muerte, muchos se preguntarán: si la vacuna sintética contra la malaria nunca logró la eficacia esperada, ¿cuál es su legado? También cabría preguntarse si en realidad la vacuna desarrollada por Patarroyo fue un fracaso.

Al respecto, el profesor Jorge E. Gómez-Marín argumenta: “Aunque no logró tener una eficacia suficiente para ser usada como herramienta de salud pública, fue un acto audaz para probar una vacuna en una enfermedad que ha sido elusiva hasta el presente para grandes grupos, compañías farmacéuticas y programas de investigación inmensos. Hoy quienes trabajan en malaria reconocen que los ensayos con los candidatos de la Fundación Instituto de Inmunología de Colombia (Fidic) permitieron establecer y definir los protocolos y los desenlaces primarios y secundarios necesarios para evaluar en ensayos clínicos en humanos cualquier candidato vacunal para esta infección. Esto quiere decir que cualquier vacuna que logre la ciencia en el futuro se habrá basado en el trabajo pionero realizado en Colombia por la Fidic”.

Tras la vacuna también existe una historia de persistencia, que algunos llaman testaruda. Su Fundación Instituto de Inmunología de Colombia vivió varias crisis, los edificios fueron embargados y en varias ocasiones estuvo a punto de cerrar sus puertas.

Manuel Elkin Patarroyo
Manuel Elkin Patarroyo. | Foto: Guillermo Torres

Pero Patarroyo y su equipo sortearon todo tipo de obstáculos y evitaron ese triste final, que hubiera sido una tragedia para el campo científico colombiano. Y precisamente allí, en la Fundación, se encuentra su otro legado: se incentivó la investigación de alto impacto y formó a un grupo de científicos que hoy lideran distintas instituciones y programas investigativos en el país y en el mundo.

Lucy Gabriela Delgado, decana de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional de Colombia y pupila de Patarroyo, asegura que él y la Fidic “pusieron a soñar al país y a sus jóvenes científicos con que podíamos producir conocimiento científico a la altura de los centros de investigación más importantes del mundo. Él siempre creyó y nos inculcó que el país podía producir ciencia y con ella solucionar nuestros problemas. Nos puso a soñar con un país distinto al que vivíamos, inmerso en la guerra y el narcotráfico”.

Por supuesto, habrá miembros de la comunidad científica e intelectuales que cuestionarán su legado, sus investigaciones, su experimentación con monos y hasta la manera como invirtió recursos públicos, pero lo cierto es que Manuel Elkin Patarroyo marcó una época, no solo en la ciencia del país, sino en la cultura colombiana por su personalidad mediática. El hecho de que su muerte, en medio de encomios y acusaciones, no haya pasado desapercibida es una muestra de ello.