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Nuevas vidas en los parques de La Estancia y El Tunal

Los parques de Bogotá no solo sirven para entretener y recrear a los ciudadanos, sino que muchas veces transforman las vidas de las personas. Estas dos historias lo demuestran.

29 de septiembre de 2018
Los titanes de La Estancia.

Del Bronx a El Tunal

Jeisson Piñeros probó la droga por primera vez en octavo grado. Era uno de los mejores estudiantes del colegio y soñaba con ser futbolista. Hasta ese momento lo máximo que había hecho al salir con sus amigos era tomar trago, pero comenzaron a presionarlo con que tenía que demostrar su hombría.

Tomó la peor decisión de su vida: poco a poco perdió los estribos y empezó a ir al Bronx, la zona de Bogotá donde hasta hace un par de años funcionaba la mayor ‘olla’ de drogas. Gastaba la plata que le daban sus papás en comprarla y cuando le hacía falta vendía su ropa. Así pasó cuatro años.

Por el estrés, su mamá enfermó gravemente. También perdió dos amigos: uno se volvió habitante de calle y al otro lo mataron. Su mejor amiga, quien le aconsejaba siempre que cambiara su vida, murió por una bacteria en el estómago. Además, le diagnosticaron esclerosis múltiple, una enfermedad en la que los huesos se van deteriorando. Todo eso lo hizo despertar. Cuando levantaron el Bronx decidió que iba a dejar la droga.

Lo salvó el deporte. Se inscribió en la escuela de fútbol Club Bogotá Gladiadores, que entrena en el Parque El Tunal, en una de las canchas arregladas por el IDRD y la Alcaldía de Bogotá. Allí aceptan muchachos becados y el entrenador decidió darle una oportunidad. Hoy se levanta para ir al gimnasio y luego va a entrenar. Su sueño lo mantiene sobrio y libre de drogas. Quiere ser como Dani Alves o como Cristiano Ronaldo, pero también le interesa aprender idiomas y viajar por el mundo. Y seguramente lo logrará, pues ya demostró que nada le queda grande.

Los titanes de La Estancia

Fransuá García perdió su pierna derecha por un balazo que le dieron los paramilitares. Sucedió hace 14 años, cuando ese grupo armado dominaba la zona de los cerros en el barrio La Estancia, en el sur de Bogotá. A pesar de su situación, nunca se echó a la pena: fabrica joyas y artesanías que vende en las estaciones de TransMilenio, y nunca ha dejado de actuar como lo haría una persona con sus dos piernas: baila salsa y hace deporte.

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Hace unos cinco años, cuando estaba en el equipo de voleibol sentado –un deporte paralímpico– conoció al entrenador Hugo Mario Guiral, un hombre apasionado por ayudar a personas con discapacidad a superar sus propios miedos. Esa experiencia lo marcó.

Hace un año comenzó a reunirse con unos amigos en su misma condición para jugar al fútbol con muletas. Al comienzo era un pasatiempo, pero cuando se dio cuenta de la cantidad de personas interesadas, contactó al profesor y le pidió que los entrenara. Hoy tienen un equipo llamado Titanes y se reúnen los jueves y los sábados para entrenar en una cancha sintética del barrio La Estancia, que la alcaldía y el IDRD remodelaron hace varios meses, y que tiene las condiciones para que ellos jueguen con sus bastones y sin peligro. El profesor, que trabaja por medio de su propia fundación, dice que se trata de mantenerlos bien física y mentalmente, pero también de promocionar el deporte, que aún no forma parte oficial de los paralímpicos.