Atlas del Nazismo
Heriberto Schwartau, el barranquillero espía de los nazis
Nacido en 1917, de padres alemanes, le fue asignada la misión de informar sobre los barcos que zarpaban de Buenaventura y la producción de materiales estratégicos para los aliados en la guerra. Esta fue la red de espionaje que los alemanes tejieron en Colombia.
Un joven barranquillero despertó espontáneamente al nazismo cuando cursaba la secundaria en Alemania y terminó siendo el principal espía nazi en Colombia. Heriberto Schwartau Eskildsen nació en Barranquilla en 1917, de padres alemanes que lo enviaron a estudiar a Alemania en 1928. Diez años más tarde ayudaba a su padre en la finca cafetera que cultivaba en el norte del Valle del Cauca. El padre, sin embargo, no era nazista. Las discrepancias entre padre e hijo llevaron al joven a romper con su familia. Vendió todo lo que tenía y convirtió el producido en 6.500 dólares. En enero de 1941 viajó a Alemania vía Japón y la URSS, la ruta más segura en ese momento. Portaba un pasaporte colombiano y un pasaporte alemán expedido por el cónsul del Reich en Manizales. En Tokio obtuvo una visa soviética. Posiblemente viajó en el ferrocarril trans-siberiano y finalmente llegó a Hamburgo donde vivía Mary, su madre.
Cuando el ejército le ordenó enrolarse, alegó que era ciudadano colombiano, pero sus razones no fueron escuchadas. Una vez bajo filas, informó que hablaba alemán, inglés y español. Fue entonces trasladado a Berlín donde le ofrecieron un estipendio mensual a favor de su madre si aceptaba convertirse en espía. Tenía 24 años. Se inscribió en un curso de espionaje para aprender el código Morse, el uso de claves secretas y el empleo de la tinta invisible.
En septiembre de 1941, Mary Eskildsen escribía a su marido Juan Schwartau en Colombia: “Herbert (Heriberto) partió de Hamburgo y debo pedirte que no seas agresivo con él en tus cartas, ahora que el muchacho está haciendo todo lo que puede por la Patria.”
En diciembre de ese año, Heriberto Schwartau estaba en Madrid, donde la embajada alemana le entregó 6.000 dólares. Hasta bien entrada la guerra, la única aerolínea que volaba entre Europa y América Latina era Linee Aeree Transcontinentali Italiane (Lati). Schwartau abordó un vuelo de Lati en Sevilla, España antes de navidad y desembarcó en Recife, Brasil. Una transmisión clandestina informó a Alemania que “Enrique” había llegado. Ese fue desde entonces el alias de Schwartau. Viajó a Río de Janeiro donde su primera misión en enero de 1942 fue mezclarse con los delegados a la conferencia de cancilleres americanos reunidos para expresar solidaridad a los Estados Unidos por el ataque japonés a Pearl Harbor.
Tendencias
En Río, la embajada colombiana le expidió un nuevo pasaporte. Enrique no quería usar el anterior, que contenía pruebas de su paso por Tokio. De Río pasó a Buenos Aires para gestionar la representación de firmas comerciales en otros países del continente. Sería su coartada. Desde Buenos Aires se comunicó con otros espías nazis en América Latina. Lo hizo utilizando la tinta invisible. Para ello se disolvía alcohol en una tableta analgésica llamada pyramidon.
En febrero Enrique viajó a Santiago en un vuelo de Panagra, Pan American Grace, una aerolínea norteamericana. En Chile se reunió con Ludwig von Bohlen, agregado aéreo de la embajada alemana y con el gerente de una compañía naviera alemana en Valparaíso. Cóndor se llamaba el núcleo de espías alemanes en Chile. Tenían un transmisor de radio para enviar a Alemania la información que recogían en los países andinos.
Luego, Enrique viajó por barco a Guayaquil e ingresó a Colombia por Ipiales en abril de 1942. Cali era su ciudad de destino. El espionaje alemán le asignó allí la misión de informar sobre los barcos que zarpaban de Buenaventura y sobre producción de materiales estratégicos utilizados por los aliados en la guerra. Para los U-Boot, los submarinos alemanes que iniciaron sus ataques en el Caribe en el primer semestre de 1942, el zarpe de buques era esencial para localizar los blancos que atacarían. Enrique transmitía sus informes vía tinta invisible a Chile.
Unos meses después Enrique viajó a Caracas. Estando en Venezuela se enamoró de una viuda cubana, Nicolasa Abreu y Jiménez de Pruna, que tenía un niño de diez años. Con ella se casó en San Antonio del Táchira. El agregado militar de la embajada americana en Bogotá llamaba a la esposa de Enrique, que era vendedora de cosméticos, “mujer superficial de escasa virtud”, atractiva y muy inteligente.
Cuando Enrique volvió a Colombia se dio traza para hacerle saber a la policía que Heriberto Schwartau había muerto en el frente ruso cuando Hitler invadió la Unión Soviética. Pero la policía colombiana le seguía los pasos cuando se radicó en Barranquilla. Como Enrique tenía orden de sus superiores de no dejarse ver con otros alemanes para no despertar sospechas, él y Nicolasa entraban a un cine y luego de iniciada la proyección él abandonaba solo la sala por una puerta lateral para reunirse con alemanes, colombianos e italianos.
La policía encontró en Calamar, la finca cafetera de Juan Schwartau en Ulloa, Valle componentes de aparatos de radio para fabricar transmisores y receptores. Esos transmisores de poco le sirvieron a Enrique. La embajada americana había enviado a la Cancillería colombiana la lista de pasaportes y visados que mostraban el periplo de Enrique por Japón, la URSS, Alemania, España, Brasil, Argentina, Chile, Ecuador, Venezuela y nuevamente Colombia, así como las transmisiones clandestinas interceptadas.
La policía detuvo a Enrique y a Nicolasa en Puerto Wilches, Santander en noviembre de 1942. Viajaban por el río Magdalena hacia el interior. Los llevaron a Bogotá, donde Nicolasa fue liberada. Para no ser expulsado del país como espía alemán, Enrique alegó que era colombiano. El director general de la Policía, José María Barrios Trujillo, lo expulsó del país en abril de 1943. Schwartau había nacido en el país pero no estaba domiciliado en Colombia, sostuvo la Policía, sino en Caracas, había viajado con pasaporte alemán, pertenecía al ejército alemán, no estudió en planteles colombianos, su propio padre lo definió como “fanático partidario del régimen alemán”, y al nacer fue inscrito en el consulado alemán en Barranquilla.
El abogado de Schwartau fue el manizalita Gilberto Alzate Avendaño, impetuoso político conservador que por su testa y sus ademanes se parecía a Benito Mussolini. Un juez de Bogotá concluyó que “Por aptitud intrínseca el señor Schwartau no puede ser sino alemán nazista.”
El Consejo de Estado consideró legal la expulsión pero un magistrado no estuvo de acuerdo:
“Me parece que al Director de la Policía y al Consejo les ha impresionado demasiado la sugerencia de que el señor Schawartau obtuvo su cédula de ciudadanía para poder desempeñar mejor el espionaje a que parece se dedicaba, pero la cédula la obtuvo mucho tiempo antes de estallar la guerra europea. Sería un vidente el señor Schawartau al hacer este raciocinio. Dentro de más de un año va a estallar una guerra; en ella intervendrán tales naciones europeas; los Estados Unidos tomarán parte en ella; Colombia adherirá a la causa de los aliados y Alemania me encomendará a mí el servicio de espionaje”.
Un día al detenido, que estaba en el Panóptico, lo purgaron, lo desnudaron, lo bañaron con manguera y le pusieron un overol, antes de enviarlo a Panamá en un avión, donde fue entregado a las autoridades americanas. En Estados Unidos lo interrogó el FBI, que se enteró así de los nombres de otros agentes alemanes en Suramérica. Estuvo detenido en un campo para extranjeros en Crystal City, Texas. Allá llegó su esposa Nicolasa Abreu.
El rastro de Schwartau reapareció en Medellín en los años cincuenta como representante de aparatos telefónicos y eléctricos de Siemens y luego como importador de maquinaria, hasta cuando en 1980 su empresa entró en concordato.