OBITUARIO
Fallece Pedro Gómez, el padre de Unicentro: así levantó el primer centro comercial sin tener la plata y cuando todos pensaban que era una locura
La primera cuota del centro comercial costó cinco millones de pesos, y construirlo fue toda una odisea. El empresario se lo contó así a SEMANA.
Pedro Gómez Barrero era un soñador. Abogado de la Universidad del Rosario, dejó el derecho para dedicarse a su gran pasión: la construcción. De todas las cosas que hizo en la vida, Unicentro es la más conocida. El empresario fue el primero que trajo a Colombia la idea de los centros comerciales, y gracias a esta construcción el comercio cambió para siempre.
Comenzó cuando la calle 127 era un lugar lleno de praderas al que todavía no había llegado nadie. Fue un amigo, el entonces poderoso banquero Jaime Michelsen, el que le prestó el dinero, a pesar de que él no tenía como respaldo sino su firma. En principio, la idea de ese mega centro comercial parecía una locura, sobre todo financiera, pero a Gómez nada lo detuvo.
El día de la inauguración, para comenzar a vender el proyecto, asistió el presidente Alfonso López Michelsen y cantó la artista conocida por su nombre artístico Claudia de Colombia. El empresario, quien falleció este viernes 17 de febrero, le contó esta historia y todas las luchas de su vida para una entrevista cuando cumplió 90 años. SEMANA la reproduce a propósito de su fallecimiento.
SEMANA: ¿Doctor Pedro, qué siente usted al llegar a la venerable edad de 90 años?
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Pedro Gómez: Tengo sentimientos encontrados. Durante estos 90 años, en la inmensa mayoría de los asuntos en que me ocupé logré resultados muy valiosos. No tanto para mí, sino para el país. Llegar a 90 años es emocionante, porque me celebran mis hijos, mis nietos, mi esposa, a quienes más amo en la vida.
SEMANA: En su celebración, usted habló de una carta que le envió su hermano cuando usted era estudiante y fue elegido colegial del Rosario. ¿Qué decía?
P.G: Hablé de ese momento, porque esas palabras marcaron toda mi vida. Yo había entrado a estudiar al Rosario apoyado por él, porque no tenía plata. Y él, que vivía en Estados Unidos, me mandó una carta con un único consejo: “Haz amigos”. Y yo creo que todo en mi vida se lo debo a mis amigos.
SEMANA: Díganos los tres acontecimientos más importantes de su vida…
P.G: Diría que son más cuatro que tres. Mi trabajo por Armero después de la tragedia, mis intentos de mejorar la relación de Colombia con Venezuela, la creación de la Fundación Compartir y con las múltiples construcciones que llegué a hacer, incluyendo Unicentro. Espero haberles dado a los colombianos lo que siempre fue el lema de mi empresa: “Un mejor modo de vivir”.
Unicentro es la representación de un sueño: crear una ciudad dentro de la ciudad.
SEMANA: Cuéntenos una anécdota sobre cada uno de esos frentes. Comencemos por Venezuela.
P.G: Sobre ese tema tengo un cuento increíble. Colombia nunca estuvo más cerca de una guerra con Venezuela que cuando, en 1987, nuestra corbeta Caldas entra en aguas que los dos países consideran propias. El presidente Jaime Ramón Lusinchi estaba dispuesto a recurrir a la fuerza si la corbeta no se retiraba. Yo, que en ese momento estaba de embajador, tenía muy buenas relaciones con el canciller Consalvi y pensé que tocaba hacer cualquier esfuerzo para evitar un enfrentamiento armado. Pero lo llamaba y él se me escondía. Finalmente, marqué al teléfono de su casa y contestó la empleada del servicio, que resultó ser colombiana. Al ver que yo era su embajador se emocionó tanto que cuando le pedí que me pasara a su jefe, espontáneamente me dijo: “Aquí lo tengo al lado”. En ese punto, el canciller no se pudo escapar y le tocó pasar. Le dije: “Mira, tú sabes que ni en Colombia, ni en Venezuela, queremos una guerra”. Procedí a ofrecerle una solución. Colombia estaría dispuesta a retirar la corbeta, siempre y cuando los barcos venezolanos también se retiraran de esa zona. Me dijo que lo tenía que consultar con el presidente. Lo hizo y se desactivó ese asunto.
SEMANA: Cuéntenos algo de Armero.
P.G: Solo les digo que durante ocho meses trabajé 18 horas diarias, incluidos domingos y festivos, sin pensar en nada diferente. No entiendo ahora cómo mi organismo aguantó. Pero creo que ante una tragedia de esa dimensión se lograron resultados para aliviar el dolor de los damnificados. Como dato curioso, les cuento que se me presentaron 28.000 damnificados, lo cual era un número superior al total de habitantes que tenía el pueblo, según el censo, y que supuestamente casi todos habían muerto.
SEMANA: Usted hizo grandes aportes urbanísticos, no solo para Bogotá, sino para muchas otras ciudades del país. Pero lo que más recuerda la gente es la creación de Unicentro. ¿Cómo fue ese proceso?
P.G: Unicentro fue el lugar en que quise hacer realidad un sueño que he tenido toda la vida: crear una ciudad dentro de la ciudad. Antes de eso, en Colombia no existían centros comerciales, solo almacenes. Yo ofrecía conceptos de multicentro y no era fácil en ese momento creer en eso. Yo quería lograr un espacio en el que se pudiera vivir, trabajar, estudiar, hacer compras, con solo ir a pie o en patines. No todo se logró en esa apuesta, por falta de espacio. Pero definitivamente sí fue una obra que me cambió a mí, a mi empresa y al país.
SEMANA: ¿Qué tan difícil fue sacar el proyecto adelante?
P.G: Muy difícil. Principalmente, porque teníamos la idea, pero no la plata. Después de mucho análisis conseguimos un terreno de 24 hectáreas al lado del Country Club, que era de Gloria González de Esguerra, una de las herederas de Pepe Sierra. Incluso el pago de la primera cuota era impensable: 5 millones de pesos, que en ese momento eran una fortuna.
SEMANA: ¿Y cómo los consiguió?
P.G: En la universidad yo era compañero de pupitre de Jaime Michelsen, que en los años setenta se había convertido en el presidente del grupo financiero más importante del país. Cuando ambos éramos estudiantes, yo vivía con dificultades económicas, pero tenía un puesto en la universidad con un sueldo de 25 pesos mensuales. Jaime era hijo de una familia muy pomposa, pero tenía menos plata que yo. Estaba muy enamorado y cuando se quedaba corto para llevar la novia a cine, yo le prestaba 10 pesos. Habían pasado ya muchos años de eso, cuando yo fui a pedirle esos cinco millones. Él me pregunto, “¿Pedro, y qué garantía tienes?”. Me reí y le contesté: “Mi firma”. Y, contra el consejo de sus asesores, me prestó la plata así no más. Al final fue un buen negocio para el banco, pues él acabó invirtiendo en eso y la valorización fue enorme.
SEMANA: Compartir es también el gran orgullo de su vida y se ha convertido en una voz muy relevante en las discusiones sobre la educación en Colombia. ¿Por qué creó esa fundación?
P.G: Curiosamente tiene un origen diferente. En 1979, varias tragedias naturales hicieron sufrir al país. Un maremoto golpeó a Tumaco, un terremoto sacudió a Pereira y los ríos Magdalena y Bogotá provocaron grandes inundaciones. El expresidente Carlos Lleras Restrepo convocó a los empresarios para ayudar con esos desastres y a raíz de eso yo creé esa fundación. Para ayudar a los damnificados construimos barrios completos que vendimos solo a costo. También construimos más de 60 colegios, que es quizás la labor con la que la gente más reconoce nuestro trabajo. Por eso y por el Premio Compartir al Maestro, con el que queremos hacer un homenaje a profesores que hacen cosas extraordinarias.
La Fundación Compartir surgió en respuesta a las tragedias naturales que azotaron al país.
SEMANA: Ya que habla de Carlos Lleras Restrepo, usted ha sido una persona clave para muchos presidentes colombianos. Hablemos de cada uno de ellos. ¿Cómo le fue con Alfonso López?
P.G: Fue un orientador en mi vida, y un consejero en los asuntos diplomáticos. Tuvimos una relación muy amistosa porque él siempre me abrió las puertas para conversar de los asuntos más importantes.
SEMANA: ¿Y con Turbay?
P.G: Nunca fui turbayista, pero tuve una gran relación con él. Me pidió que fuera su tesorero del Partido Liberal y luego el secretario general. Pocos saben que, por enfermedad de él, acabé manejando dos elecciones.
SEMANA: ¿Y Virgilio Barco?
P.G: Yo era muy amigo de él. Cuando se lanzó a la Presidencia, le aconsejé que fuera una candidatura conciliadora p ara unir a todo el país. Mario Latorre y Fernando Cepeda se opusieron y le dijeron que tenía que ser un liberal radical de trapo rojo. Yo fui derrotado, pero de pronto ellos tenían razón porque Virgilio obtuvo la votación más alta de la historia hasta ese momento.
SEMANA: ¿Y de los Pastrana?
P.G: Tuve más contacto con Andrés que con Misael. Me nombró su negociador en el Caguán y tuve la oportunidad de conocer a Tirofijo de cerca. Fue una experiencia muy interesante. En la época dura del secuestro, le pedí a Tirofijo que me presentara al Mono Jojoy, que era el mandamás en ese campo. Jojoy fue por mí a San Vicente del Caguán y me entró en un trayecto de tres horas a la selva donde nos reunimos con Tirofijo. Allá intercambiamos opiniones sobre la situación del país y la verdad es que en varios puntos coincidíamos. Tirofijo era un hombre que tenía muy pocas ideas, pero las que tenía eran claras. Tenía un control absoluto de las Farc. En las reuniones no intervenía, pero todos los que iban a hablar lo veían primero, como pidiéndole permiso.
SEMANA: ¿Ernesto Samper?
P.G: Un hombre muy importante y muy honorable que metió la pata una vez en la vida.
SEMANA: ¿Uribe?
P.G: Tuve muy buena relación durante su primer gobierno. Vivo muy agradecido con él. Creo que él fue el hombre que hizo que volviera la confianza. Logró replegar a la guerrilla como nunca antes y con eso abrió la posibilidad de un proceso de paz.
SEMANA: ¿Y ya para terminar, cómo va a ser la celebración de esos 90?
P.G: Vuelvo a lo que contesté anteriormente: con los amigos, que son lo más sagrado en la vida.