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Detrás de cámaras: los abusos contra las modelos ‘webcam’ en Colombia. Lea el estremecedor reportaje de la AFP sobre este negocio
La agencia cuenta los testimonios y cifras de un informe de Human Right Watch. “Si no es el estudio (el que abusa), es el cliente. Uno de los dos ve la necesidad y de eso se aprovechan y a veces uno por la necesidad hace muchas cosas”, cuenta una de las mujeres.
Habitaciones insalubres, juguetes sexuales compartidos, turnos excesivos, clientes con pedidos denigrantes, acoso. Durante años silenciadas, las modelos webcam denuncian los abusos que han sufrido en Colombia, meca de este multimillonario negocio. El sexo en línea mostró su lado oscuro detrás de cámaras y a miles de kilómetros de los clientes más frecuentes, en Estados Unidos y Europa.
En un lujoso estudio webcam de Bogotá, Paula Osorio recuerda sus inicios en la industria hace cinco años bajo el yugo de injustas condiciones laborales en un país donde es legal el trabajo sexual. “Ponían reglas de hacer 12 horas diarias (de transmisión), si no me quitaban un porcentaje de la plata que ganaba”, dice la modelo de 25 años.
Relatos similares fueron denunciados en un informe de Human Rights Watch (HRW) en diciembre que evidenció múltiples abusos psicológicos, físicos y falta de salubridad en algunos estudios webcam en Colombia, donde la falta de oportunidades golpea fuertemente a las jóvenes.
Según la ONG internacional, en el país hay miles de estudios y decenas de miles de mujeres y trans dedicadas a esta actividad, provenientes de sectores pobres, madres solteras y sin educación. “Yo pensaba que eso (las multas económicas) era normal dentro de la industria, que todos los estudios eran así, yo empecé allá realmente para comer y ellos abusaban (...) porque yo no tenía más a dónde ir”, añade Osorio, que ahora trabaja con mejores condiciones.
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La devaluación de la moneda local con respecto al dolar hacen de Colombia uno de los mayores centros del webcam en el mundo, a la par de Rumanía, según expertos.
“Estudios de garaje”
A partir de 55 entrevistas a webcammers, HRW identificó que en su mayoría han sido “presionadas, amenazadas o coaccionadas” para realizar actividades “degradantes, traumatizantes o físicamente dolorosas”. En algunos estudios, la falta de aseo les ha ocasionado sarpullidos y otros problemas de salud ligados a la presencia de fluidos como sangre, vómito y heces.
Además, el informe llama la atención sobre la falta de transparencia en los contratos y la desigual repartición de las ganancias. Casi todas las entrevistadas por la AFP coincidieron en que este último aspecto ha sido traumático, teniendo en cuenta que la mayoría llegó al mundo del webcam buscando buenos y rápidos ingresos, en un país con un bajo salario mínimo (320 dólares) y una alta informalidad (55 %).
“Las compañeras (...) son víctimas de violencia dentro de los estudios, no en todos”, relata Carolina Calle, una trabajadora sexual y defensora de derechos humanos que dirige la ONG Corporación Calle 7. La mujer de 40 años dejó el modelaje webcam hace una década tras vivir malas experiencias como tener que compartir juguetes sexuales con otras mujeres.
Fuentes periodísticas citadas por HRW indican que este negocio generó unos 40 millones de dólares en 2021 en Colombia y que en 2020 había unas 40.000 modelos. El salario de las webcammers depende de qué tan populares son, pero la mayoría gana más del salario mínimo. Desde 2024 el gobierno trabaja en la reglamentación de esta actividad para garantizar los derechos laborales y combatir la evasión de impuestos.
Los estudios no están constituidos legalmente como empresas del webcam, ante el vacío en la norma. Si bien el informe generó temores en la industria, la demanda de trabajadores —también hombres— sigue creciendo. El reporte de HRW levantó ampolla en los empresarios del webcam para quienes solo se contempló “una cara de la moneda”, como reclama Sergio Rueda, propietario del estudio GoldLine.
Rueda reconoce que efectivamente existen “estudios de garaje”, es decir con bajo presupuesto, pero destaca que no representan al total del gremio.
“Necesidad”
Cansada de los abusos, Darling León creó un centro de formación para instruir a las modelos sobre cómo enfrentarlos. “Las previene de estar involucradas en un escándalo de vulneración de derechos”, cuenta la exmodelo de 28 años. Pero no todas reciben este tipo de entrenamiento antes de entrar a esta industria tan “pesada”, como la define Tania Ríos, de 27 años, madre de dos niños pequeños y sin educación secundaria.
La modelo recuerda haber sido obligada a realizar actos sexuales humillantes, sobre los que prefiere no ahondar. “Si no es el estudio (el que abusa), es el cliente. Uno de los dos ve la necesidad y de eso se aprovechan y a veces uno por la necesidad hace muchas cosas”, afirma Ríos, que ahora está en una mejor firma.
Las entrevistadas relatan que sufrieron o fueron testigos de insinuaciones y hasta abusos sexuales por parte de sus “jefes”. Los atropellos han derivado en depresión, ansiedad y trastornos alimenticios, afirma HRW. Según Katherine Arroyave, psicóloga de GoldLine, siete de cada diez mujeres que llegan a su estudio tuvieron “malas experiencias” en el pasado.
*Reportaje de la AFP.