ANÁLISIS

Las enseñanzas del último libro de Guillermo Perry (q.e.p.d)

En su libro Decidí contarlo, el exministro Guillermo Perry, quien murió este viernes 27 de septiembre, relata la historia de esos hombres y mujeres que trabajaron en los últimos 50 años por fortalecer y modernizar el Estado colombiano a pesar de la violencia, la corrupción y el narcotráfico.

27 de septiembre de 2019
Guillermo Perry | Foto: Esteban Vega

El exministro de Hacienda Guillermo Perry falleció este viernes, a sus 73 años. Hace un poco más de un mes, SEMANA publicó esta semblanza de su último libro. Esto decía el artíulo: 

Quienes cuentan la historia de Colombia de los últimos 50 o 60 años suelen caer en un relato pesimista. Las guerrillas, el narcotráfico, el paramilitarismo, la violencia, el desplazamiento, los magnicidios, las desapariciones forzadas, el extermino, las masacres, la corrupción inundan ese relato. Pero, como explican el historiador Jorge Orlando Melo y el rector de la Universidad de los Andes, Alejandro Gaviria, en el país no todo ha sido malo. Sin negar los graves problemas que aún hay por solucionar, los colombianos han mejorado sus condiciones de vida. Paulatinamente, la pobreza, el analfabetismo y las tasas de mortalidad infantil se han reducido; las expectativas de vida han aumentado, y el acceso a vivienda digna y a los servicios públicos se han optimizado.

El gobierno de Carlos Lleras era el reino de la tecnocracia, con el presidente de la República como su jefe directo y proyector.

No se trata de dar una visión rosa de la historia reciente de Colombia. Esta mirada busca alejarse del relato catastrofista de que el país va de mal en peor, y más bien resaltar que los sucesivos Gobiernos, unos más que otros, han logrado, mal que bien, construir y fortalecer al Estado. En esa línea se encuentra el libro Decidí contarlo, de Guillermo Perry. Una especie de memorias en las que el exministro de Hacienda cuenta, a partir de su experiencia como servidor público, la historia de los avances económicos e institucionales de la nación en los últimos 50 años.

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Perry no cae en un optimismo infundado. Al contrario, muestra cómo en un ambiente hostil, caracterizado por la violencia, la corrupción, el narcotráfico y demás problemas, Colombia ha avanzado en fortalecer sus instituciones, en mantener a flote la economía; en últimas, para no terminar como un Estado fallido. “Si uno ve casos puntuales como el del Banco de la República o el del Ministerio de Hacienda, observa que en los últimos 50 años estas instituciones se han tecnificado, lo que ha representado una mejor toma de decisiones respecto a la política económica del país. Fíjese que, en materia económica, Colombia no ha tenido tantos sobresaltos como los vecinos de la región”, dijo Perry a SEMANA.

El libro expone los principales hitos, los presidentes y los protagonistas que hicieron posible el milagro de sacar adelante al Estado, en medio de un ambiente tan difícil como el que ha dominado en Colombia en ese lapso de tiempo.

Los grandes hitos

Para Perry, el Gobierno de Carlos Lleras Restrepo (1966- 1970) y la Constitución de 1991 fueron los dos momentos de mayor transformación y avance institucional en el país.

Lleras Restrepo tomó acciones que representaron un salto cuantitativo y cualitativo en el fortalecimiento del Estado, su eficiencia y mejor gestión. Creó los institutos descentralizados, empresas industriales y comerciales como el ICBF, Fonade o Proexpo (hoy Bancoldex); hizo una ambiciosa reforma administrativa que robusteció el Incora (hoy Incoder), el Sena, el Icetex, el Dane, el Departamento de Planeación Nacional y otros organismos que desaparecieron en las últimas décadas. Así mismo, le dio importancia a herramientas como el Conpes para planificar la inversión.

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Esos cambios comenzaron en medio de una grave recesión económica, en la que la deuda externa superaba las reservas en oro y dólares del país, y nadie le prestaba al Estado colombiano. Aun así, las transformaciones realizadas por Lleras con base en los estudios de una generación de tecnócratas sentaron las bases para mejorar hacia el futuro los indicadores económicos y sociales. Pero sobre todo hicieron más eficiente la planificación para “así garantizar la coherencia y la visión de largo plazo en el diseño de las políticas y programas públicos”. En palabras de Perry, este Gobierno fue la “edad de oro de la planeación del sector público en Colombia”.

La Constitución de 1991 fue otro hito revolucionario en la administración del Estado, no solo en términos económicos sino políticos y sociales. Además de modernizar instituciones económicas como el Banco de la República al darle independencia, también reorganizó el Estado y creó nuevas entidades para volverlo más eficiente y democrático. Y eso se refleja en la creación de la Fiscalía y la Corte Constitucional. Según Perry, sin un ente moderno encargado de investigar y acusar a los presuntos responsables de delitos no hubiera sido posible llevar a cabo el proceso 8000 o las investigaciones de la parapolítica, y poner tras las rejas a buena parte de sus responsables. Sin la Corte Constitucional, las mujeres, las minorías étnicas y las comunidades LGBTI no habrían visto ampliados sus derechos, que quedaron esbozados en la nueva Carta Política.

"El gran logro de la constitución de 1991 consistió en democratizar la administración pública"

Por supuesto, la Constitución de 1991 no solucionó los problemas del país, e incluso creó otros en la justicia y en el ejercicio de la política. Pero logró democratizar la administración pública al restringir los famosos estados de excepción. Si el Ejecutivo quería sacar adelante cualquier reforma, recurría a este mecanismo, sin necesidad de discutirlo en el Congreso. Ahora esto es casi imposible debido a que la Constitución creó una serie de talanqueras para evitarlo.

Los tecnócratas ydirigentes audaces

¿Cómo fue posible esta transformación institucional? ¿Quiénes la hicieron efectiva? A lo largo del libro, Perry reivindica el papel de la tecnocracia en la paulatina pero constante modernización del Estado. Y demuestra que aunque hoy algunos traten de demeritarlos, sin los tecnócratas, sin sus ideas y sin su conocimiento técnico hubiera sido imposible llevar a cabo esa tarea.

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En efecto, recuerda cómo varios especialistas que habían estudiado en las mejores universidades de Colombia y del mundo realizaron estudios e investigaciones que permitieron la “modernización del régimen tributario, cuya reforma de 1974 aún se recuerda como la gran reforma estructural de la segunda mitad del siglo pasado”; la renovación energética llevada a cabo en el Gobierno de Alfonso López Michelsen (1974-1978), que para bien o para mal, permitió fortalecer la industria petrolera y minera en Colombia; la restructuración del Estado plasmada en la Constitución de 1991; o la apertura económica de César Gaviria. Además, asegura que esos expertos hicieron contrapeso, con sus conocimientos, a la politiquería característica del país.

La tecnocracia colombiana se vio fortalecida por las misiones que el Estado contrató en estos últimos 50 años para mejorar y volver más eficiente el manejo de lo público. La misión Currie, la Musgrave, la Chenery y la Bird-Wiesner no solo realizaron importantes recomendaciones a los Gobiernos, sino también sirvieron para que los técnicos colombianos conocieran nuevas ideas y formas distintas de concebir la administración.

Pero para que los tecnócratas pudieran culminar su trabajo, tuvieron que contar con el apoyo de dirigentes audaces que les ayudaron a mantener a raya la politiquería. Para Perry, Alfonso López Michelsen, César Gaviria –pero sobre todo Carlos Lleras– crearon y fortalecieron una serie de instituciones técnicas y de planeación que “nos protegió de la politiquería (…) Era el reino de la tecnocracia, con el presidente de la república como su jefe directo y protector”. Al contrario, Misael Pastrana (1970-1974) no le “daba la misma importancia a la opinión de los técnicos, y nos utilizaba y manipulaba para objetivos políticos de coyuntura”.

Aparte de alejarse de esa historia negativa del país, Perry ofrece en su libro importantes moralejas y mensajes esperanzadores. El primero, que en medio del ambiente difícil del país, una tecnocracia convencida de su papel se la ha jugado para fortalecer al Estado y mejorar las condiciones de vida de los colombianos. Una misión poco reconocida que aún no ha terminado, pero que ha dejado resultados palpables.