OPINIÓN

No más inmoralidad: cambiemos a Mauricio Cárdenas por Esperanza Gómez

Ingresaría al mundo público la única Gómez capaz de limpiar el legado de Laureano.

Daniel Sampero Ospina
9 de abril de 2016
Daniel Samper Ospina. | Foto: Guillermo Torres

El mismo día en que congresistas de la oposición gestaban una moción de censura contra el ministro Cárdenas, una grave noticia estremeció al país: la actriz Esperanza Gómez anunció su retiro del mundo de las películas para adultos, aburrida de que las ganancias quedaran en manos de los productores y no de quienes de verdad la sudan por ganarse la plata. Literalmente.

La noticia me impactó: ¿de verdad se retira Esperanza?; ¿esa es la paz de Santos? ¿No merece la pena, ahora sí, organizar una marcha de protesta, similar a la del uribismo, pero mucho más justificada? ¿Qué hace el presidente en Centroamérica en los momentos en que más lo necesitamos?

Y no lo decía por temor a que la diva del sexo quedara en el desempleo, porque sus antecedentes laborales le permitirían trabajar al menos en el sector público, en alguno de los múltiples cargos libres donde su perfil encaja a la perfección: Esperanza podría ser defensora del pueblo, porque si alguien sabe posar desnuda en una hamaca, y sostener chats eróticos con subalternos, es ella; o reemplazar a Carlos Ferro en el Viceministerio de Gobierno, porque ella también ha protagonizado calientes escenas de carro, aunque con diálogos algo más pulidos; o incluso sustituir al procurador Ordóñez cuando lo destituyan, para que, de paso, el cargo recupere dignidad ética: la estrella porno es capaz de sancionar con ligueros, sí, pero jamás sería tan indelicada como para nombrar en la Procuraduría a los familiares de sus jueces, u organizar ‘lluvia de sobres’ con los funcionarios a los que tiene que investigar; o financiar su aspiración a la Presidencia con recursos estatales.

Y también podría tener juego como fiscal: le sobran méritos para convertirse en la cuota femenina, si no de la terna, al menos del trío del que elegirán al ente investigador. Sí: al final ganará Néstor Humberto Martínez. Pero lo hará en franca lid, luego de haber demostrado que, gracias a sus intrigas con Sarmiento Angulo, él también sabe hacerse rico (es un decir) y cambiar de posiciones como la protagonista de Adúltera sin remedio: no en vano, el doctor Néstor H. es representante único del samperpastranasantouribismo.

De manera que no me preocupaba el futuro laboral de la musa de musas, de actuación notable en el famoso corto (es un decir) Dámelo todo, papi; me preocupaba, más bien, quién llenaría el importante espacio dejado por ella en la industria pornográfica. En las redes sociales ingresó en el sonajero Rafael Pardo, hombre probo del que el gobierno siempre dispone para cualquier tipo de contrariedad, cuya cara de palo, a la cual culpan de las derrotas electorales, por primera vez sería un activo.

Pero, como buen santafereño, Pardo está reservado para destinos más grandes; y de su postulación únicamente suena coherente el hecho de que el reemplazo de Esperanza Gómez provenga del sector público: efectivamente, para filmar la segunda parte de Latina ardiente, se requiere de alguien que se deje manosear, como Pachito Santos; se haga famoso por lo que le den a sus espaldas, como mi tío Ernesto, y sepa de chuzadas impúdicas, como José Obdulio Gaviria.

Juntando noticias, entonces, llegué a la conclusión de que si Esperanza se retira, y triunfa la moción de censura contra el ministro Cárdenas, lo lógico sería organizar un intercambio: que Esperanza ingrese en el gabinete ministerial, y Cárdenas, a su turno, en la industria para adultos. El ministro ya sabe de repartos. Y más de una vez ha utilizado su cargo para aceitar la maquinaria. Y sabe zafarse de la rutina untando mermelada.

Su salida del gobierno, además, no resultaría dolorosa: para ser francos, lo máximo que ha hecho Mauricio Cárdenas por las finanzas públicas ha sido viajar en clase económica, con la incomodidad que esto representa para sus vecinos de puesto, en un esfuerzo por ahorrar recursos públicos que de todos modos se invertirán en el sueldo de embajadora de su hermana Patricia, o en los contratos estatales de su hermano Jorge Hernán.

Se rompería una de las tradiciones más importantes del país, la cual es sostener con el erario a la familia Cárdenas. Pero ingresaría al mundo público la única Gómez capaz de limpiar el legado de Laureano; y ganaríamos una ministra de Hacienda intachable, cuya trayectoria no está envuelta en los escándalos de Reficar, Dragacol e Isagén; cuya hermana no debe ser nombrada en embajada alguna, y a cuyo hermano no es necesario ofrendar contratos por 20.000 millones.

Pero en el momento en que saboreaba la idea, Esperanza aclaró en entrevista en la W que no se retira. Y por esa misma emisora supe que la probabilidad de que prospere la moción de censura contra el ministro Cárdenas es mínima. Y entonces me entristecí: esta es Colombia, país de absurdos. La inmoralidad está en los funcionarios públicos y no en las actrices porno. La única esperanza que nos queda es de apellido Gómez. Y el gobierno luce tan ausente, que uno no sabe si el presidente ya se vino. Es un decir.