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“Colombia enfrenta un nuevo problema: una abundancia de cocaína”, dice The New York Times. La situación es crítica en las regiones
El Gobierno defiende su estrategia por las incautaciones, pero ha abandonado la erradicación de la hoja de coca que ha ayudado a alimentar el aumento de la producción de cocaína.
“Vas a los campos de coca y es como estar en un campo de maíz en Iowa: no puedes ver el final”. Así describe un funcionario estadounidense que ha trabajado durante muchos años en los procesos de interdicción de drogas en Colombia, en un extenso reportaje en The New York Times (NYT), sobre el incremento en el cultivo de coca.
“Estamos viendo una producción a niveles con los que soñó Pablo Escobar”, sentenció el funcionario. De acuerdo con la publicación, la producción anual de hoja de coca y cocaína alcanzó nuevos máximos en 2022, y la fabricación de la droga aumentó un 24 % respecto al año anterior, según los datos más recientes disponibles de Naciones Unidas.
Ese mayor volumen en los cultivos ha generado un auge de la producción de cocaína que ha incrementado sus exportaciones. De acuerdo con un análisis de Bloomberg Economics, los ingresos por exportación de cocaína aumentaron a 18.200 millones de dólares en 2022 desde 12.400 millones de dólares en 2021. Pero fue más allá: predijo que superarían los ingresos del petróleo, el principal producto de exportación del país, este año.
El reportaje de NYT describe la estrategia del presidente Gustavo Petro, enfocada en atacar las redes de narcotráfico, pero ha abandonado la erradicación de la hoja de coca, que ha ayudado a alimentar el aumento de la producción de cocaína, como según la publicación, afirman funcionarios de la ONU y de Estados Unidos.
De hecho, cita a un viejo conocido en Colombia: el exembajador Kevin Whitaker, hoy miembro no residente del Atlantic Council. “Dado el desinterés de Petro en la erradicación forzosa, en la práctica no hay barreras de entrada al campo de coca”, dijo.
El Gobierno colombiano se defendió. Gloria Miranda, directora del programa de sustitución de coca, no está de acuerdo con la afirmación del exembajador y señala que las incautaciones de drogas habían aumentado significativamente durante los casi dos años de mandato de Petro. Pero los críticos advierten que esa situación tiene una explicación: se está produciendo mucha más cocaína.
“Los nuevos fertilizantes también han ayudado a facilitar el cultivo de más coca, incluso cuando muchos grupos armados colombianos que contribuyen al continuo conflicto del país dependen mucho menos de las drogas para obtener ingresos y están recurriendo a otras actividades ilícitas que no atraen tanto escrutinio por parte de las fuerzas del orden, como la minería de oro, la tala de árboles y el tráfico de migrantes”, dice el NYT.
Mientras para las redes criminales en Colombia el nuevo modelo ha sido una fuente de recursos, también es cierto que ha traído sufrimiento a muchas partes del país y evidencia la falta de presencia del Estado en zonas alejadas y apartadas.
Tan es así que, según NYT, al menos el 55 % de las regiones productoras de coca en Colombia han visto caer en picada las ventas de coca.
La situación es crítica. El artículo trae una serie de casos que describen la problemática y la situación de muchas comunidades.
Por ejemplo, señala a Caño Cabra, una población que no tiene presencia gubernamental y está controlada por un grupo armado ilegal. “No hay electricidad, ni agua corriente ni escuela pública”, agrega la publicación.
Y cuenta la historia de la señora Hernández. Ella se ha esforzado por conseguir los recursos necesarios que le permitan enviar a sus dos hijos a un internado en un pueblo cercano para que no tengan que trabajar a tiempo completo en los campos de coca como lo hizo ella cuando era niña.
La situación es tal que sus hijos, una joven de 16 años y un muchacho de 14, trabajaron en los campos durante las vacaciones de su escuela, no por el pago, que era muy bajo, sino por el desayuno gratuito que sirve el dueño de la finca de coca.
Además, advierte la escasez de productos, como la carne. “Todos nosotros llevamos mucho tiempo sin comer carne porque no hay dónde comprarla y no hay con qué comprarla”, dijo Hernández.
La precaria situación está llevando a que se empiece a generar un éxodo, pues el sufrimiento económico en las regiones productoras de coca está empujando a las familias a marcharse.
“María Manrique era dueña de una farmacia en el pueblo de Nueva Colombia, cerca de Caño Cabra, pero a medida que las ventas de coca se evaporaban, los clientes comenzaron a alegar que no tenían dinero para comprar medicamentos. Así que el año pasado se mudó a la ciudad más cercana, San José del Guaviare. La adaptación fue dura. Extrañaba su ciudad natal y las vistas abiertas del campo. Se sentía claustrofóbica y sola”, dice el NYT.
Manrique empezó a acudir a un terapeuta para tratar la depresión y a ganarse la vida vendiendo empanadas y explica que, en esa capital, tiene mejor acceso a la insulina para su diabetes y su hijo pequeño está recibiendo una mejor educación.
Aunque podría esperarse, como explican algunos expertos, que la transformación de la industria de la cocaína podría llevar a los cultivadores de plantas de coca a hacer la transición a cultivos legales, el temor es que los agricultores den ese salto a otras actividades ilícitas.
Jefferson Parrado, de 39 años, presidente del Concejo local de la región que incluye Caño Cabra, advierte que muchos podrían dedicarse a la cría de ganado, una de las principales causas de la deforestación en el mundo. Otros residentes dijeron que podrían unirse a grupos armados por desesperación económica.
Diego García-Devis, quien administra el programa de políticas sobre drogas de Open Society Foundations, explica que distintas regiones han logrado el desarrollo económico gracias al mercado de la coca y la cocaína. “¿Qué ingresos reemplazarán los ingresos de la coca? ¿Otros ingresos ilegales? ¿La minería, el tráfico de personas, de vida silvestre, de madera? ¿La extorsión?”, se pregunta.
A esto se suma, la difícil situación de las regiones apartadas en Colombia, aisladas por la falta de infraestructura y vías, que imposibilitan la venta de las cosechas de otros cultivos por los altos costos de transporte.
Para muchos colombianos, la industria de la cocaína ha sido su única opción. “Esto daña a la humanidad y somos conscientes de ello. “Pero para nosotros significa salud, significa educación, significa el sustento de las familias de las regiones”, afirmó Parrado.