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Cazador de capos: la vida secreta del militar que ha golpeado fuertemente a los más pesados criminales

SEMANA revela el testimonio de uno de los hombres clave en terreno de la inteligencia militar que ha participado en varios operativos exitosos contra pesos pesados del narcotráfico y disidencias.

Gabriel Salazar López

Gabriel Salazar López

Periodista Semana

27 de abril de 2025, 11:12 a. m.
Así planean los duros golpes contra los pesos pesados.
Así planean los duros golpes contra los pesos pesados. | Foto: Suministrada a SEMANA.

Ubicar, capturar o dar de baja a objetivos de alto valor en las zonas más inhóspitas del territorio colombiano es la misión de los integrantes de la Fuerza Pública que les siguen el rastro a los grandes capos que siembran terror en las regiones históricamente golpeadas por la violencia y el accionar de los grupos ilegales.

En medio de la oscuridad que hay en las montañas de la Cordillera Oriental, un grupo de hombres de la Fuerza Pública pasan barriales, cargan fusiles y los pesados morrales tácticos durante varias semanas para dar el gran golpe. Al frente de este grupo de soldados y suboficiales va el oficial Adolfo (nombre cambiado por seguridad), que para el país no tiene rostro, pero que es clave en el terreno para las operaciones que planean milimétricamente los analistas de la inteligencia militar.

Alias Tornillo, abatido.
Alias Tornillo, abatido. | Foto: Suministrada a SEMANA.

En su hoja de vida lleva muchas condecoraciones, pero también tiene felicitaciones, así como cursos tácticos que lo han convertido en un curtido oficial que se ha hecho a pulso en decenas de operaciones contra los ilegales.

Sin homenajes públicos, pero con grandes sacrificios, ha logrado lo que muchos catalogan como una hazaña: desarticular la comisión de finanzas de la estructura Teófilo Forero, dando de baja a alias Fermín o el Indio y, posteriormente, neutralizar a alias Tornillo, un temido extorsionista que tenía azotado al campesinado del Huila. Las dos operaciones fueron planeadas con precisión, ejecutadas bajo fuego cerrado y en condiciones climáticas y geográficas extremas.

Selva, lluvia y fuego cruzado

Todo empezó con una orden de captura expedida por la Fiscalía contra el crimen organizado. Alias el Indio, sucesor del extinto Chilingo y segundo al mando de las finanzas de la Teófilo Forero, estaba citando y cobrando extorsiones a comerciantes, ganaderos y transportadores de Florencia, El Doncello, San Vicente y municipios del norte del Huila. Sus víctimas estaban asfixiadas por sus millonarias exigencias. Movía cerca de 1.500 millones de pesos al mes, según inteligencia militar. Con esos fondos, alimentaba las economías ilícitas del grupo de Mordisco.

A las 6:30 de la tarde, comenzó la infiltración. Doce experimentados comandos del Gaula Militar Caquetá, liderados por este oficial, caminaron durante más de nueve horas en silencio. Cruzaron trochas, monte cerrado y, a las 10:30 de la noche, un río desbordado por las lluvias.

“No sabíamos si podíamos cruzarlo. El objetivo estaba del otro lado. Uno de nuestros hombres nadó y amarró una soga para que el resto cruzara. Fue una decisión de vida o muerte”, recuerda el oficial.

Alias El Indio.
Alias El Indio. | Foto: Suministrada a SEMANA.

A las 3 de la mañana, ya estaban a 500 metros del blanco. El terreno estaba despejado. Tuvieron que arrastrarse para no ser detectados por los perros de la finca donde se escondía el temido cabecilla.

“Usamos técnicas especiales. Los animales no nos detectaron”, afirma. Pero a las 4:30 de la mañana, personas de viviendas vecinas comenzaron a alumbrar los caminos.

Uno de los anillos de seguridad de el Indio descubrió el movimiento. Se inició el combate. “Fue una emboscada en reversa. Nos tocó reaccionar en silencio, esperar que los civiles salieran, y cuando intentaron ingresar, uno de los escoltas nos abrió fuego. Desde las 4:45 hasta casi las 7 de la mañana fue combate cerrado. Lluvia, lodo y fuego”.

El resultado: alias el Indio fue abatido. Alias Duan, su escolta y encargado de trasladar el dinero a los cabecillas mayores, fue capturado. Además, incautaron tres fusiles de largo alcance, pistolas y más de 30 proveedores, mil cartuchos calibre 5.56, 20 minas antipersona (destruidas en el sitio), volantes de extorsión y paz y salvos junto con listados con montos de cobros y nuevas víctimas citadas.

Uno de los Comandos del Gaula Militar del Caquetá recibió un disparo en el abdomen, pero sobrevivió. “Esa operación acabó con la estructura financiera de la Teófilo en Caquetá. Desde entonces, están tratando de reorganizarse. Pero se quedaron sin dinero, sin mando y sin terreno”, asegura Adolfo.

Días después, otra llamada alertó sobre un viejo conocido: alias Tornillo. Era el dolor de cabeza de campesinos, agricultores y transportadores en el Huila. Tenía el descaro de montar retenes ilegales en carreteras rurales, reunía por la fuerza a comunidades enteras para exigir cuotas extorsivas y amenazaba con llevarse a los jóvenes de las veredas.

“Era un bandido con ínfulas de patrón. Se creía dueño de la región”, narra el oficial. Pero la comunidad se cansó. La información comenzó a fluir. El Ejército, con sus unidades especiales, lo siguió por semanas. El 12 de abril, en una región del bajo Caquetá, se lanzó la operación.

La infiltración comenzó en la noche anterior. Los comandos caminaron más de seis horas, soportando lluvia, barro y riesgo de explosivos. A las 5:30 de la mañana, comenzó el combate. Se enfrentaron a una estructura de, al menos, 15 hombres armados.

“Nuestros soldados estaban entrenados para eso. Teníamos hipótesis de fuga. Sellamos todas las rutas posibles. Tornillo no pudo escapar”, cuenta el oficial a SEMANA.

En horas del mediodía, tras más de seis horas de enfrentamientos intermitentes, alias Tornillo cayó abatido. El Ejército recuperó el control del área, incautó armamento, documentos y evidencias que lo relacionaban con múltiples extorsiones.

El oficial no da entrevistas que revelen su plena identidad. No posa para fotos. Habla cuando la misión está cumplida. Sus hombres lo siguen con lealtad y por respeto. “No somos héroes. Sólo somos soldados que cazamos criminales. Aquí no hay trofeos. Hay justicia. Y eso nos basta”, dice al final.

Mientras en las ciudades se debaten reformas, elecciones o escándalos, en las montañas del sur un puñado de hombres libra una guerra invisible para la mayoría. Una guerra sin tregua, en la que se respira pólvora, se duerme en el monte, y la justicia llega sin anuncios: camuflada, sigilosa y letal.

Allí, entre ríos crecidos, selva cerrada y caminos invisibles, sigue en medio de riesgosas operaciones militares el cazador de capos.