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El espía iraní que entregó secretos nucleares a Estados Unidos e Israel y desapareció en un hotel
La fuga del exgeneral Ali-Reza Asgari y los archivos secretos que entregó reavivan el riesgo de un nuevo conflicto nuclear.

Uno de los episodios más enigmáticos de la inteligencia internacional vuelve a cobrar relevancia. Se trata de Ali‑Reza Asgari, exviceministro de Defensa de Irán y jefe de inteligencia en Líbano, quien huyó misteriosamente en Estambul en febrero de 2007 y aportó datos de primer nivel sobre el programa nuclear iraní a Estados Unidos e Israel, antes de desaparecer sin dejar rastro.
La información entregada, supuestamente, incluyó nombres de científicos clave, ubicaciones de instalaciones clandestinas y vínculos con Siria, y habría sido esencial para la posterior eliminación de objetivos estratégicos como Mohsen Fahrizadeh y centros nucleares sirios.
Luego de que durante doce días Israel e Irán sostuvieron fuertes bombardeos de parte y parte, atacar con misiles las instalaciones nucleares en Natanz, Fordow y Arak, y enfrentamientos diplomáticos intensificados, el caso de Asgari ilumina cómo el espionaje puede alterar el equilibrio nuclear.

La supuesta deserción de Asgari, reclutado por agencias occidentales y protegido en Estados Unidos, representa un precedente sobre el valor estratégico de los desertores iraníes.
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En el marco del último ataque conjunto que Israel y Estados Unidos lanzaron durante el lunes con bombas de alta potencia contra instalaciones iraníes, el vicepresidente estadounidense JD Vance afirmó que aún faltan por localizar 400 kg de uranio enriquecido, suficiente para diez armas atómicas.
Aunque Israel y Estados Unidos aseguran haber destruido el núcleo del programa, agencias internacionales reconocen que las capacidades técnicas podrían recuperarse en meses.

La intervención se produjo tras la filtración de un “expediente secreto” compilado por servicios de inteligencia, que alertó del riesgo inminente de fabricación armamentística por parte de Irán. Ese informe, posiblemente construido con fuentes como Asgari y otros informantes, catalizó la decisión de intervenir.
La existencia misma del expediente confirma que el espionaje ha sido clave para la estrategia occidental contra la nuclearización iraní.
Sin embargo, estos hallazgos también desataron una ofensiva interna en Irán. Desde el inicio de los bombardeos a mediados de junio, las autoridades han arrestado a cientos de presuntos agentes de Mossad y detenido a colaboradores acusados de filtrar información sobre ataques previos, algunos de los cuales ya fueron ejecutados. El ministro de Inteligencia iraní, Esmail Khatib, advirtió sobre una red clandestina que penetró hasta centros militares sensibles.

En medio del combate militar, se abrió un frente diplomático. Irán suspendió la cooperación con el Organismo Internacional de Energía Atómica y anunció planes para revelar documentos sobre Israel, incluyendo el centro Soreq, según confirmó el propio director del OIEA, Rafael Grossi.
La historia de Asgari y su probable refugio en Estados Unidos sigue siendo un enigma y sirve como prueba de que los informantes siguen siendo piezas determinantes en la dinámica nuclear de Oriente Medio.
Su caso, junto con el actual pulso estratégico, demuestra que el control de información sensible puede acelerar conflictos, moldear decisiones militares y reconfigurar alianzas en la región.