Iglesia

León XIV, el papa de dos mundos. El nuevo pontífice es el resultado de un consenso entre ultraconservadores y progresistas

El nuevo pontífice es el resultado de un consenso entre ultraconservadores y progresistas. Deja a los primeros muy tranquilos y a los segundos muy felices. Algunos hablan de un triunfo de la “renovación de la continuidad”. Por Camilo Chaparro*.

10 de mayo de 2025, 4:29 a. m.
NAC PAPA ABRE
En un cónclave de tan solo dos días y cuatro votaciones, se puede inferir que León XIV es el resultado de un consenso entre ultraconservadores y progresistas. | Foto: AP

Ahora sí, Francisco puede descansar en paz. Por encima de la elección del papa 267 de la historia, lo que está en disputa, más que un hombre, es un legado.

Aunque a primera vista el pontífice de la periferia ganó, es un triunfo con asteriscos y letra menuda, cuya lectura solo podrá ser hecha en detalle y absoluta precisión con el paso del tiempo. Y es complejo aún más asegurar que el sector más conservador de la Iglesia perdió. Es muy temprano para dictar esa sentencia tan contundente y arrinconar como minoría en retirada a los cardenales ultraconservadores que levantaron su voz contra Jorge Bergoglio, como Raymond Leo Burke, Gerhard Ludwig Müller, Robert Sarah y Péter Erdö, anclados a una doctrina de 2.000 años, monolítica y sin posibilidad, al menos, de modular a los tiempos modernos su enseñanza.

El cardenal alemán Müller se encargó de fijar, sin miramientos, la línea de los más tradicionalistas, días antes del ingreso a la Capilla Sixtina y cuando aún Francisco no había sido sepultado. Durante una entrevista al diario inglés The Times, aseguró que la elección de un papa ortodoxo sería esencial para evitar una posible división en la Iglesia. Rechazó las etiquetas de una disputa entre “liberales” y “conservadores”, asegurando que el verdadero conflicto en la curia es entre “ortodoxia y herejía”.

En su ofensiva anti-Francisco lanzó otra carga de profundidad: “Porque un papa hereje que cambia cada día dependiendo de lo que dicen los medios de comunicación sería catastrófico. Los cardenales no deben elegir a un papa que persiga agendas personales, ni imite a su predecesor”.

El acuerdo entre estos dos bandos producirá un freno de mano a los asuntos doctrinales polémicos. | Foto: AP

Así las cosas, en un cónclave de tan solo dos días y cuatro votaciones, se puede inferir que León XIV es el resultado de un consenso entre ultraconservadores y progresistas. Deja a los primeros muy tranquilos y a los segundos muy felices. De hecho, algunos hablan de un triunfo de la “renovación de la continuidad”.

El acuerdo entre estos dos bandos producirá un freno de mano a los asuntos doctrinales polémicos, pero no hay afán, han resistido entre la vida y la muerte desde siempre, y más recientemente desde el Concilio Vaticano Segundo. En diciembre de este año cumplen seis décadas en statu quo; a cambio habrá mucha más acción social a favor de los pobres; activismo internacional, rechazo y mediación contra las guerras.

León XIV tendrá también que reducir, al extremo de desaparecer, el aroma de política que dejó su antecesor. Y no le quedará difícil. Alguna vez Prevost, hablando ante los obispos peruanos, dijo: “Somos pastores, no ideólogos. Nuestra autoridad no proviene de nosotros mismos, sino de nuestra fidelidad al Evangelio”.

Dos de los más feroces e implacables críticos de Francisco y, desde luego, enemigos radicales de su legado, los cardenales Robert Sarah y Burke, saludaron con alegría y fervor la elección del nuevo papa en sus cuentas de X. El religioso estadounidense escribió: “Les pido que se unan a mí para agradecer a Nuestro Señor la elección del Papa León XIV… Que Dios bendiga al Papa León y le conceda muchos años de vida. ¡Viva el Papa!”.

Francisco ganó en doble vía: se fue convencido de que Prevost será guardián de su legado, aunque puede que no avance en temas doctrinales, pero tampoco retrocederá en los logros sobre el gobierno de la Iglesia y porque, en últimas, fue el gran arquitecto de esta elección. La fuerza más influyente en un cónclave es la del papa muerto: nombra y perfila a los cardenales que van a elegir a su sucesor. Durante los 12 años de su pontificado, realizó diez consistorios para consolidar el cuerpo electoral más grande, más diverso y el más universal: 133 cardenales, 108 de ellos nombrados por él, y, entre este grupo, muchos formados y promovidos a imagen y semejanza del cura callejero.Cuando la noche desplazaba la luz de la tarde en Roma, 6:40 minutos, Robert Francis Prevost Martínez apareció en el balcón de la Logia de las Bendiciones; en ese momento una verdad, digna de los más protegidos archivos secretos del Vaticano, fue revelada. Él era el elegido, el cardenal ungido con agua bendita por Francisco. Era el favorito del papa de los descartados.

Francisco se fue convencido de que Prevost será guardián de su legado y no retrocederá en los logros sobre el gobierno de la Iglesia.
Francisco se fue convencido de que Prevost será guardián de su legado y no retrocederá en los logros sobre el gobierno de la Iglesia. | Foto: Corbis via Getty Images

Los hechos, mirados sobre el resultado y en retrospectiva, así lo demuestran. Francisco hizo en silencio y con paciencia de orfebre a su sucesor y fue el gran kingmaker –hacedor de reyes– de esta elección. Es, posiblemente, en un mundo en caos, con guerras que amenazan, incluso, la existencia de la especie humana; que enfrenta, más que nunca, el grave problema de los migrantes y con índices de pobreza cada día más catastróficos, el único de los cardenales que le aporta a la Iglesia un plus, que marca una diferencia notable sobre los demás purpurados. Era el diferente en medio de una gran diversidad de posibilidades.

Prevost es una mezcla bien atractiva y rara: del primer mundo a la periferia; de Chicago a Piura, Chulucanas, Trujillo y Chiclayo; filósofo, teólogo y matemático; políglota; prior general de la Orden de San Agustín y conocedor como pocos de la curia universal.

De pronto, el cardenal Tagle, filipino con sangre materna china, se le aproximaba en ese diferencial. Filipinas, en el corazón de Asia, es un país con 110 millones de católicos, que está a la par del fervor de los creyentes de México y Brasil, pero la visión georreligiosa del Vaticano sobre el gigante asiático puede seguir marchando lentamente de la mano de la muy discreta y paciente diplomacia de la Santa Sede.

En menor escala, podría estar Pierbattista Pizzaballa, designado a Jerusalén, en un vecindario complejo y en guerras permanentes entre los descendientes de un padre en común –Abraham– para las tres grandes religiones monoteístas: cristianismo, judaísmo e islam. Con otro elemento no menor, de haber sido el elegido, sería el único patriarca latino en ser elevado al papado desde Urbano IV, en 1261.

La misión del papa es tumbar los muros, sobre todo los levantados por Donald Trump, y tender puentes. El sumo pontífice, en la campaña en Estados Unidos, había dicho que era igual de grave el aborto como la deportación de los migrantes.
La misión del papa es tumbar los muros, sobre todo los levantados por Donald Trump, y tender puentes. El sumo pontífice, en la campaña en Estados Unidos, había dicho que era igual de grave el aborto como la deportación de los migrantes. | Foto: AFP

Pero era el turno de calzar las sandalias del pescador para el primer papa de la historia con dos nacionalidades. A los tres años de haber sido ordenado sacerdote fue enviado a Perú, 1985, como misionero a Chulucanas. Casi tres décadas después de salir de Chicago, Francisco le dio la misión de dirigir la diócesis de Chiclayo y después fue el segundo vicepresidente de la Conferencia Episcopal peruana.

Su paso por tierras latinoamericanas hay que medirlo por lo largo y por lo intenso. Treinta años convulsionados. Con la misma edad de Cristo, Prevost cargó la cruz de los más pobres, que padecieron, además de la violencia desatada por los grupos guerrilleros, la crisis de inflación durante el Gobierno de Alan García y en los noventa el autoritarismo de Alberto Fujimori, con graves casos de violación de los derechos humanos.

Su apostolado agustiniano en Perú era fundamental en la visión de Francisco por al menos dos razones. Lo alejó de forma física y cultural de Estados Unidos y lo apartó de su centro e influencia de poder. A cambio, lo fortaleció como servidor de los más humildes y excluidos. “Prefiero una Iglesia herida que encerrada”.

En esa metamorfosis por convertirlo en el menos estadounidense de los estadounidenses, el papa argentino lo convocó a Roma. Era necesario, también, enseñarle sobre la administración de la Iglesia, sobre el manejo de la estructura vaticana y permitirle así alcanzar una mirada universal. En enero de 2023 lo nombró prefecto –ministro– del Dicasterio para los Obispos y ocho meses más tarde le impuso el birrete de cardenal, en su noveno consistorio. Después, en esa carrera de formación, lo designó como presidente de la Pontificia Comisión para América Latina.

Prevost Martínez, nacido en Chicago, Ciudad de los Vientos, ha vivido casi 40 años por fuera de Estados Unidos. A eso hay que sumarle que es peruano por nacionalización y con ADN, en sus orígenes, francés, italiano y español.

Donald Trump, presidente de Estados Unidos. | Foto: AP

Realmente nadie lo notó. En muy escasas listas de papables lo mencionaron, por encima de él figuraban Zuppi, Pizzaballa, Tagle, Turkson, Sarah, Bo, Grech, Eijk e incluso Burke, el Donald Trump del cónclave, y, sobre todo, Parolin, considerado por algunos sectores como un secretario de Estado gris en gestión y resultados, y poco carismático.

Está demostrado, además, que la fábrica de pontífices italianos, 217 de 267, seguirá tratando de sobrevivir con los recuerdos de un pasado remoto, cuando producían vicarios de Cristo en serie, verdaderos monarcas con sotana, el último de ellos, Albino Luciani, solo célebre por ser el papa de los 33 días.

Mientras los medios y las redes sociales se encargaban de quemar en la hoguera digital y sobreexponer a Parolin y Tagle, principalmente, Prevost fue conducido por el espíritu de Francisco hasta la Capilla Sixtina y fue protegido como reliquia sagrada por sus jefes de campaña y promotores centrales, entre ellos, sin duda, el arzobispo de Nueva York, Timothy Dolan, fundamental en la elección de Francisco.

Antes de salir de Estados Unidos rumbo al cónclave, el más mediático de los cardenales electores dejó escapar un indicio. En el programa Today, de la cadena de televisión NBC News, dijo: “Necesitamos un papa con el corazón cálido de Francisco”, pero claro y riguroso en doctrina e historia. “Más refinamiento de la tradición de la Iglesia, más búsqueda de los tesoros del pasado”.

Desde el cónclave de marzo de 2013, el clero se fue ambientando para un papa norteamericano. En esa ocasión también ingresaron diez cardenales electores provenientes de Estados Unidos, entre ellos un papable destacado, pero imposible para ese momento: Seán O’Malley, franciscano, cardenal de Boston, que enfrentó con determinación la avalancha de sacerdotes pederastas y se puso, sin dudas, al lado de las víctimas.

Hace 12 años esa delegación llegó furiosa a Roma por la caótica y despiadada situación de la curia vaticana, que había montado un cerco de trampas y conspiraciones contra Benedicto XVI, que, incapaz de solucionar los problemas, lo llevaron finalmente a la renuncia.

Las filtraciones en torno a los secretos de la elección de Francisco indican que los norteamericanos en las Congregaciones Generales, una especie de precónclave, descubrieron la figura del cardenal Bergoglio y lo promovieron en una alianza con cardenales de Canadá, Brasil, Bélgica y Alemania.

A pocos días de ese cónclave, a uno de los cardenales de Estados Unidos le preguntaron si era el momento de un papa proveniente de ese país. En forma jocosa respondió que era muy difícil porque habría dos problemas inmediatos y complicados. Primero, el mundo iba a creer que lo había impuesto la CIA, y segundo, al otro día de la elección, tendría la urgencia de montar un McDonald’s en pleno Vaticano.

En la campaña electoral de Estados Unidos, el papa había dicho que era igual de grave el aborto como la deportación de los migrantes. | Foto: Getty Images

Durante su pontificado, Francisco renovó algunos nombres de los cardenales de Estados Unidos y les mantuvo el número, diez electores, la segunda delegación más nutrida después de la italiana, que tuvo 16. Pero además de hacer cardenal a Prevost, marcó otro hito histórico para los creyentes norteamericanos. En 2020 designó al primer purpurado afroamericano, el arzobispo emérito de Washington, Wilton Daniel Gregory, defensor convencido de los derechos de los inmigrantes.

Bergoglio leyó las circunstancias y propició el momento. Más allá de un gesto de agradecimiento con sus electores, resulta una estrategia diseñada contra la política de redadas y expulsiones de Donald Trump, campaña que estará a la cabeza de un papa estadounidense y amplificada con más fuerza y autoridad moral desde los púlpitos y en las propias ciudades del imperio. León XIV será para Washington, por encima de todo, un verdadero norteamericano, pero para el resto del planeta resultará un pastor convertido en peruano. Dos mensajes, un propósito.

En la campaña electoral de Estados Unidos, el papa había dicho que era igual de grave el aborto como la deportación de los migrantes: “Ambos están contra la vida, el que expulsa a los migrantes y el que mata a los niños… Expulsar a los inmigrantes es maldad, y echar del seno de la madre a un niño es un asesinato. De esto hay que hablar claro y sin peros”.

La Iglesia elige a los papas de acuerdo con las necesidades de ese momento histórico. La elección de León XIV es similar a la de Juan Pablo II en octubre de 1978. En esa época, el reto era tumbar el muro de Berlín y liberar del comunismo ruso a la Europa oriental. Ahora, la misión del papa es tumbar los muros, sobre todo los levantados por Donald Trump, y tender puentes.

Wojtyla, el papa polaco, comenzó pulverizando toda clase de muros en su propio país, apoyando a los trabajadores de Solidaridad. Prevost, seguramente, comenzará su misión a favor de la paz mundial y la defensa de los migrantes en su propia casa.

De entrada, León XIV parece que no va a dar marcha atrás en el camino marcado por Francisco, porque habla de su deseo de una “Iglesia sinodal” –la sinodalidad tiene como objetivo abrir la institución cristiana a todos los feligreses para hacerla más horizontal y universal, menos centralista y más presente en la periferia–, impronta determinante de su antecesor.

El papa es todopoderoso, pero lo limitan dos inmensos temores: el temor a Dios y el temor a un cisma. De hecho, Francisco aplacó con un severo castigo una conspiración que avanzaba en su contra. Excomulgó al entonces nuncio en Washington, monseñor Carlo Maria Viganò. Lo encontró culpable del delito de cisma.

El temor a una profunda división en la Iglesia por temas doctrinales, como la apertura a otros credos; la autorización del obispo de Roma para bendecir a las parejas del mismo sexo –que no signifique aprobar estas uniones–; el no cerrar de manera definitiva la posibilidad del sacerdocio femenino –tema en estudio–; permitir que los divorciados vuelvan a comulgar; la moral sexual y la definición sobre si el perdón es un derecho humano, sin la condición fundamental del arrepentimiento, entre una lista extensa de temas, van a llevar al papa León XIV a medir cada paso y a controlar cada palabra de forma milimétrica.

El recién elegido Papa León XIV, Robert Prevost, se dirige por primera vez a la multitud desde el balcón principal de la logia central de la Basílica de San Pedro.
El recién elegido Papa León XIV, Robert Prevost. | Foto: AFP

“Cada línea teológica –escribió Francisco en junio de 2023– tiene sus riesgos, pero también sus oportunidades”. Como está hoy la situación de la Iglesia, son mayores los peligros de división irreconciliable.

Lo más seguro es que avance en la descentralización de la Iglesia, pero los demás temas los congele durante varios años para tranquilizar al sector más conservador. Tendrá que caminar muy lento y calculado cada uno de sus movimientos sobre un campo minado. Tiene una ventaja: le sobra el tiempo, que les falta a los mayores opositores a la herencia pontificia de Francisco.

Ahora bien, después de que pase la emoción –normal y elevada por la sorpresa–, la pregunta es: ¿realmente está el mundo preparado para un papa de los Estados Unidos?

*Periodista experto en asuntos del Vaticano. Fue Premio Rey de España de Periodismo y ha ganado dos Premios Simón Bolívar.

Noticias relacionadas