Estados unidos
Joe Biden en la cuerda floja: la investigación que podría llevarlo a la destitución
En la Cámara de Representantes de Estados Unidos se abrió la puerta para un eventual juicio político contra Joe Biden. Sin embargo, paradójicamente, este hecho podría impulsar su carrera por la reelección frente a Trump.
Esta semana, el presidente de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Kevin McCarthy, anunció una investigación para un posible juicio político contra Joe Biden por corrupción. McCarthy argumentó que el líder demócrata había “engañado” al pueblo estadounidense sobre los controvertidos negocios de su hijo Hunter, quien es acusado de adquirir fortunas mediante diversos acuerdos comerciales con negocios extranjeros.
A su vez, desde la Casa Blanca reaccionaron y criticaron el proceso como “política extrema en su forma más negativa”. Según la carta magna estadounidense, el Congreso puede destituir al presidente por “traición, soborno u otros delitos graves y faltas”.
Los republicanos, que controlan la Cámara desde enero, investigan los asuntos relacionados con Hunter Biden, el hijo menor del presidente, quien, además, fue imputado el jueves de tres cargos relacionados con la compra y posesión de armas, un asunto ilegal cuando se trata de una persona con adicciones. A pesar de las acusaciones de McCarthy sobre una “cultura de la corrupción”, la Casa Blanca enfatiza que Biden no ha incurrido en conducta indebida y califica las acusaciones sobre los negocios de Hunter Biden como un “ardid político”.
Ahora, tras la reacción de la Casa Blanca, el propio Joe Biden expresó su sentir sobre todo lo que concierne al posible juicio y afirmó en declaraciones recopiladas por CNN: “No sé muy bien por qué, pero simplemente sabían que querían acusarme. Y ahora, lo mejor que puedo decir es que quieren destruirme porque quieren poner fin al Gobierno”. De igual forma, dice experimentar un constante escrutinio sobre “el proceso de destitución”, aunque su enfoque principal sigue siendo su labor cotidiana.
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“Cada mañana, me levanto con la tarea de trabajar en serio. No es un juego, no estoy centrado en el juicio político. Tengo un deber que cumplir, que consiste en abordar los desafíos que impactan a los ciudadanos estadounidenses a diario”, subrayó. De igual forma, el proceso legal que se procederá para una supuesta destitución de un presidente en Estados Unidos llegará a la Cámara de Representantes, que votará por mayoría simple sobre los cargos específicos, conocidos como impeachment.
Si hay una acusación, el Senado, la Cámara Alta del Congreso, ejecuta el juicio. Después de debates, los 100 senadores emiten su voto sobre cada cargo. Para condenar al presidente se necesita una mayoría de dos tercios, lo que resultaría en una destitución automática y definitiva.
Si no se alcanza esa mayoría, el presidente es absuelto. Hasta el momento, en la historia de Estados Unidos, ningún presidente ha sido destituido por medio de un juicio político tras los casos de Andrew Johnson, que afrontó un proceso de destitución en 1868, mientras que Bill Clinton experimentó un llamado similar en 1998. Recientemente, Donald Trump enfrentó dos procesos de destitución, uno en 2019 y otro en 2021.
A diferencia de Richard Nixon, que en 1974 tomó la decisión de renunciar a su cargo como presidente de los Estados Unidos. Esta acción se llevó a cabo para evitar una destitución segura del Congreso debido al escándalo Watergate, que amenazaba su mandato y su legado político.
En el panorama político actual, se anticipa que la figura de Donald Trump adquiera un papel aún más destacado. A pesar de enfrentar tres procesos legales en su contra, el expresidente se mantiene resuelto en su objetivo de regresar a la Casa Blanca. Desde que asumió la presidencia de Estados Unidos en 2017, Trump ha seguido de cerca cada paso de Joe Biden y la influencia que este podría ejercer, tanto durante su mandato como en un posible desafío electoral futuro.
Biden emergió como un competidor en las pasadas elecciones presidenciales de 2020, que finalmente resultaron en su victoria como candidato demócrata. Esta rivalidad entre Trump y Biden, junto con la persistente ambición política del primero, promete ser un tema relevante y de constante interés en el escenario político estadounidense a mediano plazo.
Con esa reelección en juego, Trump, fiel a su estilo, optó por una estrategia que involucraba la búsqueda de información comprometedora sobre los Biden. A comienzos de 2019, envió a su abogado personal, Rudy Giuliani, a Kiev, Ucrania, con el propósito de investigar posibles aspectos negativos relacionados con la familia Biden. Cuando los esfuerzos de Giuliani no surtieron efecto, Trump decidió incrementar la presión en julio, al retener 400 millones de dólares en ayuda militar destinada a Ucrania, bajo el mandato del presidente Volodímir Zelenski.
En una llamada telefónica que tuvo lugar el 25 de julio, Trump hizo referencia al apoyo estadounidense y, de manera insistente, instó a Zelenski a llevar a cabo una investigación sobre los Biden, solicitando que se anunciara públicamente el resultado de dicha pesquisa.
Esta llamada se convirtió en el punto central y terminó siendo un ‘tiro por la culata’, ya que desembocó en el primer juicio político de Trump, en el que se le acusó de haber solicitado de manera inapropiada la intervención extranjera en las elecciones estadounidenses. Si bien todavía no se tienen certezas en cuanto al juicio político, la Casa Blanca, bajo la dirección de Ian Sams, el vocero oficial, dejó otro comunicado, que ha captado la atención tanto de los medios como de la opinión pública en general.
En ese memorando se hace un enérgico llamado a los líderes editoriales de las principales organizaciones de noticias en Estados Unidos para que intensifiquen su nivel de escrutinio hacia los republicanos de la Cámara de Representantes que han puesto en marcha la investigación de una posible destitución.
Esta observación se basa en lo que la Casa Blanca considera como afirmaciones falaces y desprovistas de sustento. La administración argumenta de manera contundente que hasta el momento no se ha presentado ninguna evidencia sustancial que respalde las acusaciones dirigidas contra el presidente Biden.
Este llamado busca, en última instancia, garantizar la integridad y la verdad en el proceso de juicio político en curso. Según los expertos y previsiones, es poco probable que el presidente 46.º de los Estados Unidos, Joseph Robinette Biden Jr., termine apartado de su puesto.
Por su mayoría en el Senado, este caso podría llegar a ser un envión anímico y un ‘arma’ de cara al proceso electoral que se avecina en la primera potencia en el mundo y estima un cara a cara hasta el final de Trump vs. Biden.
Este escenario se plantea debido a la posibilidad de que el presidente utilice una investigación de destitución como un medio para revivir uno de los pilares fundamentales de su campaña presidencial de 2020: su firme oposición a Trump, el extremismo y los intentos de socavar la democracia estadounidense.
Aunque no surjan pruebas concluyentes de delitos, el presidente podría capitalizar su situación desafiante para presentarse como un defensor decidido contra la discordia y las tácticas políticas a lo Trump.
Como resultado, las elecciones de 2024 podrían transformarse en un referéndum sobre la supuesta anarquía de su oponente más probable, quien, a pesar de las acusaciones iniciales, que parecen no afectar a sus seguidores y potenciales votantes, se mantiene firme en las primeras encuestas con una leve ventaja.
Esto, a su vez, desplazaría el enfoque central de la campaña lejos de su propio historial y proporciona el “agua sucia” hacia el Partido Republicano, creando un panorama político complejo y altamente competitivo de cara a las elecciones venideras que se celebrarán el martes 5 de noviembre de 2024.