MUNDO
Francisco: el papa que defendió a los migrantes y enfrentó al poder
Francisco convirtió a la Iglesia en un refugio cuando los gobiernos cerraban las puertas.

La muerte del papa Francisco no solo deja un vacío en el Vaticano, sino también en el debate global sobre los derechos humanos y la dignidad de los migrantes.
Desde el inicio de su pontificado en 2013, Jorge Mario Bergoglio fue una de las voces más firmes y constantes en la defensa de quienes huyen de la pobreza, la violencia y la persecución. Su mensaje, a menudo incómodo para los líderes políticos, tuvo un eco particular en Estados Unidos, donde el tema migratorio ha sido uno de los más polarizantes en la última década.
Rest in Peace, Pope Francis. ✝️ pic.twitter.com/8CGwKaNnTh
— The White House (@WhiteHouse) April 21, 2025
Durante sus visitas a América del Norte, especialmente la que realizó en 2015 a Washington, el papa dejó claro que la acogida de migrantes no era solo una cuestión de caridad cristiana, sino una responsabilidad moral y política de las naciones desarrolladas.
Frente al Congreso de Estados Unidos, Francisco habló de los millones que, como él mismo de niño, se vieron obligados a dejar sus tierras en busca de un futuro mejor. Ese discurso fue interpretado por muchos como una crítica directa a las políticas de exclusión migratoria que ya comenzaban a tomar fuerza en el país.
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Años más tarde, su postura se hizo aún más contundente frente al endurecimiento de las fronteras, la separación de familias y los discursos de odio. Sin mencionar directamente a líderes como Donald Trump, el pontífice condenó el uso político del miedo al extranjero y la construcción de muros como símbolo de aislamiento.

Su frase “el que levanta muros se convierte en prisionero de ellos” se convirtió en titular mundial y alimentó tanto la admiración como el rechazo de sectores en Estados Unidos.
Las palabras del papa no se quedaron solo en declaraciones. Bajo su liderazgo, el Vaticano apoyó a organizaciones católicas que ofrecían ayuda legal y humanitaria a migrantes en la frontera entre México y EE. UU.
También impulsó una red global de acogida y acompañamiento desde la Iglesia, que tuvo especial presencia en ciudades como Los Ángeles, Nueva York, Houston y Chicago. En estos lugares, la comunidad católica se convirtió en un actor clave en la protección de derechos básicos, muchas veces en tensión con las políticas federales.

El impacto político de su mensaje fue ambivalente. Mientras líderes demócratas lo citaban en debates sobre reforma migratoria, sectores conservadores lo acusaban de entrometerse en asuntos de Estado. Sin embargo, incluso entre sus críticos, el papa logró que la Iglesia dejara de ser un actor pasivo en este debate para convertirse en una voz activa y global por la dignidad humana.
Con su muerte, muchos se preguntan si el próximo pontífice mantendrá esta línea valiente y directa. El reto será enorme, especialmente en un momento en que los flujos migratorios están aumentando y los discursos xenófobos resurgen en el escenario político. Lo cierto es que la voz de Francisco, pausada pero firme, seguirá resonando como un llamado a la compasión en un mundo que todavía se debate entre el miedo y la humanidad.