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Elon Musk: del privilegio en Sudáfrica en época del apartheid al poder en Washington
El magnate tecnológico, que ahora es una de las figuras más poderosas de la Casa Blanca, nació y vivió su infancia en Sudáfrica, cuando el sistema de racismo flagrante en contra de los africanos negros estaba en su final.

Elon Musk, quien actualmente figura como una de las personas más ricas del mundo, se ha convertido rápidamente en una influencia muy importante para la política de Estados Unidos, cumpliendo como el asesor más cercano del presidente Trump e instando a la administración a seguir sus extravagantes medidas para reducir el presupuesto, tal como se lo pidió el presidente.
En las primeras semanas de este nuevo gobierno se le ha visto activo en todas las polémicas que se han desatado, y su presencia en el gabinete ha generado cualquier cantidad de cuestionamientos sobre su poder real en la Casa Blanca. Su extraordinaria vida, como dirigente de importantes empresas tecnológicas, y su concepto sobre la sociedad han causado revuelo y choques ideológicos en los estadounidenses.
Este enigmático personaje, nacido en Sudáfrica hace 52 años, vivió una vida muy privilegiada desde entonces. Pasó sus últimos años escolares en un ostentoso colegio masculino en Pretoria, en un gran campus rodeado de árboles y donde únicamente se admitían estudiantes blancos. Residía en un casa familiar cerca a la institución, en Waterkloof, un suburbio de Pretoria, con todas las comodidades.

En 1984, en los últimos años del apartheid -que fue un sistema de racismo flagrante que sacudió África desde 1948- los distritos negros de todo Sudáfrica se rebelaron, hasta que en 1986, el gobierno de la minoría blanca -que estuvo en el poder por tantos años- declaró el estado de emergencia. Mientras la revolución estaba al orden del día, y cientos de negros luchaban por su libertad e igualdad, los enclaves blancos seguían disfrutando de su próspera y pacífica vida, como era el caso de Musk.
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“Mientras que el país en su conjunto estaba en llamas y en agitación, nosotros estábamos felizmente muy seguros en nuestros pequeños suburbios arbolados, siguiendo con nuestra vida muy normal”, contó al medio The Guardian Jonathan Stewart, quien estudió en el mismo colegio que Musk, junto con el novelista ganador del premio Booker, Damon Galgut, y el asesino y atleta paralímpico, Oscar Pistorius.

La historia se torna irónica cuando el pasado mes, el multimillonario criticó en su cuenta de la red social X (de la que es dueño) las “leyes abiertamente racistas” de Sudáfrica y manifestó estar de acuerdo con la afirmación: “Los sudafricanos blancos están siendo perseguidos por su raza en su país de origen”.
Su influencia sobre el presidente Trump se hizo nuevamente evidente, luego de que estas declaraciones, el mandatario firmara una orden ejecutiva que acusaba al gobierno del país africano de “discriminación racial injusta” contra los sudafricanos blancos, además trajo a colación una ley que permite la expropiación de tierras bajo determinadas circunstancias, aludiendo a que deberían ser expropiadas las tierras de agricultores negros para devolvérselas a los blancos.

Como primeras decisiones de su gobierno, nombró al Musk como jefe del Departamento de Eficiencia Gubernamental (Doge) con el propósito de reducir los gastos federales. Bajo este nuevo organismo, los dos magnates recortaron las ayudas presupuestales que enviaban a Sudáfrica y que eran destinadas para ofrecer tratamiento a las personas diagnosticadas con sida, lo que puso en riesgo cientos de vidas.
Sin embargo, aún no es clara la participación de Musk para que Trump tomara estas medidas, ya que desde su primer mandato ha estado interesado por la supuesta persecución de los africanos blancos, cuando un grupo de agricultores viajó a Estados Unidos para afirmar, falsamente, que estaban siendo asesinados por sus tierras y que el gobierno estaba siendo cómplice del macabro plan. Trump vio la entrevista de este grupo en Fox News en ese entonces y mostró instantáneamente su apoyo.

No es nuevo que los africanos blancos señalen que han sufrido discriminación en el continente. A mitad de febrero, grupos de ciudadanos se plantaron frente a la embajada de Estados Unidos en Pretoria con carteles que decían “Gracias a Dios por el presidente Trump” y “Hagamos que Sudáfrica vuelva a ser grande”. Y aunque no han demostrado que pretenden volver al apartheid, es muy inusual escuchar a un sudafricano blanco recordar aquella época con nostalgia, incluso la han descrito como una “buena época”.
Es un misterio saber hasta qué punto su vida viviendo en los suburbios de Sudáfrica, y bajo el colapso del régimen de apartheid influyeron en sus posiciones actuales. Se le ha visto públicamente haciendo el conocido saludo nazi -que ha negado constantemente- y ha expresado su apoyo a partidos políticos de extrema derecha, como Alternative für Deutschland en Alemania.