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Donald Trump la emprende contra los universitarios: la historia de su pelea con Harvard y cómo afecta a Colombia
El presidente Donald Trump la emprendió contra los estudiantes y les cortó el chorro a las universidades de élite de Estados Unidos por la vía de la financiación y las matrículas. Harvard es el símbolo, pero el impacto es global.


Donald Trump emprendió una nueva guerra con toda ferocidad. Ya no es contra un país o un grupo terrorista. Tampoco contra los millones de migrantes que hay en Estados Unidos, sino contra un grupo menos obvio y más incomprensible: los estudiantes universitarios. Se trata de una puja de fondo que toca algunos de los más sagrados principios de la democracia, la libertad de expresión y enseñanza, así como la autonomía universitaria. Hace unos meses, nadie habría avizorado lo que está pasando ni el riesgo que esta nueva andanada de la Casa Blanca podría representar para miles de jóvenes que van a Estados Unidos a cumplir el sueño de estudiar en una universidad del primer mundo.
En tan solo un par de semanas, el Gobierno trastocó la educación superior. Su principal caballo de batalla ha sido la universidad que por años ha representado a la élite y al pensamiento liberal estadounidense: Harvard. Esa institución, soñada por muchos y por la que pasan anualmente líderes del mundo en todos los campos, reúne todo lo que Trump detesta. Y el regocijo de Trump al acorralarla es evidente.
Lo primero que hizo el primer mandatario fue cerrarle el chorro. Desde abril, Trump venía diciendo que Harvard es un “chiste” que solo enseña “odio y estupidez”. No solo anunció que les recortaba la inmensa ayuda federal que recibían, más de 2.200 millones de dólares, sino que con esa decisión aseguró que la universidad “ya ni siquiera puede considerarse un lugar decente de aprendizaje y no debería figurar en ninguna lista de mejores universidades del mundo”.

Trump les había pedido a Harvard y otras universidades una auditoría, que en últimas significaba un escaneo que pedía poner en evidencia, y sobre todo eliminar, a quienes el presidente denominó “izquierdistas radicales, idiotas y cabezas de chorlito”. También ha dicho que si las universidades quieren recibir fondos públicos no pueden promover políticas de diversidad, como aceptar estudiantes trans en los equipos de mujeres, entre otros asuntos.
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Pese a que Harvard es una de las instituciones educativas más sólidas en términos financieros, el golpe fue grande. Fox sacó las cuentas y aseguró que puede ser alrededor del 34 % del presupuesto operativo anual de la universidad, que fue de 6.400 millones de dólares en 2024. No había pasado un mes cuando, a comienzos de mayo, Trump decidió ordenar otro recorte, ahora de 450 millones de dólares.
Pero la semana pasada el presidente propinó un golpe mucho más doloroso. En una decisión sin antecedentes, le negó a la universidad la posibilidad de enrolar estudiantes extranjeros. La medida, frenada por un juez temporalmente, dejaría a la institución sin una tercera parte de sus estudiantes y, por consiguiente, una cifra similar de sus ingresos por matrículas.
Fuera del impacto económico, también significa el truncamiento de muchos proyectos de vida. “Para las universidades es un privilegio, no un derecho, matricular a estudiantes extranjeros y beneficiarse de sus elevados pagos de matrícula para ayudar a engrosar sus multimillonarias dotaciones”, escribió la secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem, al rector de Harvard, Alan Garber.
Trump aseguró que ganará en los tribunales su pelea con Harvard y ha ido más allá. Dijo, por ejemplo, que espera las listas de estudiantes extranjeros de la universidad para “que podamos determinar, después de un gasto absurdo de miles de millones de dólares, cuántos locos radicalizados, todos alborotadores, no deberían ser autorizados a regresar a nuestro país”.

El mandatario tiene en la mira a Harvard por muchas razones ideológicas, pero la universidad también tiene sus culpas. Es uno de los centros educativos en donde el antisemitismo ha crecido con más fuerza en los últimos años. La prestigiosa revista The Economist mostró cómo en el pénsum había cursos que replicaban prejuicios antiisraelíes. “En el campus y más allá, por ignorancia o malicia, se está extendiendo la izquierda que equipara el racismo con el sionismo y, por ende, con el judaísmo”, sostiene la revista.
Tras el ataque del 7 de octubre de Hamás a Israel y la posterior guerra en Gaza, en las universidades de Estados Unidos, especialmente en algunas de élite, como Harvard y Columbia, crecieron grupos antiisraelíes muy radicales. En 2023 y 2024, antes de que Trump llegara al poder, el Departamento de Educación ya había investigado a Harvard por discriminación. Incluso la presidenta de la universidad, Claudine Gay, tuvo que renunciar en enero del año pasado por acusaciones de antisemitismo. Trump vive describiéndolos como una “institución antisemita de extrema izquierda”.
Cuando se pensaba que la pelea era solo con Harvard, y ante la reacción muy prudente de las demás universidades, que apenas enviaron una carta conjunta pidiendo el respeto por la autonomía de los centros educativos, la medida salió del lujoso campus, con sede en Cambridge, Massachusetts. Hace unos días, Trump congeló todas las solicitudes para visados de estudiantes extranjeros.
El medio Político, fuertemente cuestionado por Trump en el pasado, aseguró que la razón tenía que ver con el deseo de la administración de realizar una exhaustiva revisión de las redes sociales de los aspirantes para poder ejercer un veto.
En este contexto, se dio otra decisión que se enmarca en una guerra más amplia. El secretario de Estado, Marco Rubio, anunció que Estados Unidos “revocará agresivamente las visas de estudiantes chinos”.
China, que está en una especie de pausa por 90 días en la guerra arancelaria con Trump, volvió a encender motores. “Estados Unidos ha revocado de manera irracional las visas de los estudiantes chinos bajo el pretexto de ideología y (protección de) los derechos nacionales. Esta práctica política y discriminatoria de Estados Unidos ha expuesto las mentiras de la supuesta libertad y apertura que Estados Unidos siempre ha promocionado, y ha dañado aún más su propia imagen internacional, imagen nacional y credibilidad”, declaró la portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China en una conferencia de prensa.

El impacto de lo que Trump ha hecho con las universidades tiene una consecuencia enorme en muchísimos colombianos. Óscar Escobar, un estudiante de maestría que se graduó hace unos días, le contó a SEMANA la angustia que se vive entre sus connacionales. “Hay muchos que quisieran también hablar, pero no lo van a hacer porque tienen temor. Son personas que tienen proyectos de vida muy importantes en Estados Unidos, que están trabajando en organismos multilaterales, en bancos de inversión. Todas han construido un proyecto de vida en Estados Unidos, con carreras altamente exitosas”.
Otros estudiantes ya admitidos en otras universidades también mencionaron su preocupación. “Pensaba viajar en septiembre hacia Texas para estudiar en la A&M. Estoy en los trámites de la visa de estudiante y esto me cayó como un baldado de agua fría. No sé qué hacer, mi familia no sabe qué hacer. Tengo vuelo comprado, ya había cuadrado el apartamento y todo. Es un sueño que me había trazado hace tiempo y ahora siento que todo se derrumba”, sentenció Juan Pablo Vargas.
Natalia López también contó su historia: “Yo iba a estudiar leyes en Oklahoma. La idea era iniciar el próximo año. Pero parece que, si no cambia, todo esto será un sueño perdido. Mi familia está muy triste; rezamos mucho desde que supimos la noticia y estamos pensando en qué hacer. Ojalá el presidente Trump reconsidere sus ideas. No somos criminales, no somos gente mala por ser colombianos, solo buscamos un futuro mejor para nosotros y nuestras familias”.
Las universidades y los estudiantes confían en que las cortes los protejan. Pero, aun con fallos favorables, la pelea apenas comienza y puede ponerse peor.