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Viaje a lo profundo de Córdoba: un recorrido inolvidable para descubrir “otro Caribe”
Córdoba brilla por su oferta cultural y turística. En sus 30 municipios se esconden experiencias únicas. Aquí un recorrido por sus maravillas.


Pudo ocurrir en cualquier otro lugar, pero fue en Cereté, Córdoba. En pleno atardecer, en medio de una calle que todavía conserva intacta su arquitectura colonial y donde solo había silencio, un hombre —sombrero vueltiao en la cabeza, la cara llena de júbilo— que vociferó: En este emporio de riqueza, Cereté eres la grandeza. Y qué viva la tierra del algodón. El grito quedó vivo en el aire durante un par de segundos.
Las demás personas —vestidas con flores rojas, faldas y ‘rabo e gallos’— le respondieron con un contundente wepajé. Entonces las gaitas, las maracas y los tambores se despertaron: una armonía vibrante que indicaba que la fiesta había comenzado.

Hacía un calor húmedo, asfixiante, pero los bailarines de la cumbiamba apenas lo notaban: agitaban sus caderas sin transpirar una gota. Era un miércoles cualquiera y los transeúntes los observaban sin el menor rastro de estupor. Ya están acostumbrados.
“La cumbiamaba es un encuentro que incita a cantadores, versadores y bailadores, y que inevitablemente termina en un jolgorio. Es una expresión que retrata otra época de Cereté, cuando los enfrentamientos se solucionaban a través del baile y el canto. Hay tambores alegres, tamboras y gaitas cortas”, explicó Ángela Dueñas, historiadora y cofundadora de la agencia Córdoba Turismo Real.
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Era como un viaje en el tiempo. Al bailar —primero los hombres, luego las mujeres— sostenían una vela encendida en sus manos y mientras la cera se les derramaba por el antebrazo cantaban y sonreían. Sin parar.

“Es una tradición de la zona media del Sinú. Antes los campesinos se reunían alrededor de los tambores, las gaitas y el baile. Y ahora el Festival Nacional de la Cumbiamba es nuestra fiesta principal. Todos se preparan: los colegios, las juntas. Es una relación viva”, afirmó José Gregorio Guzmán, coordinador general de la Fundación Cumbiamba de Cereté.
En Cereté el aire tiene una cualidad mágica. Y mientras tanto en la Calle de las Flores puede darse un enfrentamiento de cumbiambas, y a escasos metros encontrarse a un grupo de poetas —sentadas a orillas del Sinú— declamando poesía, desatornillándose el corazón.

“Somos un destino poético, con un proceso cultural de décadas. Tenemos manifestaciones que ahora están en busca de la patrimonialización como el Encuentro de Mujeres Poetas o como ocurre con la cumbiamba, que recoge las raíces que configuraron nuestro territorio”, señaló Andrés Reza, coordinador cultural del municipio.
Lo que ocurre durante el Encuentro de Mujeres Poetas es por lo menos fascinante. La poesía sinuana, encarnada únicamente en las voces de mujeres cereteanas, llega hasta las esquinas olvidadas, las escuelas o incluso debajo de los palos de mango.
Para Reza, Cereté ha engendrado una nueva generación poética —algo así como la Generación del 50 o la Sin Nombre— que “también ha servido como semillero para que las niñas y jóvenes escriban poesía. Ya son como 10 o 12 mujeres. Y eso, en un pueblo pequeño del Caribe colombiano, machista, es bastante”, apuntó.

Dicen que Cereté es tierra de poetas y lo es. Pero la realidad es que Córdoba completa ha sido la cuna de cientos de artistas: el escritor Manuel Zapata Olivella, el poeta maldito Raúl Gómez Jattin, el juglar Pablito Flórez y la cantante de vallenato Lucy González, ‘La Cieguita’, son solo algunos nombres que encabezan la lista. Inspirados en el río Sinú, en la puya o en los cordobeses mismos, han consolidado novelas emblemáticas como Changó, el gran putas y Tierra mojada, y composiciones musicales como La tabaquera o La aventurera. Melodías que suenan a cada paso, en cualquier rincón.
35.000 vinilos de historia
Sonaba en la tornamesa: “Hace tiempo que ha salido de mi tierra / Una mujer aventurera / Nadie sabe dónde está. / Se ha perdido de todas las carreteras / De todas las provincias / Pueblos y ciudad”. La voz era de Pablito Flórez, un hombre cuyo talento y fervor lo posicionó hace más de 50 años como el Juglar del Sinú: a lo largo de su vida escribió más de mil canciones y grabó 50 discos. La aventurera fue su obra maestra.
Era jueves, y al norte de Montería, en el barrio San Francisco, Carlos Javier Pérez —coleccionista musical— buscaba entre 35.000 discos el de Pablito Flórez. Revisó uno o dos estantes y en un segundo lo encontró. Pérez, un psicólogo metódico y obsesivo, recuerda la posición exacta de cada vinilo. Su curaduría era excepcional: Claudia de Colombia, Totó la Momposina, Julio Iglesias. Nació en Antioquia, pero Córdoba lo flechó para siempre.

“En Córdoba hay todo un mundo musical. Además de que la gente misma lo es. Uno pensaría que no, pero en el departamento hubo una producción musical excepcional. Conocí Montería y dije: “Voy a terminar vivienda acá”. Y lo hice. Hay algo muy lindo del territorio y es que tiene un paisaje sonoro. Uno va por el centro y se encuentra una banda, un grupo de vallenato o un gaitero. Este es mi polo a tierra”, aseguró Pérez.
Candelazos Tropicales está oculto en un barrio residencial, en una casa de ladrillos. De modo que solo hay dos opciones para poder acceder: adivinando que existe o a través de la experiencia turística de ‘Paladares Musicales’.
Paladares musicales
Al inventar ‘Paladares Musicales’, la operadora turística Córdoba Turismo Real se hizo una promesa: contar un Caribe diferente, histórico, que indagara mucho más en los acontecimientos que configuraron hace tantos años al departamento y que se desprendiera de los imaginarios comunes. “Córdoba es solo tierra de ganaderos” o “Es el paso obligado hacia las playas de Coveñas”.
Ángela Dueñas, cofundadora de la agencia, dirige generalmente los recorridos. Su acento y conocimiento le conceden cierto encanto: al rememorar las historias sobre la fundación de Montería o la influencia sirio-libanesa del territorio es capaz de hipnotizar. La belleza de los paisajes, claro, también ayuda.

“Con Paladares Musicales buscamos entre los recovecos del sabor. Indagamos en las preparaciones y en la relación directa que tiene con la música y las sonoridades. Acompañamos cada experiencia con bocados, platos o narrativas, y así conectamos la experiencia. Además, contamos con la participación de chefs como Marcela Doria o investigadores como Carlos”, puntualizó Dueñas.
Y es verdad. La experiencia de Paladares Musicales reúne las expresiones culturales y artísticas más importantes para presentárselas a los turistas de formas impensables. Además de vivir la cumbia al rojo vivo, presenciar un concierto de banda o conocer la colección de vinilos más grande del departamento, los visitantes también disfrutan de una gastronomía excepcional: las preparaciones de restaurantes como Menderek, La Bonga del Sinú o de la chef Marcela Doria.
“No podemos dejar de lado la parte de cómo es que las sonoridades se relacionan con lo que comemos. Las preguntas fundamentales son importantes. ¿A qué te sabe un porro cordobés? ¿A qué te suena una empanada? Todas esas relaciones están vinculadas al sincretismo cultural. Y lo que nosotros resaltamos es eso: lo distinto”, añadió Dueñas.
Cada vez más Córdoba se ha posicionado como un destino imperdible para el turismo nacional e internacional. En abril de 2025, por ejemplo, el departamento registró un aumento del 26% en visitantes, superando los 5.000, y la ocupación hotelera alcanzó el 42,5%. Eventos como el Festival de la Cumbiamba, la celebración de la Semana Santa en Ciénaga de Oro, la riqueza patrimonial de Lorica y las playas de Moñitos son solo algunas de las principales razones. La conexión aérea también ha sido clave.

En los últimos años, la demanda de viajeros llevó a un aumento en los vuelos hacia Montería. Tanto Bogotá como Medellín han sido los destinos de origen con más visitantes. El pasado mes de junio, Latam registró cada semana 23 rutas Bogotá-Montería —tres diarias en promedio— y otras 8 entre Medellín y Montería.
Un Caribe distinto
No era la última parada de ‘Paladares Musicales’, pero sí la más inesperada. En Pelayito, un corregimiento de San Pelayo, se encontraba el Teatro Nacional de Pelayito. Una casa blanca, de un solo piso, con un bosque al fondo donde se realizan todos los ensambles. Cualquiera imaginaría el teatro con una platea o un anfiteatro, pero en Pelayito las obras se presentan bajo el sol.
Dirigido por William López —artista y director—, este teatro es el único en el territorio. Y como en el municipio no existen los escenarios, a veces se presentan debajo de los árboles. Su última presentación fue una dramaturgia inspirada en la vida de Raúl Gómez Jattin y tuvo una sola función. La escenografía y los vestuarios —igual que en todas las obras que se ingenian— fue hecha con desechos: metal, hamacas.

“Nosotros somos espontáneos, no tenemos un libreto. Porque pienso que el arte se va consumiendo por sí solo, no planea nada en la vida, así como se mueve el corazón. Aparte de los materiales que restauramos, también restauramos el mapá psicológico de las personas para que exploren sus caminos”, precisó López.
Al mediodía, bajo un sol casi insoportable, López se sentó con algunos de sus alumnos en bancas de madera. Bebían leche de arroz, tinto, y conversaban. Era el inicio de una de sus consabidas tertulias. Las gallinas cacareaban, el viento soplaba con sutileza. Entonces López dijo, con una seguridad férrea: “Córdoba es una tierra con imán donde se gestan todas las ideas”. Todos asintieron.