Sostenibilidad
Valle del Cauca: epicentro de una nueva conversación sobre la biodiversidad
Después de la COP16, que se realizó en Cali, el suroccidente del país avanza en su consolidación como un territorio donde la ciencia, las comunidades y la naturaleza se encuentran. Desde allí surgen mensajes que resuenan en el mundo.
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En el Valle del Cauca la naturaleza parece desplegar todas sus versiones posibles. Desde los páramos de las cordilleras hasta los bosques húmedos del Pacífico, el departamento reúne un mosaico de ecosistemas que concentran buena parte de la riqueza biológica del país.
Según la Corporación Autónoma Regional del Valle del Cauca (CVC), el territorio cuenta con más de 670.000 hectáreas protegidas entre áreas públicas y privadas, convirtiéndose en el primer departamento de Colombia en número de áreas protegidas: 222 en total. Esa red de conservación resguarda el 51 por ciento de las aves y el 39 por ciento de los mamíferos del país, además de seis complejos de páramos, 23 humedales y manglares en proceso de restauración.
Este inventario natural explica por qué el Valle fue sede de la COP16 de Biodiversidad y por qué hoy es un laboratorio de conservación y ciencia aplicada. Según la CVC, en los últimos años se han sembrado 8,5 millones de árboles, restaurado 7.117 hectáreas y vinculado 223 empresas al programa Valle Carbono Neutro, de las cuales 19 ya son carbono-neutrales. El departamento cuenta con 296 negocios verdes y 16 centros de educación ambiental dedicados al turismo de naturaleza.
Sin embargo, la historia ambiental del Valle del Cauca no se reduce a cifras. Desde la COP16 la región ha cambiado su narrativa: pasó de verse como una economía cañera a reconocerse como un territorio que puede prosperar desde su biodiversidad.
Cali, corazón científico y comunitario
Para Alicia Lozano Vila, directora encargada del Instituto Humboldt, la COP16 marcó un punto de inflexión en la manera en que el Valle del Cauca y su capital se piensan a sí mismas. “A partir de ese momento cambia la narrativa –afirmó–. Cali está inmersa en uno de los territorios más biodiversos del mundo, el Pacífico colombiano, y debe entenderse como una economía basada en la naturaleza”.
El instituto ha acompañado varios procesos que surgieron después de la conferencia. Uno de ellos es el corredor biológico del río Cauca, de más de 890 kilómetros, impulsado con Asocaña, que conecta el valle geográfico con los Farallones y el Pacífico. “Lo interesante –explicó Lozano– es cómo el sector productivo está adoptando un lenguaje técnico y claro sobre biodiversidad. Eso muestra un cambio cultural profundo”.
Otro hito reciente es la instalación de 120 cámaras trampa en las estribaciones de los Farallones, en alianza con la Alcaldía de Cali y el Departamento Administrativo de Gestión del Medio Ambiente (Dagma). El proyecto, que incorpora herramientas de inteligencia artificial para identificar especies y procesar datos, convierte a la ciudad en la primera del país en incorporarse a la red Otus, una red urbana de monitoreo de fauna. “Esto permite tomar mejores decisiones sobre el territorio porque la ciencia entrega información en tiempo real sobre la fauna y los ecosistemas que conectan la ciudad con su entorno natural”, agregó Lozano.
El trabajo científico se complementa con una creciente articulación social y académica. Durante la COP16 y después de ella, el Humboldt fortaleció su cooperación con Comfandi, universidades locales y la comunidad, y anunció que en 2026 Cali será sede del festival internacional The Nature of Cities, una iniciativa cultural y científica que ha pasado por París, Berlín y Nueva York. “Eso demuestra que la comunidad está lista para seguir abordando la biodiversidad desde la ciencia, y desde la cultura y la participación ciudadana”, anotó la directora.
Ahora bien, esa apropiación social se hizo visible nuevamente durante la Semana de la Biodiversidad, realizada en Cali a comienzos de octubre de 2025. Según su coordinadora técnica, Angélica Mayolo, el evento buscó que la ciudad no se quedara en el recuerdo de la COP, sino que continuará liderando una conversación global sobre sostenibilidad. “La Semana de la Biodiversidad abordó los tres grandes desafíos ambientales que tenemos a escala mundial: la pérdida de biodiversidad, el cambio climático y la descertificación de suelos”, afirmó.
El encuentro logró reunir más de 60.000 personas en más de 140 eventos, con más de 300 speakers y participantes de más de 17 países. De todas las jornadas, Mayolo destacó tres: la agenda académica Bioconecta (21 universidades y centros como el MIT, Agrosavia y la Universidad del Valle); el Encuentro de Ciudades y Regiones por la Biodiversidad; y la Cumbre de Innovación e Inversión para la Biodiversidad y Economías Futuras del BID, que contó con la participación de más de 19 países.
“La Semana de la Biodiversidad se convirtió en una plataforma para impulsar el Fondo Cali, un fondo global destinado a financiar proyectos de conservación y restauración –explicó Mayolo–. Queremos que sea una herramienta que apoye directamente a las comunidades locales y rurales que hacen conservación en el territorio”.
El reto, dijo, es que esta iniciativa sea, más que un evento aislado, una tradición con resultados tangibles. “Tuvimos el respaldo de más de 40 organizaciones internacionales, gobiernos, academia y sector privado. La clave está en mantener esta articulación para que Cali continúe siendo el epicentro de la conversación ambiental de América Latina”.
El futuro verde de una región biodiversa
Si la ciencia y la ciudadanía son la base del cambio, las organizaciones ambientales han sido el puente que conecta el territorio con la política global. Luis Fernando Gómez, coordinador regional Pacífico de WWF Colombia, aseguró que la región avanza en la consolidación de una ruta de largo plazo entre la biodiversidad y el desarrollo. “La Semana de la Biodiversidad fue un escenario clave de seguimiento a la COP16 y de conexión con la agenda de cambio climático que se abordará este año en Belém, Brasil”, explicó.
WWF ha trabajado en la restauración de ecosistemas estratégicos como el río Atrato, los manglares del Pacífico, y los parques Los Farallones de Cali, Tatamá y Acandí, en coordinación con comunidades, el Ministerio de Ambiente y aliados privados. “El bienestar social depende del bienestar natural –dijo Gómez–, y ese principio debe incorporarse en las estrategias de desarrollo del Valle y del Pacífico”.
La organización impulsa un modelo de crecimiento verde e inclusivo, que fomente el paso del extractivismo de corto plazo hacia la bioeconomía: un enfoque que convierte la biodiversidad y la diversidad cultural en motores de productividad sostenible. “Hay interés y compromiso del sector privado para sumarse y aportar a la sostenibilidad como estrategia de competitividad regional –explicó Gómez–, y para eso es necesario consolidar hojas de ruta con visión intersectorial y participación real de todos los actores”.
Así las cosas, los desafíos son amplios. Aunque Cali y el Valle del Cauca han avanzado en integrar políticas ambientales, aún es necesario asegurar la financiación de largo plazo y mantener el liderazgo de las comunidades étnicas y rurales. “En la COP16 se reconoció el papel de los pueblos afrocolombianos e indígenas en la conservación. Su participación es fundamental en la gobernanza del territorio”, afirmó Gómez.
Esa gobernanza, que mezcla saber ancestral y ciencia moderna, está moldeando una identidad ambiental que ya trasciende fronteras. Desde la CVC, los programas de restauración han logrado 5.000 hectáreas recuperadas en cuencas con Acuerdos Recíprocos por el Agua, 350 hectáreas de manglar restaurado, 25.000 hectáreas bajo manejo sostenible y más de 54.000 personas beneficiadas. Estas cifras respaldan una transformación que mejora los ecosistemas y redefine la relación entre la gente y la naturaleza.
En ese contexto, el Valle del Cauca se perfila como un territorio clave para el cumplimiento de los objetivos globales de biodiversidad: un laboratorio natural donde confluyen políticas públicas, innovación científica y compromiso ciudadano. Y en ese sentido, la instalación del festival The Nature of Cities, el fortalecimiento del Fondo Cali y los proyectos de conectividad ecológica son señales de que la región asume su papel más allá de sus fronteras.
“Cali y el Valle solo serán un verdadero epicentro de biodiversidad si logran una gestión coordinada con resultados visibles. Los logros tempranos consolidarán a la región como ejemplo de transformación productiva, social y económica con inclusión y equidad”, concluyó Gómez.
