Opinión

Una nueva era del turismo en Colombia: “debe ser sostenible”

La vocación del sector del turismo debe ser irremediablemente la de consolidar una cadena más amigable con el medioambiente y las comunidades. Aquí algunas tareas imprescindibles.

20 de junio de 2025, 8:00 p. m.
Una de las prioridades del turismo debe ser la reducción de la huella de carbono. Un territorio que está dando ejemplo es Acandí, Chocó.
Una de las prioridades del turismo debe ser la reducción de la huella de carbono. Un territorio que está dando ejemplo es Acandí, Chocó. | Foto: Jorge Serrato/Cocomasur

El turismo sostenible no es una etiqueta ni un producto que se pueda empaquetar y vender como una oferta diferenciada. La idea de dividir el turismo en “sostenible” y “no sostenible” es un error conceptual. Todo turismo, por principio, debe ser sostenible, de la misma forma que todo trabajo debe ser honrado. La sostenibilidad no es un añadido; es la esencia de un turismo que por definición debe ser responsable con los entornos naturales, culturales y sociales de los destinos. En 2024 se registraron más de 1.400 millones de viajes internacionales, según ONU Turismo, generando impactos profundos en la vida de los destinos, un dato suficiente para tener claro que esta premisa debe guiar cualquier estrategia en el sector.

La sostenibilidad no es una cualidad o característica del turismo, es una condición. No se trata de crear destinos “verdes” para un nicho de mercado, sino de garantizar que cada actividad turística, desde un crucero hasta una caminata en un parque nacional, minimice su huella ambiental, apoye economías locales y respete las identidades culturales.

Oscar Rueda, director de Turismo de CAF (Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe).
Oscar Rueda, director de Turismo de CAF (Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe). | Foto: Cortesía CAF

En Colombia, el turismo aporta cerca del 3 por ciento del PIB (Dane, 2024), el 5,7 por ciento de los empleos (WTTC), y más de un 12 por ciento de las exportaciones del país, sin contar el gasto del turismo interno, otro de los grandes impulsores de nuestra economía. Por eso, esta visión, “obligatoriamente sostenible”, es de urgente implantación para crecer y preservar al mismo tiempo.

Desde lo público, el Gobierno nacional y los territoriales deben liderar con políticas claras. Esto incluye regulaciones que se hagan cumplir, incentivos fiscales (mayores en cuanto mayor sea el énfasis en las prácticas de sostenibilidad) y planes de gestión que eviten la saturación de destinos. Un ejemplo es el Parque Nacional Tayrona, que ha implementado restricciones de acceso para proteger su biodiversidad, un modelo que debería replicarse. Muchas de nuestras playas requieren límites de carga. Desde un transporte público eficiente hasta un sistema de manejo de residuos, estrategias que son clave para reducir el impacto ambiental del turismo.

Minimizar la huella

El sector privado tiene un rol igualmente crucial. Alojamientos, centros de convenciones, parques temáticos, cruceros, operadores turísticos, aerolíneas y transporte terrestre, entre otros, deben adoptar prácticas responsables, como el uso de energías renovables, la eliminación de plásticos de un solo uso, la capacitación y contratación de mano de obra local y el consumo mayoritario de insumos de la región. Los Operadores de Turismo Receptivo y los hoteles han demostrado que integrar comunidades en la cadena de valor no solo es ético, sino rentable. La colaboración público-privada es esencial para financiar estos proyectos sostenibles, a través de certificaciones ecológicas o campañas de educación para viajeros (rol de las agencias), que promuevan un turismo consciente.

Si hablamos de sostenibilidad ambiental, la regla es dejar el lugar como lo encontramos, y para eso solo existen dos medidas. Lo primero es minimizar la huella de carbono, es decir, reducir al máximo la cantidad de gases efecto invernadero (GEI), principalmente emisiones de CO2 que produce nuestro viaje, y compensar lo que no se logre reducir con acciones de conservación o de regeneración. Por ejemplo, un buzo responsable podría sembrar coral en sus inmersiones, o un turista en la playa recoger plástico como práctica de su “bronceado” diario, y un hotel no debería cambiarle a su huésped todos los días las sábanas y toallas (algo que no hacemos en nuestro hogar) ni el turista debería exigirlo.

Por su parte, los establecimientos de alojamiento deben instalar controladores de energía, aires acondicionados y luces que se interrumpen al cerrar la puerta, y recurrir a fuentes de energía alternativa, que a la larga son rentables. El transporte turístico debería iniciar su electrificación. Estas son solo pistas de cientos de prácticas, muchas fáciles de cumplir por prestadores de servicios y turistas, pero como parece que la prédica no es suficiente hay que poner en marcha normas de obligatorio cumplimiento, no optativas, haciendo énfasis en que la tarea no está solo a cargo de la oferta, sino que también hay que comprometer al turista, con reconocimientos, certificaciones o advertencias sobre el comportamiento responsable o irresponsable con el planeta que habitamos.

En todo caso, el aviso es claro: ONU Turismo fijó en 2021 la meta de llegar al carbono neutro en 2050, partiendo de una “contribución” de la actividad del 8 por ciento de los GEI emitidos globalmente (mayoritariamente por el transporte) , pero los estudios (Universidad de Queensland) publicados en diciembre de 2024, afirman que la emisión por parte del sector de los viajes aumenta más rápido que el resto de la economía global, fruto, claro está, de un fuerte crecimiento de la demanda, frente a una lenta adopción de medidas y tecnologías más limpias.

El turismo crece, qué bueno, pero los indicadores no solo deben registrar viajeros e ingresos, sino también los avances (o, ¿retrocesos?) en las metas de conservación ambiental, redistribución de los beneficios y preservación cultural.

La sostenibilidad no es opcional; es el único camino para el turismo. Trabajar desde lo público y lo privado para integrar esta visión en cada etapa del viaje es la vía para que el turismo no solo crezca, sino para que sea motor del verdadero desarrollo.

Director de Turismo de CAF (Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe)*