Día de la Madre
Sin filtro: así viven hoy las mujeres la maternidad en Colombia
Además de que subió la edad promedio en la que tienen su primer hijo, hoy son más las madres que persiguen el éxito profesional. En las redes sociales han encontrado espacio para hablar de la maternidad sin filtros y crear comunidades de apoyo.

A veces las decisiones más grandes se toman en voz baja, mientras el resto de la casa duerme. Una noche cualquiera, entre pañales y tareas del día siguiente, Karen Duarte se sentó en la cocina con una pregunta que le pesaba más que el cansancio acumulado: ¿era mejor comenzar la alimentación complementaria a los seis meses o esperar hasta los ocho? No tenía pareja con quien discutirlo o compartir esa sensación de incertidumbre. Así que en esa ocasión, como en tantas otras, decidió por instinto: sola, otra vez.
“Criar sola no es una debilidad. Es una hazaña”, afirmó. Durante años, Karen ha sido madre, proveedora, cuidadora y guía. “He tenido que contenerme cuando quiero derrumbarme. Asimismo he crecido en sabiduría, sobre todo”. La maternidad, en su caso, no fue un proyecto compartido, sino una responsabilidad asumida sin manual ni una red de apoyo que le diera seguridad.

En Colombia, según el Dane, uno de cada cuatro hogares es monoparental, y el 90 por ciento de ellos está encabezado por una mujer, que en la mayoría de los casos combina el trabajo con la crianza sin horarios de relevo ni licencias emocionales.
Para Karen, “lo más duro es no contar con alguien que te releve cuando el cuerpo o el alma ya no dan más y, aun así, ver a tus hijos avanzar, aprender, crecer, es lo más gratificante”.
Nuevas formas de maternar
Aunque la imagen de la madre soltera incluso hoy carga prejuicios, muchas como Karen han transformado el estigma en fuerza. “Que no nos ‘pobreteen’ ni nos vean como fracasadas porque no tenemos esposo. No necesitamos lástima, sino oportunidades”, dijo. Su historia abre una puerta hacia un fenómeno más amplio: las maternidades modernas que ya no responden a un solo molde. Hoy maternar es distinto.
Algunas madres, como Paola Santos, han invertido los roles tradicionales, y en su hogar, es el padre quien se queda en casa, mientras ella viaja, lidera equipos y negocia en su rol como directora de Recursos Humanos Norte de Latinoamérica y México para SAP.

“Afortunadamente, cuento con una pareja que me apoya al 2.000 por ciento, porque permitirme ser profesional ha significado permitirle a él ejercer plenamente su paternidad”, afirmó.
Otras, como Montserrat Martorell, escritora y doctora en Literatura Hispanoamericana, han aprendido a equilibrar sus tiempos entre aulas universitarias, talleres literarios y el cuidado de una hija pequeña. “El equilibrio no es 50-50”, explicó. “A veces estoy ciento por ciento en la crianza y otras ciento por ciento en el trabajo. Lo importante es estar presente en cada momento”.
Tribu, red o milagro: así se sostiene la maternidad
Entre decisiones difíciles y rutinas compartidas, muchas mujeres están reescribiendo, a su manera, lo que significa ser madre hoy. Es el caso de Isabel Rubio, quien en medio del tránsito entre fronteras, dejó todo menos la convicción de ofrecerle una vida mejor a su hijo. Migró sola, sin certezas, y pasó cuatro meses lejos de él mientras se instalaba en Colombia.
“Sentí que dejé mi corazón en Venezuela y que mi vida entera cupo en una maleta”, recordó. Hoy, años después, reconoce que criar lejos de su país ha sido una oportunidad: su hijo accede a alimentos, parques y servicios que ella nunca tuvo. “Uno como madre saca fuerzas de donde ya no las hay para darle una mejor vida a su hijo”.
Según Migración Colombia, más del 70 por ciento de las mujeres migrantes venezolanas en el país viven con sus hijos, muchas como únicas proveedoras del hogar, y la maternidad migrante exige adaptación, resiliencia y una redefinición de los afectos a la distancia, porque si bien es cierto que Isabel ha encontrado soporte en otras mujeres de su comunidad, también lo es que aún carga con la nostalgia de criar lejos de su tierra.
También hay maternidades que se gestan desde el acuerdo explícito de compartir, y por eso Paola no habla de ayuda sino de corresponsabilidad: “Nuestros compañeros de vida tienen los mismos deberes y responsabilidades que nosotras. Es importante hablarlo y negociarlo”, insistió.
En su casa, la crianza se ejerce desde la conversación constante, los turnos acordados y el reconocimiento mutuo. “La clave es la comunicación: contarles a mis hijos por qué a veces estoy, por qué a veces no. Explicarles que ser mamá me hace feliz, como me hace feliz vivir con un propósito”.
Para Montserrat, que además es profesora universitaria en Chile, la maternidad ha sido posible gracias a la ayuda familiar que le permite organizar sus horarios. Su hija tiene apenas siete meses, y cada día es un ejercicio de paciencia y logística.
“Se necesita toda una tribu para que esto se sostenga”, afirmó. “Más que una red, deberían ser políticas públicas que permitan a las mujeres compatibilizar su carrera con la maternidad”.
No obstante, no todas las redes de apoyo están dadas por la familia; algunas deben pelearse incluso desde el sistema, como es el caso de Leidy García y su esposa, que vivieron su embarazo en Argentina, donde accedieron a un tratamiento de fecundación in vitro cubierto por el sistema de salud.

“Allá nos trataron como a cualquier otra pareja. Como en la ciudad en la que vivíamos, Ushuaia, no nos podían realizar el procedimiento médico, nos trasladaron a otra, a Córdoba, y allá nos pagaron el hotel, los pasajes, todo”, contó. Al volver a Colombia con su hijo Joaquín, la realidad fue otra. “En una EPS nos preguntaron quién era la mamá ‘de verdad’. La respuesta era simple: las dos… y no todos están listos para oírla”.
Leidy reivindica una maternidad diversa, amorosa y libre de etiquetas. “Criamos igual o incluso con más conciencia porque sabemos lo que significa crecer desde la diferencia”. En un país donde aún persisten trabas legales y sociales para la comunidad LGBTIQ+, su historia encarna una maternidad que termina convertida en un acto político.
Maternidad sin molde
Otra historia sobre cómo se viven las maternidades en el siglo XXI es la de Toya Montoya, quien desde los primeros meses de su embarazo decidió compartir en redes sociales su manera de vivir esta etapa de manera informada, respetuosa y emocionalmente consciente.
“Tener la curiosidad de leer, investigar y recibir acompañamiento fueron el camino para empoderarme”, escribió en una publicación en Instagram, mientras que en otra compartió que su parto fue planeado con libertad de movimiento, sin intervenciones innecesarias y con contacto piel a piel inmediato.
Su relato, lejos de la postal idealizada, evidencia una transformación personal que desborda el cuerpo y las expectativas. Su exposición de la maternidad en las redes es también una forma de resistencia.
En plataformas como Instagram o TikTok, hashtags como #MomTok y #MamáReal acumulan cientos de millones de visualizaciones. Miles de mujeres encuentran en estas comunidades digitales apoyo.
Comparten recetas, frustraciones, consejos y derrotas cotidianas. Muchas lo hacen para derribar el mito de la madre perfecta y recuperar el derecho a equivocarse. Como dice Paola, “se vale pedir ayuda, estar cansada, no darla toda”.
Ese cambio de paradigma también se refleja en los datos. Según el estudio Truth About Moms de McCann (2023), sólo el 19 por ciento de las mujeres millennial colombianas considera que la maternidad es sinónimo de realización personal.
Para sus madres y abuelas, esa cifra superaba el 70 por ciento. Ahora ser madre es una elección, no una imposición, una experiencia deseada y no necesariamente central. Otra de su faceta como mujeres.
Toya lo resume sin solemnidad: “Aquí estoy de nuevo con otro cuerpo, otra piel, otra mirada… y otra historia. Esta, con Isidro al ladito mío, es la más increíble de todas”.
Aunque en una carta abierta a la paciencia publicada meses después del parto confesó su resistencia al tiempo lento que impone ese nuevo estado por el que atraviesa: “Apresurar los procesos solo me roba el privilegio de vivirlos”. Y esa vulnerabilidad compartida se convirtió en espejo para muchas.
Lo cierto es que la historia de la Toya, como la de tantas otras madres, confirma que la maternidad puede vivirse de muchas formas: en soledad o en pareja, entre fronteras o desde una red virtual, frente a una cámara o fuera del foco.
A veces se gesta con acompañamiento médico, otras con pura intuición. Puede no parecerse en nada a lo que nos contaron, y, sin embargo, ser profundamente legítima. Lo que todas estas formas tienen en común es la conciencia con la que se ejercen, la ternura con la que se sostienen y la certeza, cada vez más firme, de que ser mamá no responde a un molde único.
¿Cómo han cambiado las maternidades en el siglo XXI?
- La edad promedio de la maternidad está subiendo. En Colombia, la edad media de las mujeres al momento de tener su primer hijo pasó de 22,7 años en 2005 a 25,4 en 2022, según el Dane. Este cambio está relacionado con un mayor acceso a educación, inserción laboral femenina y decisiones conscientes sobre la reproducción.
- El modelo de “madre cuidadora exclusiva” está en declive. Según el estudio Women in Work 2023 de PwC, solo el 24 por ciento de las mujeres latinoamericanas considera que su rol principal debe ser la crianza. La mayoría prefiere equilibrar maternidad y carrera o, incluso, postergar o renunciar a ser madres.
- Aumentan las familias no tradicionales. En Colombia, como lo reveló el censo del Dane en 2018, más de 1,2 millones de hogares están conformados por una madre sin pareja y sus hijos, y cerca de 50.000 hogares son liderados por parejas del mismo sexo. Es decir, la diversidad familiar ya no es excepción, sino parte del paisaje cotidiano.
- La salud mental materna está en la agenda. Según la OMS, 1 de cada 5 mujeres en países de ingresos medios y bajos experimenta síntomas de depresión posparto, por lo que el reconocimiento de la salud mental como parte de la experiencia materna ha impulsado nuevas políticas, aunque su implementación aún es desigual.