Opinión

Seguros frente al cambio climático: ¿qué puede aprender Colombia de los incendios en California?

Con la ola de desastres naturales recientes, es evidente que debemos prepararnos mejor ante eventualidades. En países como Colombia, sin embargo, la cultura de aseguramiento sigue siendo baja. Análisis.

24 de enero de 2025, 10:15 p. m.
Más de 12.000 estructuras han sido afectadas en los recientes incencios en Los Ángeles.
Más de 12.000 estructuras han sido afectadas en los recientes incencios en Los Ángeles. | Foto: Getty Images

Por: Freddy Castro*

Imagínese despertar un día y descubrir que su ciudad está bajo el agua, o que un incendio ya arrasó con parte del barrio y se acerca lentamente hacia su hogar. Aunque parecería el resumen de noticias recientes de California (Estados Unidos) o el tráiler de una película grabada en ese mismo Estado, es una realidad que cada vez golpea con más fuerza a ciudadanos en el mundo.

Hace algunos años las consecuencias del cambio climático se percibían como una amenaza lejana, expuesta en documentales, foros ambientales o presentaciones de Al Gore, exvicepresidente de los Estados Unidos.

Ahora enfrentamos con mayor frecuencia temperaturas que rompen records, sequías, ciclones tropicales o tormentas intensas. Quizá por eso se convirtieron en paisaje algunos dolores de cabeza de 2024, como el descenso de los ríos en el Amazonas, La DANA de Valencia (España), los huracanes Milton y Helene y los incendios forestales de Chile. Detrás de cada titular hubo vidas pérdidas e historias de ruina para personas, empresas y estados.

Tal vez por ello el reciente informe de Riesgos Globales del Foro Económico Mundial señaló a los riesgos ambientales como la mayor preocupación para los próximos 10 años.

No es para menos, ya Swiss Re indicó que en 2023 hubo 280 billones de dólares en pérdidas asociadas a catástrofes naturales, de las que solo el 38 por ciento estaban protegidas por un seguro (108 billones de dólares). Si bien esta cifra incluye eventos que no están asociados al clima (terremotos) y otros en donde aún es debatible la contribución del cambio climático, como las tormentas eléctricas, lo cierto es que las 72.920 víctimas de ese año son un testimonio indirecto de que siempre es mejor gestionar esos imprevistos.

Entre 1 y 2 décimas del PIB español se calcularon los daños y afectaciones casuadas por el Dana en la ciudad de Valencia.
Entre 1 y 2 décimas del PIB español se calcularon los daños y afectaciones casuadas por el Dana en la ciudad de Valencia. | Foto: Getty Images

Todas las formas de lucha

Aunque la respuesta natural en un especial de seguros indicaría que deberíamos adquirir productos de aseguramiento para enfrentar esas contingencias, la solución tiene aristas de adaptación y mitigación de gases efecto invernadero que operan bajo un marco institucional en el que Estado, el sector privado y cada uno de nosotros estamos obligados a sumar. ¿De qué se tratan los retos y cómo estamos en ellos?

La arista de la adaptación indica que para recortar las potenciales pérdidas del cambio climático se debe reducir su vulnerabilidad. Esto quiere decir que debemos hacer mejores vías y barreras contra inundaciones, promover la construcción de vivienda formal, tecnificar procesos de siembra o fortalecer ecosistemas naturales.

Por su parte, la mitigación son medidas que gobiernos, empresas y personas podrán adoptar para reducir emisiones de gases efecto invernadero. Usar transporte público, reciclar, minimizar el uso de plásticos de un solo uso o promover medidas de sensibilización son solo algunas medidas que se convierten en un imperativo social.

Infortunadamente, Colombia es un país de extremos, ejemplifiquemos las condiciones de un par de ciudadanos. El primero construyó su vivienda bajo un proceso de urbanización bien planificado, es educado, recicla (no siempre), es formal y a veces asiste a foros sobre cambio climático (movilizándose en vehículos de altas emisiones). El otro es informal, de menores ingresos, a veces más rural, no siempre tiene servicios públicos de calidad, ha construido su espacio habitacional en zonas de mayor riesgo y lógicamente está alejado de estas discusiones. Destacando que al segundo le va peor cuando el clima arrecia, los dos tienen en común la baja cultura de aseguramiento.

En esa primera Colombia tenemos claro lo que nos puede pasar y sabemos que hay un ecosistema público-privado que trabaja en adaptación y mitigación, pero vacilamos a la hora de buscar un seguro. En muchos casos, se utiliza porque existe la obligación legal de hacerlo, como en los seguros asociados a la tenencia de un crédito, o porque fue adquirido sin saber lo que se hacía.

Con la segunda Colombia miramos para otro lado, como si no existiera. No puede ser, por ejemplo, que tengamos la claridad del riesgo que enfrentan las personas que años atrás invadieron la Ciénaga de la Virgen en Cartagena y posterguemos su reubicación y la extensión de la vía perimetral.

Reconociendo los avances institucionales de un Estado que cuenta con una Ley para la gestión del cambio climático y en el que organismos como la Superintendencia Financiera promueve mejores prácticas en todo el mercado, seguimos fallando en la construcción de resiliencia financiera. Y no solo son las personas de las dos colombias reseñadas, los mandatarios suelen olvidar que una tragedia natural es la vía rápida para tirar al traste su legado. Esa baja cultura de aseguramiento en la sociedad hace que la profundización del seguro en Colombia esté lejos de países desarrollados.

Ojalá que la próxima vez que miremos un desastre natural en un noticiero o película, le estemos apostando a promover o practicar medidas de adaptación y mitigación y, sobre todo, estemos asegurados.

*Consultor en temas financieros y de seguros.