Especial Bolívar y Cartagena
Desde caimanes hasta monos tití, así se vive esta aventura extrema cerca de Cartagena
A solo minutos de la ciudad, este municipio conserva uno de los ecosistemas con mayor biodiversidad del Caribe. Bosques de mamey y volcanes garantizan una conexión única con la naturaleza.

En Turbaco, los amaneceres son inconfundibles, selváticos: el canto de las guacharacas y los chillidos de los monos aulladores suenan sin falta cada mañana. Con una extensión que supera los 170 kilómetros cuadrados y un ecosistema de bosque seco tropical, este municipio es un verdadero paraíso natural al norte del departamento de Bolívar. Sus árboles centenarios, su vegetación, los manantiales y la fauna típica —monos tití cabeciblancos, ranas plataneras y osos perezosos— son solo una pequeña prueba de ello.
“Turbaco es un lugar mágico, que te conecta con la naturaleza. Un municipio con historia, gastronomía y una inmensidad de paisajes: los ojos acuáticos, la zona del Mameyal, los animales y los volcanes. Y aunque es un destino poco promovido, tiene mucho por ofrecer. Ahora los turistas buscan experiencias de ecoturismo y Turbaco es el lugar ideal”, aseguró Néstor Álvarez, director turístico de Tours Cartagena Colombia.

Según Eliana Zúñiga, secretaria de Cultura y Turismo de Turbaco, este lugar “tiene la vocación y el potencial para convertirse en un destino turístico gracias a su biodiversidad, gastronomía y cultura. Tenemos zonas de miradores como los Cerritos y las Tres Marías, ecohoteles o puntos de interés como el Jardín Botánico”, detalló.
A solo 13 kilómetros de la ciudad amurallada, Turbaco conserva uno de los tesoros naturales más importantes del Caribe: el Jardín Botánico de Cartagena Guillermo Piñeres. Fundado en 1978 como una organización no gubernamental, este sitio es una zona de amortiguación ambiental para los cascos urbanos aledaños y uno de los principales atractivos para el ecoturismo en la región. Más de 1.000 personas lo visitaron en enero de 2025.
Lo más leído
“Este espacio ofrece la posibilidad de entrar en contacto directo con la naturaleza. En sus diez hectáreas, las personas pueden caminar por los senderos ecológicos, contemplar árboles gigantes de más de 150 años y visitar la colección de individuos representativos del ecosistema, que asciende a 15.000. Entre ellos están el macondo, la caoba, el camajón, el caney y el carreto”, explicó María Paula Contreras, subdirectora de Horticultura y Ciencia de la organización.
Los monos tití cabeciblancos se han convertido en los protagonistas del ecosistema: son una especie endémica del Caribe colombiano en peligro de extinción. Por eso, el Jardín Botánico ha liderado proyectos para rehabilitar a los primates incautados y fomentar liberaciones blandas en el bosque. Hoy, los monos pasean por las inmediaciones del jardín con libertad y se alistan para su vida salvaje.

Las ranas de fuego, los murciélagos, las zarigüeyas, los osos hormigueros, las lechuzas, los osos perezosos y las tayras también habitan la reserva ecológica. “Desde que amanece se escuchan los sonidos de los animales y ni siquiera se necesitan binoculares para verlos, pues no están en cautiverio. Lo más impresionante, sin embargo, son los sonidos. También genera mucha alegría ver los senderos de las hormigas arreando las hojitas. Es como visitar una tierra virgen, prístina. Se respira un aire puro”, agregó Álvarez.
Otra de las maravillas del Jardín Botánico son los ojos de agua: fuentes naturales desde donde brota el agua subterránea. “Incluso en los meses más secos del año, el jardín tiene agua constante. Esto permite que los animales se formen alrededor y encuentren una especie de oasis para vivir”, precisó Contreras.
En Turbaco las experiencias parecen inagotables. Además del Jardín Botánico, el municipio ofrece otras actividades atractivas para el turismo de naturaleza: estadías en ecohoteles con lagos que desembocan en manantiales, cabalgatas, esparcimiento con animales en granjas y visitas al Mameyal, un santuario hídrico de aguas verdosas y árboles frondosos.
“El mamey es un árbol grandísimo. En Turbaco hay un bosque donde la mayoría de árboles son mamey. Además, llega un arroyo que riega todo el espacio y le da una apariencia muy bonita. Los habitantes del municipio acostumbraban a hacer sancochos los fines de semana y es un espacio que ha formado parte de su cultura, al igual que los volcanes”, precisó Álvarez.
Los volcanes en Turbaco no tienen un nombre en particular: no lo necesitan. Al menos 50 de sus erupciones son imperceptibles y llegan a medir solo “un puño de la mano”. Aun así, el territorio cuenta con dos volcanes con capacidad para 15 personas, que se han convertido en una de las actividades más apetecidas entre quienes buscan disfrutar del turismo de bienestar en la región.