Literatura colombiana

Expiaciones

Evelio Rosero responde a las críticas de Mario Jursich, que este trata en su columna de la más reciente edición de la revista 'Arcadia'.

Evelio Rosero
31 de agosto de 2017
Rosero nació el 20 de marzo de 1958 en Bogotá.

En respuesta a la columna Heraldos de la Restauración (Arcadia 143), debo señalar que esa “legión de historiadores”, a la que se suma el comentarista Mario Jursich, recurrió perpetuamente a la “teoría de la expiación” de José Rafael Sañudo para desconocer la colosal investigación histórica efectuada por Sañudo alrededor de Bolívar. No pudieron esgrimir otro artilugio, aparte de llamar “libelo” a los Estudios sobre la Vida de Bolívar, como lo hace Jursich, y tan a la carrera, justamente con la puerilidad de un Facebook.

¿Qué puede importar ahora la teoría de la expiación? Lo que realmente importa es la biografía de Bolívar escrita a continuación por un historiador autónomo, veraz, objetivo, basado en documentos, cartas (sobre todo del mismo Bolívar) y testimonios de gente del tiempo de la independencia, oficiales europeos que lucharon al lado de los patriotas, un historiador sin emociones constructoras de lisonjas, de mitos y leyendas sin pies ni cabeza, un cronista que decidió desentrañar la cara de Bolívar, la auténtica, y no perpetuar la versión oficial. ¿Que no hay versión oficial? Es la misma que me hicieron estudiar en el colegio cuando se hablaba de historia de Colombia, la misma que sin duda estudió cuando niño el comentarista Jursich, y sobre todo la misma que hoy se lee en todas las escuelas y colegios de Colombia, como me consta en la charla con alumnos de muchas instituciones “educativas” del país en los últimos treinta años (ojalá se leyera el “libelo” de Sañudo desde la primaria).

¿Que no hay ejemplos de Bolívar a los que se dio cauce, abierta o subrepticiamente, como pan de cada día? El asesinato por fusilamiento del general Piar, acusado mañosamente por Bolívar de “querer instaurar la pardocracia”, para deshacerse de un inmensurable rival, es solo un ejemplo. Piar fue uno de los pocos generales inteligentes y victoriosos que descubrió la torpeza y ambición de Bolívar; fue él quien lo tildó, y con holgadas razones, de “Napoleón de las retiradas”, estrategia que Bolívar repitió como única salida en ocasiones decisivas. El asesinato de Piar y de Padilla son solo dos ejemplos de un padre de la patria, ¿cómo ignorarlo? No habría espacio suficiente para refrescar la memoria de los lectores. Sin ir más lejos: Gaitán, Galán… y tantos otros que resultaron mártires a manos de sus oponentes políticos, “estrategia” mil y una veces repetida por nuestros “próceres” desde hace 200 años: Matar al íntegro, al honesto, al dirigente que los encara.

Y por supuesto que la masacre paramilitar o militar o guerrillera o narcotraficante, la que sea, no puede achacarse a Bolívar, ¿quién lo ha dicho? Pero sí urge recordar con Sañudo que la primera masacre de nuestra historia la ordenó Bolívar sobre Pasto, cuando era ciudad sin milicianos y solo se encontraban en ella mujeres y niños.

El comentarista comparte no solamente la miopía histórica alrededor de un grande como José Rafael Sañudo, sino la actitud visceral ante su obra. Le pregunto: ¿Cuáles “ideas” en la obra de Sañudo son las mismas de Laureano Gómez? Por supuesto que hoy en día hay Bolívar para todos los gustos e ideologías (de eso se encargaron precisamente sus “historiadores”), pero Bolívar hubo uno solo. Y ese único Bolívar es el que estudió Sañudo.

Me es indiferente si el columnista ha leído o no mi novela -me atrevo a pensar que se limitó a mis respuestas a entrevistas sobre el tema-, pero sí lo invito a ignorar expiaciones y a estudiar con seriedad una obra seria, la de José Rafael Sañudo.

Si de algo me enorgullezco con La Carroza de Bolívar es que ella ha convocado el interés contemporáneo de historiadores en Hispanoamérica e Inglaterra (después de su traducción al inglés en 2015) en torno a la obra de Sañudo. Así me lo hicieron saber, preguntándome cómo la encontraban, pues de ella no daban casi noticia ni bibliotecas ni librerías ni universidades colombianas. ¿Por qué el silencio, esa absoluta oscuridad alrededor de un sabio? Mario Jursich no lo sabe. Lo sabe muy bien su Legión de historiadores.