SALARIO MÁXIMO

¿Es hora de poner un salario máximo a los que ganan más?

Pocos se oponen ya a la idea, en otras épocas casi subversiva, de un salario mínimo determinado por el Estado. Pero, ¿es hora de que también haya un salario máximo legal?

Alianza BBC
16 de enero de 2017
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La controversia política por la desigualdad está al rojo vivo. En los países latinoamericanos nunca dejó de ser un tema candente. Y lo es cada vez más en las naciones industrializadas, en donde el resentimiento frente a los privilegios de una élite corporativa ha sido señalado como una de las posibles explicaciones de la llegada de Donald Trump al poder en Estados Unidos.

Por eso sigue viva la discusión sobre si el Estado debería establecer reglas prohibiendo que la gente gane más de cierto salario, en aras de la convivencia cívica.

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Idea antigua

La idea lleva décadas en gestación. "En 1942, el entonces presidente estadounidense Franklin Delano Roosevelt, a quien nadie describió como un radical socialista, propuso que cualquiera que ganara más de US$25.000 debería pagar una tasa de impuesto del 100%", recuerda el editor económico de la BBC, Kamal Ahmed.

Esa suma, equivalente en dinero actual a unos US$400.000, está muy por debajo de las remuneraciones típicas de los grandes ejecutivos en el sector corporativo estadounidense de hoy.

Pero los intentos de establecer un tope semejante no han tenido éxito por lo general en las naciones industrializadas.

En noviembre de 2013, los votantes suizos rechazaron en un referendo la Propuesta 112, que buscaba limitar los salarios ejecutivos. El 65% del electorado decidió que era una mala idea.

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Razones

Entre las razones citadas en el referendo suizo estaba el argumento que sostenía que, si esa norma era aprobada, los jefes corporativos simplemente se irían a vivir a otro país.

Y están los que aseguran que un tope arbitrario podría hacer que funcionasen mal los mercados laborales, en este caso el de los ejecutivos.

Al reducirse el precio que puede pagarse por ellos, puede que los ejecutivos más capaces decidan buscar otras opciones, privando a las empresas de sus conocimientos y habilidades.

O puede ser que una decisión así abra la compuerta a que los ejecutivos sean recompensados de maneras ocultas, o por lo menos poco transparentes, favoreciendo la corrupción, como pasa en los mercados negros que muchas veces surgen en cualquier mercado en el que los gobiernos intentan establecer controles de precios.

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Inspira

De modo que la idea de limitar los salarios más altos tiene críticos, pero sigue inspirando a otros.

El pasado 10 de enero, en una entrevista para la BBC, el jefe del opositor partido laborista británico Jeremy Corbyn revivió la controversia en Reino Unido al pedir un "tope" legal a los salarios altos.

"Dado que una limitación directa sería casi imposible de hacer cumplir en una economía global en la que el ingreso toma muchas formas, una manera de controlar estos ingresos altos sería establecer tasas marginales de impuesto a la renta muy altas", dice Kamal Ahmed de la BBC.

Otra manera sería imponer límites a la ratio de sueldos entre los que más ganan y los que menos en una empresa. Por ejemplo, estableciendo que ningún ejecutivo puede ganar más de diez veces lo que gana el obrero raso en la empresa.

Hubo un momento en que existió mucha más tolerancia a impuestos muy altos para los grandes ingresos. En Estados Unidos, por ejemplo, en 1945 la tasa de impuesto a la renta para ingresos superiores a US$200.000 era del 94%, prácticamente confiscatoria.

La llegada al poder de Ronald Reagan en Estados Unidos y Margaret Thatcher en Reino Unido hizo que a principios de la década de 1980, la actitud social y política frente a los que ganaban mucho dinero hubiese cambiado para volverse más tolerante.

"Construyeron una filosofía económica y política que creía que no era asunto del Estado gastarse el dinero de los demás y que era mejor dejar que la gente ganara y se gastara el dinero como le pareciese, incluso si era mucho", dice Kamal Ahmed.

Las tasas de impuesto a la renta bajaron, y en medio de la prosperidad creciente la sociedad aceptó el nuevo orden.

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Otros tiempos

Pero desde la crisis financiera, el péndulo ha avanzado en la dirección opuesta, recuerda Ahmed.

Hoy se reconoce más el impacto negativo que tiene la desigualdad, no solo en términos políticos sino también de eficiencia económica.

Por eso regresa la idea de que la ley sea la que determine cuánto puede uno aspirar salarialmente, incluso en las empresas privadas más poderosas.

Y vuelve a rondar la idea de que así como todos aceptamos que haya un salario mínimo, también eventualmente eche raíces más poderosas la idea de un salario máximo legal.