MÚSICA

Niño de Elche: el ‘enfant terrible’ del flamenco

En febrero fue lanzado en España un álbum llamado 'Antología del cante flamenco heterodoxo'. Como pocas veces en su historia, el género está tratando de recuperarse del cimbronazo. Su cantaor, un artista integral y militante, escritor, documentalista y músico, tiene enfrentadas hasta a las facciones más librepensadoras del flamenco.

Jaime Andrés Monsalve B.* Bogotá
17 de abril de 2018
Niño de Elche en el festival Sónar , el 17 de junio de 2016 en Barcelona, España. Crédito: Xavi Torrent / Redferns

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El punto de partida de lo que se veía venir se llamó Voces del extremo, una grabación lanzada en España en abril de 2015. Firmaba el disco un cantaor de 30 años cuya música, hasta ese entonces, había circulado en festivales y tablaos como el ejemplo de lo que bien podía aportar la juventud a un género vital, vibrante, pero siempre dueño de una resistencia intestina al cambio. Muy bien librado había salido de otras aventuras desde que sorprendiera, en 2007, a sus 22 años, con Mis primeros llantos, trabajo moderno pero acorde con el gusto del gran público, en el que incluso muchos vieron una maravillosa cercanía vocal con el granadino Enrique Morente.

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Nadie podría haber dudado de las buenas intenciones de Francisco Contreras Molina en el flamenco más tradicional, empezando por el nombre artístico que decidió acuñar: Niño de Elche. Un bello anacronismo, un recurso toponímico que remite a las décadas de los veinte y los treinta del siglo pasado en Andalucía, tan colmadas de genios del cante como Niño de Utrera, Niño de La Huerta, Niña de Los Peines… Anacrónica también su estampa, está lejana del sospechoso interés de los cantaores actuales por mantenerse en forma y mucho más acorde con las figuras rollizas de los patriarcas Silverio Franconetti, Manolo Caracol y, claro, de nuevo, Enrique Morente.

Con esos antecedentes, había un engranaje que desde un principio no ajustaba en Voces del extremo. Para empezar, en la portada del disco un ahora alopécico Niño de Elche posa en una librería, vestido con uniforme de policía antidisturbios. El contenido sonoro no era menos inquietante: la guitarra eléctrica protagonista frente a la guitarra española y la aparición de secuenciadores y procesadores electrónicos, hacen ver a ese trabajo más como un derivado del new wave inglés y del krautrock alemán, que como uno del cante por soleares.

Las letras, una seguidilla de poemas de autores de Voces del extremo, movimiento y festival creado y dirigido por Antonio Orihuela, hicieron también lo suyo. Se trata de un compendio de letras deliberadamente políticas (“Era tan comunista / que terminada la contienda / huía a calzón quitado / a tomar el primer avión”, canta en “El comunista”, sobre el poema de Francisco Fenoy Rodríguez) que liberan a Niño de Elche de quedar como un bienpensante (“Que os metan una gaviota / con las alas abiertas por el culo”, dicen los versos de José Luis Checa cantados en el tema “Que os follen”).

Fue el principio de la ruptura con el flamenco y del naciente interés en su obra por parte de los fanáticos de la música de vanguardia y del rock. Cerrando 2015, el diario El País, la revista Rockdelux, Radio 3 y el gremio de Periodistas Asociados Musicales a través del Premio Ruido declararon al unísono a Voces del extremo como el mejor disco español del año.

Ilícito ilicitano

Al momento de la escritura de este artículo, el perfil de Twitter de @NinodeElche dice, lacónico y contundente, “ex-flamenco”. Al respecto dijo al diario digital El Español: “Vivo en los márgenes del flamenco (aunque aún no sepamos bien lo que es), vivo en los residuos que va dejando el flamenco aunque guardo muchos condimentos de él”. En el canal de YouTube, que maneja con su nombre de pila, uno encuentra cuplés de los años treinta, artistas de vanguardia y grabaciones de cantos huitotos y de Yaki Kandru, proyecto indigenista nacido en el seno de la Universidad Nacional, en Bogotá.

La palabra “revolucionario”, que una vez encajó a la perfección en los trabajos de Paco de Lucía, Camarón de la Isla y Morente, no tiene asidero en la obra de Niño de Elche. “Para los puristas del flamenco, todo es excepcional”, ha dicho en otra entrevista, y en varias ocasiones ha afirmado que sus ya citados colegas simplemente trabajaron con lo que tenían a mano. “En el flamenco, cuanto más antiguo, más vanguardista”, fue la frase empleada por David Moreno para titular la entrevista con Contreras de enero pasado para la web nocionesunidas.com.

Ilicitano de nacimiento y sevillano por adopción, el hoy residente en Madrid tomó estudios de flamenco en la Fundación Cristina Heeren, de donde dice haber salido espantado. Su padre, que solía darse al cante en fiestas familiares, lo instó a aprender a tocar guitarra a los ocho años. A los diez, sin que su familia lo supiera, participó de un concurso de cante en Montejícar, Granada, y se llevó el primer premio. Luego vendría todo un proceso de reconocerse pasando por tablaos de Barcelona y Sevilla desde sus 17 años, para luego lanzar su fundacional Mis primeros llantos.

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El contacto con la literatura, en especial una de carácter político que incluye a sus muy citados Antonio Orihuela y Antonio Escohotado, empieza a tomar reflejo en 2011, cuando creó su proyecto escénico Vaconbacon, cantar las fuerzas, sobre textos del filósofo Francis Bacon. Ese interés continuó en su siguiente disco, Sí, a Miguel Hernández, de 2013, cuya edición en CD venía envuelta en un periódico con titulares como “Hallan un disco de un cantaor basado en el poeta pastor”, “Últimos tuits de Miguel Hernández” o “La familia de Miguel Hernández se lleva el legado del poeta a un banco”. El disco constituyó además el debut de Contreras como documentalista, Sobre MH, disponible en YouTube.

El paso por lo audiovisual es un diente más en el engranaje de la obra de Niño de Elche como creador integral. La música es solo un elemento de ese gran performance que lo ha visto actuar en los festivales más relevantes del flamenco y en escenarios nunca antes pisados por un cantaor, como el festival de música electrónica Sónar de Barcelona en 2015 y 2017. Entre uno y otro evento tuvo la oportunidad de lanzar sus libros de ensayos breves, reflexiones y poesía en prosa No comparto los postres (Bandaaparte Editores, 2016). En 2017 volvió a alterar los cimientos de lo tradicional junto a la banda de postrock Toundra, en un proyecto denominado Exquirla, y un disco, Para quienes aún viven, que determinó su entrada a la multinacional Sony. De nuevo, un trabajo multipremiado.

Ya para ese entonces se veían venir sambenitos que la prensa deslizó cariñosamente, sin que eso dejara de significar que así lo veía la élite flamenca. “Cantaor espurio y descastado”, es lo primero que dicen de él Henrique Mariño y Christian González en su entrevista para www.público.es; mientras que Fernando Neira, del diario El País, apostó a que epítetos como “cafre”, “provocador” o “bala perdida” terminarían siendo “una cándida colección de arrullos” después de Antología del cante flamenco heterodoxo.

Un Mike Patton jondo

Dice el mismo Fernando Neira en su crítica publicada en El País en marzo: “Contreras ha querido optar por una suerte de quejío dislocado, un grito que duele y seca la saliva, que desbarata cualquier composición de lugar previa. No hay asideros en esta antología documentadísima y desconcertante, vanguardia empapada de tradición ignota, experimento de y para valientes”.

En Antología del cante flamenco heterodoxo, de nuevo la ironía se hace presente desde la carátula: ahora el músico posa a las puertas de una iglesia, con traje negro, a la usanza de un cantaor de tiempo añejo, oteando al horizonte; imagen reiterativa en la iconografía del género.

La intención de Contreras, parodia aparte, ha sido la de recurrir a un formato que ha buscado explicar, de manera didáctica y ordenada, las diferencias entre los estilos o palos del flamenco. La primera Antología del cante flamenco fue editada en 1954 bajo ese nombre por el sello Hispavox, con tres discos y un compendio de más de 30 cantes bajo la dirección del guitarrista Perico el del Lunar. Luego vendrían empresas más complejas como Magna antología del cante flamenco, con 10 discos y 250 cantes, lanzada en 1982; y la serie de televisión Rito y geografía del cante, que en capítulos de media hora cumplió una labor similar en la década de los setenta.

Bajo esa égida, Niño de Elche revisa en álbum doble de 27 cortes (tres LPs en su edición en vinilo) una serie de estilos flamencos muy a su manera. En esta oportunidad, a la electrónica ocasional se enfrentan elaborados entramados instrumentales por parte de mandolinas, órganos eclesiales, algunos arreglos ampulosos y la virtuosa guitarra de Raúl Cantizano, su escudero, su propio Paco de Lucía. Fragmentos del misal católico y poesía de San Juan de la Cruz comparten espacio con piezas escritas a principios del siglo pasado por Juli Vallmitjana y Eugenio Noel (por cierto, uno de los más enconados detractores históricos del flamenco), pasando por la evocación al coreógrafo Vicente Escudero y al vanguardista antifranquista Helios Gómez, asumiendo en el camino además clásicos de la guerra civil española como Que la tortilla se vuelva o la inolvidable Deep Song del malogrado cantante de folk Tim Buckley.

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En el disco y en vivo, Niño de Elche recurre a toda suerte de procedimientos vocales que, de nuevo, lo expulsan de lo jondo, muy a pesar de que deliberadamente, en temas como “Fandango cubista de Pepe Marchena” o “Fandango de Helios Gómez”, asume el cante como si se tratara de un Tomás Pavón o cualquier otro representante de la escuela más añeja, con amplísima autoridad. “Puedo, pero no quiero”, parece decirnos. Y lo ratifica con amplitud de recursos que incluyen el grito, el recitado, los armónicos vocales y hasta los bostezos con los que abre la Antología, en “Soledades de la pereza”.

Si a Camarón de la Isla lo llamaron el Mick Jagger gaditano y Morente resultó ser el alter ego jondo de Leonard Cohen, Niño de Elche es algo así como un Mike Patton flamenco. Aquel cantante de asombroso rango vocal, que de frontman de Faith No More puede pasar con total ductilidad a encabezar las empresas más vanguardistas y extremas de la música contemporánea, es el reflejo de Niño de Elche, un genio renegado de lo tradicional con una amplitud de miras tal para saber que siempre tendrá que regresar a la raíz.

Tienen los ortodoxos del flamenco todo el derecho de estar enojados con Niño de Elche. Del otro lado del asunto hay una horda que no puede esperar el siguiente eslabón de su estructurado anatema.

* Crítico de música. Jefe musical de Radio Nacional de Colombia.