GRUPO RÍO BOGOTÁ

ESPECIAL: El preocupante ranking de los humedales de Bogotá

De los 15 ecosistemas declarados como humedales en la capital, sólo uno presenta problemáticas menos neurálgicas. Según el listado de la Fundación Humedales Bogotá, siete esponjas están en cuidados intensivos por obras innecesarias, vertimientos y el olvido.

Jhon Barros
13 de noviembre de 2020
Córdoba es el humedal que más ha avanzado en su recuperación. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz. | Foto: Ranking de los humedales

* Este es un contenido periodístico de la Alianza Grupo Río Bogotá: un proyecto social y ambiental de la Fundación Coca-Cola, el Banco de Bogotá del Grupo Aval, el consorcio PTAR Salitre y la Fundación SEMANA para posicionar en la agenda nacional la importancia y potencial de la cuenca del río Bogotá y  sensibilizar a los ciudadanos en torno a la recuperación y cuidado del río más importante de la sabana.

Durante el siglo pasado, la proliferación del cemento para el desarrollo urbano y vial de Bogotá puso fin al 98 por ciento de los humedales, ecosistemas encargados de controlar y prevenir inundaciones, retener nutrientes y recargar los acuíferos, que además funcionan como reservorios de aguas, producen oxígeno y brindan refugio a cientos de aves.

De las 50.000 hectáreas ocupadas por humedales que conformaban un extenso lago en el occidente capitalino, tan sólo 726,6 hectáreas fueron blindadas por el Distrito a través de la conformación de 15 parques distritales de humedal, los cuales están distribuidos en nueve localidades de la capital.

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“Ese gran lago se formó por el deshielo de los cerros orientales, recurso hídrico que llegó a la sabana inundable y que durante la época prehispánica fue un sitio de pagamentos y rituales por parte de los muiscas. Sin embargo, la expansión urbana con rellenos para consolidar barrios legales e ilegales, desató una pérdida apoteósica de estos ecosistemas”, dijo Jorge Emmanuel Escobar, director de la Fundación Humedales Bogotá.

Bogotá cuenta con 726,6 hectáreas declaradas como humedales. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.

El experto recuerda algunas historias de los muiscas en los humedales capitalinos. “En la laguna de Tibabuyes, hoy conocida como humedal Juan Amarillo, los indígenas hacían la ceremonia de las flores, donde las mujeres que llegaban a la menarquia eran cubiertas con pétalos y luego se bañaban en sus aguas. Los escritos del Virreinato de Nueva Granada cuentan que para entrar a Fontibón tocaba hacerlo en botes”.

Juan Amarillo, Jaboque, Torca-Guaymaral, La Conejera, Córdoba, El Tunjo, Tibanica, Capellanía, El Burro, Meandro del Say, Techo, Santa María del Lago, La Vaca, La Isla y Salitre, son los humedales reconocidos por el Distrito en Bogotá, aunque según el director de la organización en la ciudad hay cerca de 80 cuerpos de agua más que no han sido declarados ni protegidos.

Lo que tenemos ahora son las islas o relictos que el crecimiento desmedido de la ciudad fue dejando, humedales que han sobrevivido gracias al fuerte movimiento ciudadano que nació en los años 90 en La Conejera, lo cual dio paso a la formación de líderes comunitarios que han dedicado sus vidas a proteger estos ecosistemas y a la Red de Humedales de Bogotá”, expresó Escobar.

208 especies de aves habitan en los humedales de Bogotá. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz. 

Sin embargo, las esponjas cachacas sobrevivientes, donde habitan 208 especies de aves, algunas endémicas como la tingua bogotana y el cucarachero de pantano, y más de 10 de mamíferos, siguen padeciendo por los las aguas residuales, incendios forestales, basuras y escombros, además de las obras no necesarias y proyectos viales de las mismas autoridades del Distrito. 

La Fundación Humedales Bogotá elaboró un ranking o semáforo sobre el estado actual de los 15 ecosistemas declarados en la ciudad, clasificándolos en verde (observación), amarillo (cuidados intermedios) y rojo (cuidados intensivos), un análisis que deja un sinsabor por las diversas problemáticas que los agobian.

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La situación de los humedales es muy variable y depende mucho del mandatario de turno. Algunas administraciones tienen hojas de ruta claras para protegerlos, pero otras se han enfocado en convertirlos en sitios urbanos llenos de cemento, ciclorrutas y senderos poco amigables con los recursos naturales, algo que podemos ver hoy en día en Juan Amarillo y Jaboque”, expresó Escobar.

Vertimientos, incendios y basuras proliferan en los 15 humedales declarados de la capital. Fotos: Fundación Humedales Bogotá.

De los 15 humedales declarados en la capital, siete fueron catalogados por la organización en cuidados intensivos por su alto grado de vulnerabilidad (Juan Amarillo, Jaboque, Meandro del Say, Techo, Tibanica, La Isla y El Tunjo), y otros siete en cuidados intermedios por presentar tanto avances como problemáticas (La Conejera, Torca-Guaymaral, Santa María del Lago, Capellanía, El Salitre, La Vaca y El Burro).

Sólo Cordoba, ecosistema de la localidad de Suba que es defendido desde hace dos décadas por varios de sus vecinos, salió bien librado en el semáforo de la fundación, al ubicarlo en la categoría de observación por contar con un buen estado de conservación, aunque persisten algunas acciones que podrían afectarlo en el futuro.

Todos los días pueden pasar tanto cosas positivas como negativas en los humedales. Por ejemplo, a comienzos de este año ingresaron al listado de los más críticos Juan Amarillo y Jaboque por las obras que dejó contratadas la pasada administración de Enrique Peñalosa, y volvió a revivir la amenaza en Tibanica por el posible paso de la Avenida Ciudad de Cali y la controversial ALO por Capellanía”, indicó Escobar.

Juan Amarillo (rojo - cuidados intensivos)

Este humedal, que fue bautizado por los muiscas como Tibabuyes, palabra chibcha que significa tierra de labradores, es el más grande de Bogotá con 222,5 hectáreas distribuidas entre las localidades de Engativá y Suba.

A pesar de su gran tamaño y ser el único donde sobrevive el musgo de pantano, en la actualidad no es el más biodiverso de la capital. Alberga 113 especies de aves, entre ellas una numerosa población de tingua bogotana, cifra inferior a la registrada en otros ecosistemas como Córdoba, La Conejera, Jaboque y El Salitre, este último el más pequeño de la ciudad.

Juan Amarillo, el humedal más grande de la capital, se ha visto afectado por las obras con cemento. Foto: Fundación Humedales Bogotá. 

Juan Amarillo empezó a presentar una baja en su biodiversidad desde el primer periodo de alcalde de Enrique Peñalosa entre los años 1998 y 2000, cuando uno de sus sectores fue convertido en una piscina con las orillas adoquinadas con cemento y fueron construidas varias ciclorrutas a su alrededor, lo que afectó a la mayoría de las aves acuáticas.

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El año pasado, en el segundo mandato de Peñalosa, el humedal sufrió su segundo golpe más certero: la construcción de un puente elevado de 1,2 kilómetros para conectar al barrio Lisboa en Suba con el El Cortijo en Engativá y varios senderos y ciclorrutas, obras que según varios concejales de la capital ascienden a los 78.912 millones de pesos.

Uno de los sectores de Juan Amarillo es conocido como la piscina. Foto: Fundación Humedales Bogotá.

“Para realizar este tipo de intervenciones, Peñalosa modificó la Política de Humedales por medio del Decreto 565, el cual este año un juez declaró como nulo y volvió a prohibir la construcción de infraestructura, ciclorutas, senderos, alamedas, plazoletas, adoquinados y luminarias en los ecosistemas capitalinos”, afirmó Escobar.

Sin embargo, para el experto la medida llegó tarde, ya que varios tramos del puente presentan avances superiores al 70 por ciento. Sumado a esto, el futuro de la infraestructura aún es un misterio, como lo ha asegurado la misma alcaldesa Claudia López.

“Ofrezco excusas a Suba. Esa obra absurda en el humedal Tibabuyes yo no la hubiera contratado jamás, una intervención agresiva e irrespetuosa tanto con la ciudadanía como con el medioambiente. Pero eso ya se contrató, el daño ya está hecho y estamos viendo cómo logramos mitigarlo”, trinó hace pocos días López en su cuenta de Twitter.

Varios tramos del puente elevado en Juan Amarillo presentan avances de hasta el 70 por ciento. Foto: SDA.

Aunque la Secretaría Distrital de Ambiente (SDA) impuso medidas preventivas de suspensión de actividades en varios tramos del puente, aún no hay claridad sobre qué va a pasar con la infraestructura. “López lleva todo un año tratando de resolver una problemática que le heredó Peñalosa. Ese es uno de los mayores problemas en todos los humedales, que las administraciones no van en sintonía con las acciones pasadas”, anota Escobar.

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Para el director de Humedales Bogotá, todo el dinero que fue invertido en las recientes obras en Juan Amarillo debió ser destinado para solucionar sus mayores problemáticas, como el saneamiento de sus aguas afectadas por vertimientos que le llegan a través de las conexiones erradas al sistema de alcantarillado.

Las aguas residuales y la proliferación de basuras agobian la biodiversidad de Juan Amarillo. Foto: Fundación Humedales Bogotá.

Recuperar la calidad del agua debería ser la prioridad. Juan Amarillo hoy está en el limbo porque ya se inviertieron los recursos para las obras y si todo se suspende hay un detrimento patrimonial y ambiental. Cualquier decisión que se tome va a causar repercusiones. El daño ya está hecho, pero el Distrito no propone mayor cosa, como un plan de recuperación”.

Un bosque que tardó años en consolidarse dentro del humedal también está en riesgo. “Sigue latente la construcción de los senderos y un aula ambiental, obras que contemplan la tala de varios árboles nativos de ese bosque que reverdeció una zona afectada por el pastoreo del ganado. Es la primera vez en la historia que en Bogotá se realiza una obra de tal magnitud en uno de sus humedales”.

Las recientes obras en Juan Amarillo lo convierten en un humedal en cuidados intensivos. Foto: EAAB.

Jaboque (rojo - cuidados intensivos)

A la par del puente en Juan Amarillo, la pasada Administración Distrital dio marcha a la construcción de varios senderos y ciclorrutas en Jaboque, el segundo humedal más extenso de la capital con 148 hectáreas.

Un sendero elevado de 5,5 kilómetros dentro de la zona de manejo del Jaboque ha causado serias repercusiones en el bosque de las Lechuzas, uno de los sitios más biodiversos del ecosistema. Ante esto, la Secretaría de Ambiente impuso cinco medidas preventivas de suspensión de actividades en algunos tramos de las obras. 

Aunque ha padecido por varios impactos ambientales, la biodiversidad sigue reinando en Jaboque. Foto: Jhon Barros. 

Algunas de las actividades realizadas en Jaboque están por fuera de lo establecido en los permisos. También identificamos nuevas estructuras que no están incluidas en las resoluciones autorizadas, como la estructura de un mirador que está por fuera de las coordenadas”, informó la entidad hace un mes.

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No es la primera vez que Jaboque, donde hay registradas 130 especies de aves, es víctima de algún impacto ambiental. “Ya le habían cementado los bordes en los tercios bajos, lo rodearon con ciclorrutas y cuenta con barrios de invasión a su alrededor que hoy están siendo legalizados. A pesar de eso, Jaboque sigue sorprendiendo por su magia biodiversa”, afirmó Escobar.

Las recientes obras en Jaboque han afectado el bosque de las Lechuzas. Fotos: Cealdes.

Las obras en Jaboque también han puesto en riesgo su importancia histórica. Según Escobar, es el único humedal de Bogotá donde han encontrado presencia de monolitos prehispánicos de los muiscas, figuras talladas en rocas que determinaban las épocas de siembra y cosecha.

“Ese patrimonio histórico está en un alto riesgo. Inclusive el Acueducto destruyó algunos de los monolitos que fueron encontrados por unos estudiantes de la Universidad Nacional, quienes le advirtieron a la entidad sobre el riesgo que representaba la construcción de unos tubos enormes. Hoy en día no sobreviven más de 12 monolitos”.

El futuro del Jaboque es igual de incierto al de Juan Amarillo. “En ambos ecosistemas no sabemos qué va a pasar por las obras debido a los recursos que ya fueron destinados. Hay mucha timidez por parte del Distrito para concretar acciones puntuales que mitiguen el daño ya causado. En algún momento hay que renaturalizar los humedales que han sido víctimas del concreto, es decir revertir todo ese daño”

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Para el director de la organización, la prioridad en Jaboque debe ser solucionar las conexiones erradas de los canales Los Ángeles y Carmelo y construir un caudal ecológico. “La única agua que le llega al humedal viene por estos dos canales, que hoy en día son cloacas contaminadas con basuras y vertimientos”.

Aguas residuales y basuras son las mayores problemáticas ambientales en Jaboque. Foto: Fundación Humedales Bogotá. 

Meandro del Say (rojo - cuidados intensivos)

Antes de 1986, este ecosistema compartido entre la localidad de Fontibón y el municipio de Mosquera, era un meandro natural del río Bogotá, cuyas aguas se desbordaban en la temporada invernal y creaban gigantescos espejos de agua en la zona.

Luego se ejecutaron obras que desviaron el curso original del río y su cauce tomó un atajo artificial que elude el meandro, es decir que quedó totalmente desconectado del río y con poca entrada de agua. Esto disminuyó el caudal y se incrementó la sedimentación”, indicó Escobar.

El Meandro del Say luego fue víctima de rellenos con escombros y sus aguas empezaron a recibir los vertimientos industriales de Fontibón. “En 1992, la construcción de un jarillón redujo aún más el aporte directo de agua del río hacia el meandro, incrementando su desecación. El espejo de agua disminuyó casi un 60 por ciento”.

Meandro del Say fue desconectado totalmente del río Bogotá. Foto: Fundación Humedales Bogotá.

Hoy en día, los avances para la recuperación de este humedal son casi nulos. Según Escobar, el ecosistema está cada vez más potrerizado, la arena de los costales que conforman el jarillón causan sedimentación y en sequía las especies oportunistas lo invaden totalmente.

Los parqueaderos y canchas de fútbol le están ganando terreno al humedal en un costado. “Es necesaria una obra de reconformación para recuperar el vaso hidráulico, intervenciones que aún no están priorizadas. Lo último que hizo el Distrito fue abrir un poco el espejo de agua y sembrar plantas nativas”.

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La buena nueva para este humedal es la reciente consolidación de un grupo de jóvenes que estudia su biodiversidad y denuncia sus impactos. “La avifauna del Meandro del Say es impresionante a pesar de sus golpes. En sus 27,4 hectáreas hemos registrado 103 especies de aves, algunas vistas por primera vez durante la cuarentena”.

Cuando no está seco, Meandro del Say alberga miles de aves migratorias. Foto: Fundación Humedales Bogotá.

Techo (rojo - cuidados intensivos)

Todos los humedales de la localidad de Kennedy, en el sur de Bogotá, hacían parte del lago El Tintal, un ecositema que padeció por las urbanizaciones ilegales y los rellenos con escombros, actividades impulsadas por el hombre que lo fraccionarios y casi lo hacen desaparecer.

Techo es el vivo ejemplo del proceso de urbanización ilegal que sufrió la capital en los 80 y 90. Primero fue invadido por el barrio Lagos de Castilla a comienzos de los 90, que fue parcialmente legalizada. Luego vinieron las construcciones industriales y parqueaderos, y por último el paso de la carrera 80,  que lo dividió en dos sectores. 

Techo es uno de los humedales más olvidados por el Distrito. Foto: Fundación Humedales Bogotá.

El loteo ilegal, que hoy en día sobrevive en la zona, causó serias afectaciones en la flora y fauna de Techo. Es el tercer humedal con menos registros de especies de aves en la ciudad, 78 en total, y es muy raro ver alguna ave acuática debido a la falta de espejos de agua.

“De los tres humedales de Kennedy, Techo pareciera ser el más abandonado por el Distrito. Sin embargo, antes de la cuarentena vimos que le abrieron varios espejos de agua donde registramos patos canadienses y tinguas azules, aves que jamás habían hecho presencia allí”, informó Escobar.

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Aunque la fundación ha evidenciado algunas mejoras en Techo, las problemáticas persisten con fuerza. “Está totalmente rodeado por barrios, el sector oriental está abandonado y registra incendios forestales; los parqueaderos le arrojan basuras y vertimientos y aparecen cada vez más edificaciones de gran porte”.

Los parqueaderos y loteos ilegal siguen afectando al humedal Techo en Kennedy. Foto: Fundación Humedales Bogotá.

Techo es uno de los humedales más afectados por la inseguridad. "Incluso la Policía muchas veces no se atreve a entrar a la zona para recuperar el espacio público por las personas que allí habitan. El humedal también cuenta con una amenaza latente que es la ampliación de la Avenida Agoberto Mejía, y además perdió a una de sus líderes comunitarias más activas por diversas presiones”.

Escobar no ve mayores esfuerzos por parte del Distrito para recuperar Techo. “Las entidades no han puesto sobre la mesa acciones como la reconformación del humedal, el saneamiento de las conexiones erradas o el retiro de los parqueaderos. Pareciera que estuvieran resignadas a no recuperar sus 11,6 hectáreas”.

Entre las pocas acciones en Techo está abrir espejos de agua. Foto: Fundación Humedales Bogotá.

Tibanica (rojo - cuidados intensivos)

Este humedal compartido entre la localidad de Bosa y el municipio de Soacha significa en el lengua chibcha el portal de los altares. Cuenta la leyenda que fue uno de los lugares sagrados de los muiscas, indígenas que realizaban pagamentos y rituales en sus aguas.

En la década de los 90 era uno de los mayores hervideros de biodiversidad de la capital, una magia natural que empezó a palidecer con la llegada de las vías, las urbanizaciones ilegales, los escombros y las basuras. La quebrada Tibanica, la única que le inyectaba agua al humedal, fue altamente contaminada por los vertimientos de las viviendas.

El humedal Tibanica es uno de los pocos pulmones de la localidad de Bosa. Foto: Fundación Humedales Bogotá.

Desde 2003, el Distrito empezó a trabajar con la comunidad para la recueración del humedal. Sin embargo, en 2010 el Acueducto le quitó la única entrada de agua de la quebrada Tibanica, lo que causó una profunda desecación en sus 28,8 hectáreas. En época de verano, el espejo de agua del ecosistema desaparece totalmente por la falta de un caudal ecológico.

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Este año ha sido neurálgico para Tibanica. En febrero padeció por el peor incendio registrado en toda la historia en los humedales de Bogotá, que acabó con más de nueve hectáreas de vegetación. Todo indica que las llamas acabaron con la única pareja de cucaracheros de pantano que había sido reportada en la capital”, apunta Escobar.

Nueve hectáreas del humedal Tibanica fueron calcinadas en febrero de este año. Foto: Fundación Humedales Bogotá. 

A los incendios provocados se suma ahora la ampliación de la Avenida Cali para conectar Soacha con Bosa, un corredor vial que pasará al lado de Tibanica. “Los primeros diseños que conocimos estaban dentro del humedal, unos pilotes enormes. La alcaldesa dijo que las obras debían respetar el ecosistema, por lo cual los corrieron varios metros”, informó Escobar.

El Distrito ha convocado varias veces a la comunidad que defiende el humedal para concertar la mejor hoja de ruta. “En el último recorrido por la zona se habían pactado siete acuerdos, pero en el acta sólo incluyeron tres, obviando todas las recomendaciones de la comunidad como el desarrollo un estudio de impactos ambientales de las obras”, denuncia el experto.

En la época de sequía, el espejo de agua de Tibanica desaparece de la zona. Foto: Fundación Humedales Bogotá.

Tina Fresneda, que lleva más de 20 años luchando por Tibanica, parece que estuviera sola en la defensa ecosistémica del humedal, quien además de sensibilizar a los niños y jóvenes para que sigan con su legado ambiental, construyó un pequeño vivero de especies nativas que siembra en la ronda y hace abonos con los residuos orgánicos.

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Sin el trabajo de Tina probablemente hoy Tibanica no existiría. Ella misma se sorprende con la capacidad de recuperación del humedal, que aunque hace años no le invierten un solo peso, se ha regenerado después de los incendios. Está en cuidados intensivos por la futura avenida y la falta de fuerza institucional y apoyo al trabajo de sus líderes”, considera Escobar.

Tina Fresneda lleva más de 20 años luchando por Tibanica. Foto: archivo personal. 

El Tunjo y La Isla (rojo - cuidados intensivos)

Estos dos ecosistemas fueron los dos últimos humedales declarados en Bogotá: El Tunjo ubicado en la localidad de Ciudad Bolívar y La Isla en Bosa. Por ser novatos dentro de la figura de parques ecológicos distritales, los avances en su recuperación tienden a ser escasos.

El Tunjo, también conocido por la comunidad como La Libélula o Ubaguaya por la cantidad de estos insectos que hacen presencia durante varias temporadas del año, hace parte de la antigua zona de inundación del río Tunjuelo. 

“Su declaración fue posible por la presión de varios grupos colectivos y organizaciones del sector, quienes hacían siembras de árboles nativos, mingas, huertas, ollas comunitarias y círculos de la palabra con los indígenas de la zona”, recuerda Escobar.

El Tunjo es el único humedal declarado en la localidad de Ciudad Bolívar. Foto: Fundación Humedales Bogotá.

Para el director de la fundación, en los últimos años se ha perdido un poco la fuerza de la comunidad en el humedal. "La mayor problemática de El Tunjo son las aguas que le llegan cuando el río Tunjuelo se desborda, las cuales están cargadas con contaminantes y metales pesados. En algunas épocas, el olor es insoportable”.

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Escobar tiene contemplado hacer un recorrido por el Tunjo para establecer sus avances o nuevas problemáticas. “Lo ubicamos en cuidados intensivos porque en la medida que el río Tunjuelo siga contaminado, el estado del humedal se verá altamente impactado”.

Las aguas contaminadas del río Tunjuelo deterioran al humedal El Tunjo. Foto: Fundación Humedales Bogotá.

La Isla, humedal con 7,7 hectáreas ubicado en la rivera del río Tunjuelo en Bosa, sólo es alimentado por las aguas lluvias, por lo cual padece de una constante desecación. “La última vez que lo visité lucía más bien como un potrero y sin espejo de agua. Además, el sector es bastante inseguro”, anota el experto.

Los planes de manejo ambiental de ambos ecosistemas aún no han sido revelados por el Distrito. “O por lo menos la fundación no tiene conocimiento sobre lo que quedó contemplado en estas hojas de ruta. Una tarea urgente es recorrer estos ecosistemas para actualizar la información, empezar a denunciar sus problemáticas y destacar los avances, sí los hay”.

El pasto kikuyo domina toda la zona del humedal La Isla en Bosa. Foto: Fundación Humedales Bogotá.

La Conejera (amarillo - cuidados intermedios)

Este ecosistema de la localidad de Suba estuvo a punto de desaparecer durante los años 90 debido a las toneladas de escombros que le arrojaron las urbanizadoras y las mismas entidades del Distrito, una hecatombe ambiental que fue frenada por la comunidad del sector.

La Fundación Humedal La Conejera lo rescató del olvido y logró convertirlo en el ecosistema más biodiverso de la ciudad a través de varias obras financiadas por organizaciones internacionales. Además, fue el lugar donde nació el movimiento comunitario que ha salvado a los demás humedales de Bogotá.

Este humedal fue recuperado en los años 90 por la comunidad y los miembros de la Fundación La Conejera. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.  

Las 58,9 hectáreas de La Conejera le brindan hogar o refugio a 145 especies de aves y 11 de mamíferos. Además, es el único lugar en el planeta donde sobrevive la margarita de pantano, una planta endémica de la sabana de Bogotá que se creía extinta.

Aunque su biodiversidad sigue dando certeras muertas de resiliencia, Escobar advierte que La Conejera está descuidado por el Distrito, ya que no ve avances para solucionar varias de sus afectaciones como las aguas residuales que le llegan por la quebrada la Salitrosa, la falta del cerramiento total del ecosistema y la inseguridad del sector.

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“Hace pocas semanas pude regresar a La Conejera despúes de la cuarentena, donde pude observar algunas de sus aves más emblemáticas y avances como el buen estado de su mobiliario y los senderos. Lo que me preocupa es que en los últimos años se ha estancado el saneamiento de la quebrada la Salitrosa, un cuerpo de agua le inyecta al humedal las aguas residuales arrojadas por los habitantes del barrio Londres”.

Las aguas del humedal y la fauna que allí habita, se ven afectadas por los vertimientos de un barrio. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz. 

Según Escobar, en la última Mesa de Humedales el Distrito informó sobre varias obras de reconformación en la quebrada para sanearla, “pero aún no sabemos mucho sobre este proyecto y cómo lo pretenden hacer. Da mucho pesar ver que La Conejera, el humedal que hace varios años presentaba los mejores avances en su recuperación, hoy esté estancado”.

Para el experto, la salida de la Fundación Humedal La Conejera por el desprestigio al que fueron sometidos varios de sus fundadores, es uno de los principales causantes del abandono del humedal. “Aunque hoy en día hay varios grupos nuevos, como la Red La Conejera, ellos hasta ahora están empezando a consolidarse. Los procesos de educación ambiental también se han visto afectados”.

Los líderes comunitarios de los humedales se forman en el Ecobus de La Conejera, hoy totalmente abandonado por el Distrito. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.

El Ecobus, un antiguo troli que sirvió durante décadas como el mayor epicentro de la educación ambiental en Bogotá, hoy luce destartalado y solo es utilizado como caseta para las personas que prestan el servicio de vigilancia.

“Dos momentos causaron el abandono del Ecobus: el primer año de la administración de Gustavo Petro, cuando La Conejera no tuvo administración y el humedal quedó a la deriva de los vándalos y los consumidores de droga que utilizaron el bus. Lo mismo ocurrió durante el primer periodo de Enrique Peñalosa”, anota Escobar. 

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La falta del cerramiento total de La Conejera también afecta al ecosistema. “En el último recorrido que hice los vigilantes me contaron que persisten los consumidores de droga, delincuentes y la presencia de personas que ingresan con perros, animales que han causado un desplazamiento de los curíes, el mamífero más emblemático del humedal”.

La cuna del movimiento ambientalista en Bogotá no presenta mayores avances en su recuperación. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.

Torca-Guaymaral (amarillo - cuidados intermedios)

El primer golpe contra este ecosistema del norte de Bogotá fue la construcción de la Autopista Norte, vía que lo fraccionó en tres partes: Torca en Usaquén con 22 hectáreas, Guaymaral en Suba con 49 hectáreas y una franja en el separador del corredor vial.

Luego aparecieron rellenos con escombros en Guaymaral, pastoreo de ganado en Torca y vertimientos contaminantes en ambos costados. “Sin emnargo, en el último recorrido que hicimos por este ecosistema antes de la cuarentena, pudimos observar una alta presencia de biodiversidad, en especial de aves. Tenemos registradas 107 especies de aves allí”, anotó Escobar.

El experto destacó que en los últimos 10 años, Torca-Guaymaral ha tenido grandes avances. “Era uno de los humedales más abandonados e impactados en la capital y al que nunca le habían invertido un solo peso. El Distrito abrió varios espejos de agua en Torca, antes repleto de pasto kikuyo, y Guaymaral es cada vez más biodiverso”.

Torca-Guaymaral ha registrado varios avances en los últimos 10 años. Foto: Fundación Humedales Bogotá.

Sin embargo, algunos proyectos urbanísticos contemplados en el corto y mediano plazo tienen al humedal en un alto grado de vulnerabilidad, como es el caso del parque metropolitano que pretende construir el Distrito cerca de la reserva Thomas van der Hammen y el proyecto Lagos de Torca.

“Estos proyectos siguen siendo una incógnita. Algunas personas dicen que Lagos de Torca será una maravilla y tendrá un impacto positivo sobre el humedal, pero el grueso de la estrategia pocos lo conocen. Es un tema del que aún no tenemos mucha información, por lo cual la vulnerabilidad del humedal se mantiene”, mencionó Escobar. 

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Según la Secretaría de Ambiente, el proyecto Lagos de Torca busca generar una conectividad paisajística y funcional y construir alrededor de 135.000 viviendas nuevas. "Contará con 400 hectáreas de espacio público, más de 250 hectáreas de suelo de protección, como humedales y quebradas, y 300 hectáreas de vías".

Varios espejos de agua del humedal han sido recuperados por el Distrito. Foto: Fundación Humedales Bogotá.

"Es un plan estratégico con el que pretendemos equilibrar el desarrollo urbano y ambiental de la ciudad, para hacerla más sostenible, diversa y conectada. Se logró con la ANI y el Ministerio de Transporte que la ampliación de la Autopista Norte eleve parte de este corredor vial para recuperar la conexión hidráulica del humedal Torca”, dijo la entidad en un comunicado de prensa.

La secretaria de Ambiente Carolina Urrutia explicó que la entidad está a la espera de que el juez se pronuncie sobre la conectividad de la AP-2 (área protegida), “es decir esa franja donde confluyen los dos planes parciales del proyecto Lagos de Torca y que se conectan con la Reserva Thomas van der Hammen; el Ministerio de Ambiente deberá hacer un estudio sobre el impacto de cualquier proyecto que se pueda desarrollar en esta zona”.

Además del futuro de las obras en este humedal del norte capitalino, Escobar considera que aún faltan concretar varias acciones como los vertimientos de las conexiones erradas. “Lo que me preocupa del proyecto es que llegue a afectar la conectividad ecológica. Necesitamos que socialicen todas las acciones y cómo las pretenden hacer. La gente de la zona también está afanada”.

Así pretende conectar el Distrito los cerros orientales con el río Bogotá. Fuente: SDA.

Santa María del Lago (amarillo - cuidados intermedios)

Para muchos ciudadanos, Santa María del Lago es el humedal más conservado de Bogotá. Sus 10,8 hectáreas están encerradas, el espejo de agua luce cristalino, las tinguas de pico amarillo abundan por la zona y es el ecosistema más visitado en la capital del país. 

Sin embargo, las escasas muestras de biodiversidad demuestran todo lo contrario. El humedal registra 82 especies de aves, cifra bastante inferior si se compara con otros ecosistemas con serias problemáticas como Meandro del Say, o mucho más pequeños como El Salitre.

Santa María del Lago es el humedal más visitado por los bogotanos. Foto: Jhon Barros.

Para Escobar, esto se debe a que la gran parte del espejo de agua de Santa María del Lago fue bordeado con senderos duros para la recreación pasiva de los vecinos del sector, lo que se suma a las edificaciones que rodean este ecosistema de la localidad de Engativá.

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Santa María del Lago es una isla en medio del cemento que requiere de pocas acciones puntuales que aún no están contempladas por el Distrito, como un caudal ecológico y tratar de revertir la cantidad de cemento que se le metió en la construcción de los senderos. Lo bueno es que se supone que no cuenta con conexiones erradas que afecten su calidad hídrica”.

El Distrito continúa endureciendo la ronda del humedal Santa María del Lago. Foto: Fundación Humedales Bogotá.

El año pasado, cuando la Fundación Humedales Bogotá fue a Santa María del Lago a realizar unas actividades de educación ambiental, los voluntarios pensaron que el Distrito por fin iba a liberar el espacio natural de tanto cemento, pero se llevaron un baldado de agua fría.

“Estaban retirando todo el adoquín de los senderos, lo que me llenó de esperanza. Sin embargo, lo que hizo el Distrito fue reforzar los caminos que estaban deteriorados y meter caucho en varias plazoletas con la imagen de una tingua. Este material puede ser aún más perjudicial que el mismo cemento, ya que impermeabiliza el humedal. Esto genera un mayor retroceso en el ecosistema”, dijo Escobar.

Además de senderos en cemento, el Distrito construyó plazoletas con caucho. Foto: Claudia Calao.

El experto destaca la siembra de árboles nativos dentro del humedal, los cuales han conformado una espesa vegetación. “Otra impacto considerable es el ruido de los vehículos, por lo cual se podría pensar en desarrollar corredores exclusivos para las bicicletas en las vías más cercanas y reverdecer más los barrios”.

Aunque Santa María del Lago luce conservado, para Ecobar no avanza en lo poco que se puede hacer. “Lo que le han hecho con los senderos, como un suelo impermeable con caucho, evita que esté en el mismo listado de un humedal como Córdoba, que sí cuenta con acciones que giran en torno a la conservación de su biodiversidad”.

Las tinguas pico amarillo abundan por las zonas duras de Santa María del Lago. Foto: Fundación Humedales Bogotá.

Capellanía (amarillo - cuidados intermedios)

A principios del siglo XX, este humedal de la localidad de Fontibón también conocido como Cofradía, mantenía su condición rural con presencia de algunos cultivos como papa, maíz, hortalizas y frutales.

En los años 50, la Avenida del Ferrocarril causó la primera división del ecosistema, a la que le siguió la llegada de la Avenida la Esperanza que lo fragmentó en dos sectores. Luego, el humedal empezó a rodearse por los barrios Cofradía, Capellanía, Rincón Santo, Villemar y el Rubí.

El espejo de agua de Capellanía fue invadido por las especies oportunistas. Foto: Fundación Humedales Bogotá.

Debido a los procesos de expansión urbana, Capellanía quedó desconectado de la cuenca hidrográfica del río Fucha, a lo que se sumaron otros impactos como el desarrollo industrial, escombros y vertimientos. El pasto kikuyo se regó como arroz por las 27,7 hectáreas del ecosistema, a tal nivel que su espejo de agua no se divisaba.

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Durante la Alcaldía de Gustavo Petro, el Distrito empezó el rescate de esta esponja de Fontibón con obras como la recuperación del espejo de agua y el retiro de toneladas de basuras y escombros que lo tenían agobiados.

El Distrito ha avanzado bastante en la recuperación del humedal Capellanía. Foto: Fundación Humedales Bogotá.

“Capellanía ha avanzado bastante. Hoy tiene un espejo de agua bastante consolidado en el sector de la Avenida Esperanza, donde regresaron las aves acuáticas como pisingos, patos canadienses, tinguas y patos turrios. La siembra de especies nativas y su cerramiento, también han mejorado su estado”, manifestó Escobar.

El problema actual en este humedal son futuras obras viales como la Avenida Longitudinal de Occidente (ALO), una amenaza que lo ha perseguido desde hace décadas. “Según la alcaldesa, todas las futuras obras en la ciudad se deben regir a la Política de Humedales, es decir que no afectarán los ecosistemas directamente. Sin embargo, nos preocupa que la ALO pase muy cerca del humedal y cause impactos en su biodiversidad”, anota Escobar.

La ALO es la mayor amenaza para el humedal Capellanía y la fauna que allí habita. Foto: SDA.

Al experto le afana que llegue una futura avenida con ocho carriles bastante iluminada al lado de Capellanía, lo que ahuyentaría a las aves que han regresado después de su recuperación, que en total suman 79 especies.

“Este humedal sigue vulnerable por esta clase de proyectos, los vertimientos de las conexiones erradas y la falta de caudal ecológico. Por donde se supone que va a pasar la ALO no se ha sembrado un solo árbol nativo”.

En la última visita a Capellanía, la fundación registró 32 especies de aves registradas. Fotos: Jorge Escobar.

El Salitre (amarillo - cuidados intermedios)

Entre 2011 y 2015, el Distrito reconoció tres nuevos parques ecológicos distritales de humedal en Bogotá. Uno de ellos fue El Salitre, ecosistema ubicado en la localidad de Barrios Unidos y catalogado como el más pequeño de la ciudad, con apenas 3,42 hectáreas.

En El Salitre se han registrado 114 especies de aves, lo que lo convierte en el cuarto humedal con mayor diversidad de avifauna en la capital, una cifra que incluso supera a la de ecosistemas mucho más extensos como Juan Amarillo.

A pesar de su pequeño tamaño, El Salitre es un hervidero de avifauna. Foto: Fundación Humedales Bogotá.

Aunque está dentro del Parque Recreodeportivo El Salitre, lo que evita afectaciones como el arrojo de escombros, basuras y la llegada de vertimientos contaminantes, esta pequeña esponja no está libre de los impactos de la mano del hombre.

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La pista de BMX, que ya fue construida, va a causar varios impactos por el exceso de ruido e iluminación. Aunque la pista está a más de 30 metros de la zona de manejo del humedal, las luminarias ya están generando afectaciones a la fauna, y eso que aún no está en funcionamiento. Si no estoy mal el sitio podrá albergar más de 1.000 personas en las tribunas”, mencionó Escobar.

Una pista de BMX generará serias afectaciones en el humedal El Salitre. Foto: Fundación Humedales Bogotá.

Cuando inicien las competencias, El Salitre podría disminuir su enorme cantidad de aves. “El ruido de la actividad hará resentir al humedal más pequeño de la ciudad. A esto se suma una futura alameda que perjudicará los árboles nativos sembrados y la falta de un caudal ecológico, la cual evita que su espejo de agua se seque en épocas de sequía. Cuando deja de llover se seca totalmente”. 

Para Escobar, durante la formulación del plan de manejo ambiental del humedal el Distrito le metió un gol a la red comunitaria de El Salitre, que asocia a varios colectivos, organizaciones y vecinos.

El Salitre carece de un caudal ecológico, por lo cual se seca cuando no hay lluvias. Foto: Fundación Humedales Bogotá.

No incluyeron toda el área de protección que habíamos recomendado, que era de más o menos siete hectáreas y al final quedó de casi cuatro. La esperanza radica en que la comunidad de la red está bastante comprometida con la defensa del humedal”.

Según el director de la organización, una de las propuestas del Distrito es llevarle agua del Parque Simón Bolívar al humedal, algo que la comunidad no comparte. “Esas aguas no presentan una buena calidad hídrica. La opción es traerle agua de quebradas como Las Delicias o La Vieja”.

El Salitre es el cuarto humedal de la ciudad con más registros de especies de aves. Fotos: Fundación Humedales Bogotá.

La Vaca (amarillo - cuidados intermedios)

Este humedal de la localidad de Kennedy ostenta el lamentable título del único ecosistema que desapareció totalmente de la ciudad por el loteo ilegal de sus tierras, una actividad que tuvo su apogeo durante la década de los 90.

Más de 5.000 familias fueron engañadas por los loteros, quienes les vendieron ilegalmente los dominios del ecosistema y los rellenaron con escombros para construir viviendas sin ningún servicio público. Su afectación fue tan fatídica que todo el espejo del agua quedó sepultado bajo los barrios de invasión.

El sector norte de La Vaca fue recuperado entre la comunidad y el Distrito. Fotos: Dora Villalobos y Jhon Barros.

Luego de un largo proceso para reasentar a varias familias del barrio Amparo Cañizares, el Distrito y la comunidad, liderada por Dora Villalobos, iniciaron las obras para restaurar cerca de ocho hectáreas de humedal, empezando por el sector norte, al lado de Corabastos, y más recientemente en la parte sur, que estaba bajo parqueaderos y asentamientos.

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El agua volvió a brotar en el sector norte de La Vaca, donde 12 mujeres comunitarias y los niños y jóvenes de los Guardianes del Agua revedecieron la zona con plantas nativas. La parte sur inició su recuperación hace tres años. 

El sector norte de La Vaca renació de los escombros. Foto: Jhon Barros.

La Vaca es uno de los humedales que más ha progresado en la ciudad gracias a esa articulación entre las comunidades y las entidades distritales. La parte norte luce llena de biodiversidad y con una calidad del agua no tan afectada por un biofiltro creado por las mujeres de la zona, mientras que la zona sur está en proceso de restauración”, dijo Escobar.

Sin embargo, el experto considera que aún hay muchas cosas por hacer, como el cerramiento total y el saneamiento predial en el sector sur, y añadirle unos terrenos en la zona norte. "Está en cuidados intermedios porque si esto no es solucionado, las problemáticas volverán a aparecer y dejarán atrás todo el progreso llevado a cabo durante los últimos 20 años”.

Así va el cambio extremo del sector sur de La Vaca. Fotos: EAAB.

Para Escobar, en los barrios aledaños a La Vaca deberían desarrollarse actividades verdes. “Es una de las zonas de Bogotá donde no hay ni un solo árbol en el espacio público. Sumado a esto, persisten los problemas de inseguridad y el consumo de drogas, por lo cual pocos se atreven a visitarlo”.

El tema de los vertimientos por parte de Corabastos, que hace varios años tenían en jaque la calidad del agua de La Vaca, está prácticamente saneado. “Las líderes comunitarias dicen que solo hay un vertimiento por parte de la empresa. Pero hay que subsanar las conexiones erradas que afectan a un canal que le ingresa al humedal”.

El Distrito no ha logrado retirar cinco asentamientos ilegales en el sector sur de La Vaca. Foto: Jhon Barros.

El Burro (amarillo - cuidados intermedios)

Este ecosistema de la localidad de Kennedy fue fragmentado en dos por el paso de la Avenida Ciudad de Cali, siendo el sector oriental el más grande. Sin embargo, su mayor estocada vino por parte del desarrollo urbano, tanto así que durante años fue utilizado como un relleno de escombros y un parqueadero.

Era conocido como el botadero Gibraltar, un lugar donde estaba autorizado que los camiones llegaran a descargar sus residuos. El trabajo de varios líderes comunitarios presionó a la Empresa de Acueducto para que diera inicio a un proyecto de recuperación que permitiera ampliar su espejo de agua, sembrar árboles nativos y generar procesos de educación ambiental”, recuerda Escobar.

El Distrito le metió la ficha a la recuperación del humedal El Burro. Foto: Fundación Humedales Bogotá.

Una acción popular por parte de la comunidad obligó al Distrito a invertir dinero para la reconformación ecológica del humedal, su cerramiento y la consolidación de un bosque protector. “Su cambio fue extremo, muy similar al llevado a cabo en La Vaca. Hemos registrado 97 especies de aves en los últimos cinco años”, precisó el experto.

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Aunque del basurero que fue durante la década de los 90 no queda el mínimo rastro, El Burro padece por una mala calidad de agua inyectada por los canales que recogen las aguas residuales

Así luce hoy el humedal El Burro, que durante décadas funcionó como un botadero de basuras y escombros conocido como Gibraltar. Foto: Jhon Barros.

“De los tres humedales de Kennedy, El Burro es el más neurálgico por este tema. Una buena noticia es que van a construir un observatorio para el avistamiento de aves, lo que fortalecerá los procesos de educación ambiental”.

En este ecosistema se ha consolidado un semillero de niños y jóvenes con la biblioteca El Tintal, proceso que es liderado por Alejandro Torres. “Él ha sido el que más ha trabajado por la transformación de El Burro, un líder comunitario que lleva décadas de lucha por este ecosistema del sur de Bogotá”, precisó Escobar.

Las aguas residuales que le llegan a El Burro aún no son solucionadas por el Distrito. Foto: Jhon Barros.

Córdoba (verde - en observación)

Este riñón de la localidad de Suba es conocido como el humedal de los buenos vecinos, una estampa que nació en el año 2000 cuando varios miembros de la comunidad instauraron una acción popular contra el Distrito para evitar que fuera sometido a obras como la construcción de ciclorrutas.

La ley le dio la razón a los vecinos del ecosistema. La acción popular frenó el proyecto de paisajismo que quería hacer el entonces alcalde Enrique Peñalosa, una herramienta jurídica que obliga a las entidades a contar con el aval de la comunidad para hacer cualquier tipo de intervención en el humedal.

El humedal Córdoba es el único catalogado por la Fundación Humedales Bogotá como el observación. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.

Un grupo interdisciplinario conformado por seis vecinos de los barrios que rodean a Córdoba son los encargados de hacerle una veeduría a las obras, como las adecuaciones y dragados que fueron realizados para recuperar los sectores dos y tres del humedal, el cerramiento de varias zonas y la inyección de aguas cristalinas de la quebrada Santa Bárbara. 

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La articulación entre la comunidad y el Distrito tiene hoy a Córdoba como el humedal con mayor variedad de especies de aves, 154 en total, y uno de los más biodiversos por la presencia de especies como ranas, culebras y algunos mamíferos.

Córdoba es el rey absoluto en aves de todos los humedales de Bogotá. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz. 

Sin embargo, Escobar precisa que hay varias acciones contenidas en el fallo de la acción popular que el Distrito no ha cumplido, como es el caso de solucionar las conexiones erradas y la alta proliferación de basuras que afectan a los canales Molinos y Córdoba, factores que tienen en riesgo a las aves y a la misma comunidad.

“En épocas de sequía, los olores nauseabundos de estos canales son insoportables en los barrios aledaños. La prioridad en Córdoba debería ser sanear estos ríos urbanos, pero el Distrito ha priorizado su accionar en obras innecesarias como los nuevos senderos ecológicos que están contemplados en los sectores uno y tres. La alcaldesa se comprometió a revisar los fallos que tiene el Acueducto para solucionar las conexiones erradas al sistema de alcantarillado”.

La mayor problemática de Córdoba es la pésima calidad de agua de los canales que lo rodean. Foto: Nicolás Acevedo Ortiz.

Aunque actualmente Córdoba es el humedal menos afectado en la ciudad, Escobar considera que estaría mucho mejor si el Distrito soluciona sus verdaderas problemáticas. “Los nuevos senderos en el sector tres, el más biodiverso, podrían generar al comienzo nuevos impactos como basuras y delincuencia por parte de los nuevos visitantes, algo que actualmente no sucede. Es una obra innecesaria, una plata que debió ser destinada para sanear las aguas de los canales”.

Una obra que sí es primordial para Escobar es la construcción del aula ambiental para las actividades de educación ambiental en el sector dos. “Las organizaciones que sensibilizamos a la comunidad no contamos con un espacio digno. Aunque su diseño no incluyó todas las recomendaciones de la comunidad, esta obra es de suma urgencia. Actualmente está suspendida porque el Acueducto encontró un tubo madre mientras hacía las excavaciones”.

Serpientes y ranas también habitan en el humedal Córdoba. Foto: Fundación Humedales Bogotá.

Actualmente, el ingreso al sector dos del humedal está suspendido por esta obra y la pandemia, lo que ha afectado la educación ambiental y al vivero de especies nativas construido por la Fundación Humedales Bogotá con ayuda de la comunidad.

Todas las plantas que teníamos en el vivero se murieron porque el Distrito no nos dejó ingresar durante la cuarentena, y ahora pretende que sea manejado por la Secretaría de Ambiente cuando fue una acción de la comunidad. El sector dos es el único que cuenta con senderos ecológicos para el paso de los turistas, una actividad que por ahora sigue frenada”.