Especial Competitividad y Desarrollo en la Salud

“Siempre hemos estado del lado correcto de la historia”: directora de Profamilia

Marta Royo, directora ejecutiva de la entidad desde hace 13 años, asegura que seguirán con su compromiso de que todas las personas en Colombia puedan decidir sobre su cuerpo, incluso cuando eso signifique ir en contravía.

27 de junio de 2025, 11:32 p. m.
Marta Royo, directora ejecutiva de Profamilia.
Marta Royo, directora ejecutiva de Profamilia. | Foto: Cortesía Profamilia

En septiembre Profamilia cumple 60 años, ¿qué ha cambiado en el país en materia de salud sexual y reproductiva?

Marta Royo (M.R.): La evolución ha sido tan profunda como desafiante. Cuando Profamilia nació, en 1965, el contexto era otro: en Colombia no se hablaba abiertamente de sexualidad, las mujeres no tenían herramientas para decidir si querían o no ser madres, y el acceso a anticonceptivos era limitado y, en muchos casos, clandestino. Había un enfoque marcado por el intento del control de la natalidad y no por el entendimiento de que la sexualidad es un asunto de derechos humanos. Las mujeres tenían en promedio más de seis hijos, muchas veces sin haberlo decidido, y la salud sexual y reproductiva era un tema invisibilizado tanto en la política pública como en la vida cotidiana.

En estos 60 años, esa realidad ha cambiado radicalmente. Hoy el país cuenta con un marco legal más garantista, con mayor cobertura en servicios y una sociedad civil más activa. La conversación pública se ha ampliado y diversificado. Ya no se trata solo de métodos anticonceptivos, sino de educación integral para la sexualidad, aborto seguro, salud menstrual, salud mental… En fin, hoy se trata más de la autonomía de cada persona para decidir sobre su cuerpo y su proyecto de vida.

Quedan muchos retos por delante, pero también hemos construido un camino sólido, colectivo y profundamente humano que nos permite mirar hacia el futuro con esperanza, responsabilidad y con el convencimiento de que la garantía de los derechos sexuales y reproductivos no deben ser un privilegio, son derechos humanos, y la base fundamental para una sociedad verdaderamente equitativa.

Profamilia lleva seis décadas impulsando la educación sexual y la legislación de los derechos sexuales en Colombia.
Profamilia lleva seis décadas impulsando la educación sexual y la legislación de los derechos sexuales en Colombia. | Foto: Cortesía Profamilia

Entendiendo esta nueva realidad, ¿cuáles son las brechas que persisten y más le preocupan hoy en día?

M.R. A pesar de los avances legislativos, institucionales y sociales que hemos conquistado en las últimas décadas, Colombia sigue enfrentando profundas brechas que impiden que el derecho a la salud sexual y reproductiva se ejerza plenamente. Esas brechas tienen múltiples capas: territoriales, sociales, culturales, económicas y simbólicas.

Colombia es un país inmensamente diverso, pero esa diversidad no siempre se traduce en equidad. En muchas regiones rurales, apartadas o golpeadas por la violencia, el acceso a servicios básicos de salud sexual y reproductiva es todavía muy limitado o inexistente. En esas zonas, las mujeres, las niñas y personas gestantes siguen enfrentando embarazos no deseados, embarazos adolescentes e infantiles sin opciones seguras para decidir.

También persisten brechas interseccionales, que afectan de manera diferenciada a poblaciones históricamente excluidas: comunidades indígenas, afrodescendientes, personas migrantes o con discapacidad, trabajadoras sexuales, personas trans y no binarias. Aunque en los discursos institucionales se habla de inclusión, en la práctica muchas de estas personas se enfrentan a barreras cotidianas: desinformación, discriminación, maltrato, negligencia o negación de servicios de salud. Otro gran desafío es la educación. Todavía hay generaciones enteras que no acceden a información clara, basada en la evidencia y libre de prejuicios sobre su sexualidad, sus cuerpos y sus derechos.

La educación integral para la sexualidad aún no está garantizada para todos los niños, niñas y adolescentes del país, y eso genera círculos de desinformación, embarazo adolescente, violencia sexual, entre otros.

Y, por último, una de las brechas más dolorosas es la que existe entre lo legal y lo real. Tenemos normas que avanzan, como la despenalización del aborto, pero su implementación, aunque ha dado pasos enormes, está lejos de ser universal. En Colombia, muchos derechos son reconocidos en el papel, pero no en la práctica. Y las poblaciones no saben cómo ejercerlos, no confían en el sistema, o incluso, se encuentran con profesionales que juzgan, rechazan o niegan la atención cuando se trata de algo relacionado con la sexualidad.

Cerrar estas brechas requiere decisión política, inversión social y voluntad institucional. Pero también de organizaciones que estén del lado de la gente, escuchen, acompañen y transformen. Eso es precisamente lo que Profamilia ha hecho durante 60 años, y lo que seguirá haciendo.

Profamilia llega a territorios donde el Estado tiene una presencia limitada. ¿Cómo ha sido ese trabajo en zonas rurales y apartadas?

M.R. Ha sido, sin duda, uno de los pilares más significativos y desafiantes en la historia de Profamilia. Estar en esos lugares no ha sido un accidente ni una casualidad, sino una decisión consciente y sostenida durante seis décadas, que parte del principio de que todos los derechos sexuales y reproductivos deben estar garantizados. En Colombia, el acceso a la salud, y especialmente a la salud sexual y reproductiva sigue estando condicionada por el lugar donde se nace. En muchos municipios, corregimientos y veredas, el Estado simplemente no llega. Y cuando no hay servicios, no hay información; y si no hay información lo que impera son los silencios, miedos, mitos y las violencias.

En 2024, por ejemplo, realizamos más de 3.600 brigadas extramurales en 690 territorios, atendiendo a más de 129.000 personas que, de otro modo, probablemente no habrían accedido a anticoncepción, prevención de ITS, atención en violencia basada en género o incluso a un espacio de escucha y contención emocional. El 98% de quienes atendemos pertenecen a los estratos 1, 2 y 3. Eso nos muestra que nuestro trabajo está en las orillas del sistema, donde más se necesitan las garantías y menos se ofrecen. Y lo hacemos con un equipo que literalmente se pone las botas para llegar por río, trocha o a pie, a donde las condiciones muchas veces son precarias.

Profamilia llega al corazón de las comunidades, haciendo constante presencia como aliados y adaptando sus metodologías a los contextos locales.
Profamilia llega al corazón de las comunidades, haciendo constante presencia como aliados y adaptando sus metodologías a los contextos locales. | Foto: Cortesía Profamilia

¿Y lo hacen de la mano de las comunidades?

M.R. Es que no debería ser posible de otra manera. Llegar a lo más profundo de Colombia requiere algo más que logística: presencia constante, respeto cultural y una enorme capacidad de escucha. No llegamos como salvadores, sino como aliados. Nos sentamos con las parteras, las madres comunitarias, líderes sociales, las y los jóvenes. Con respeto, adaptamos nuestras metodologías a los contextos locales, fortalecemos capacidades comunitarias, y tejemos relaciones que permiten, hablar de salud, sexualidad, placer, aborto o autonomía. También innovamos con telemedicina, desarrollo de capacidades, transferencia de conocimiento y modelos comunitarios que convierten a promotoras y promotores locales en verdaderos agentes de cambio.

Para muchas comunidades, Profamilia no es solo una institución: es el primer lugar donde alguien les habló sin juzgar, donde pudieron preguntar sin miedo, se sintieron vistas, escuchadas y acompañadas. Y eso es lo que nos mueve.

Profamilia es una organización pionera, por eso mismo ha enfrentado resistencias sociales e institucionales durante décadas…

M.R. Liderar Profamilia es, ante todo, un acto de convicción profunda. Esta es una organización que ha estado del lado correcto de la historia, incluso cuando eso ha significado ir en contravía de la corriente. Ser pioneros en salud sexual y reproductiva en un país como Colombia implica incomodar, abrir debates, tocar fibras sensibles. Pero también sostener una ética del cuidado, la necesaria visión de derechos humanos y la valentía institucional que no puede dar un paso atrás cuando se trata de defender la autonomía de las personas en algo tan íntimo pero universal como lo es la sexualidad.

Ese camino no ha sido fácil. Hemos enfrentado resistencias sociales, políticas, religiosas e institucionales. A veces muy explícitas, a veces más sutiles. Desde intentos de censura, estigmatización o ataques mediáticos, hasta barreras administrativas que buscan frenar el acceso a los servicios que prestamos. En muchos momentos nos ha tocado explicar una y otra vez que lo que hacemos no es ideológico, es necesario, justo, técnico y científico. Pero, sobre todo, es profundamente humano.

Usted ha liderado la organización por 13 años. ¿Cómo ha manejado esas resistencias?

M.R. Durante estos 13 años he visto cómo Profamilia ha sabido evolucionar sin perder su esencia, fue mi meta desde que asumí el cargo. Mi experiencia personal y profesional me ha permitido ver y ser parte de contextos donde la salud sexual y reproductiva se ejerce y vive con completa naturalidad, por lo que siempre supe que desde mi posición en Profamilia iba a poder aportar para que, en Colombia, un día, fuera igual.

Hemos pasado de ser una organización centrada en la planificación familiar a convertirnos en un referente regional e incluso global en salud sexual, reproductiva y de derechos humanos. Una empresa social con una gestión empresarial exitosa cuya integralidad nos permite ofrecer servicios a través de la que es hoy la principal red de clínicas especializadas en salud sexual y reproductiva del país; con un robusto portafolio de productos con marcas líderes en el mercado de la anticoncepción femenina como CAICLOS y de condones con marcas como Piel.

Además, investigamos, generamos conocimiento, incidimos en políticas públicas y la toma de decisiones del orden nacional, regional y local para avanzar en materia de derechos sexuales y reproductivos, evitando su retroceso.

Liderar Profamilia ha significado también aprender a navegar tensiones: entre lo urgente y lo estructural, entre la política pública y la vida cotidiana de quienes atendemos, entre el activismo y la institucionalidad. Ha sido construir puentes entre la evidencia científica y la idiosincrasia. Y, sobre todo, sostener una voz firme cuando hay que hablar alto, y una mano extendida para acompañar prudentemente.

El compromiso de Profamilia continúa: este año, traerá por primera vez a América Latina la Conferencia Internacional de Planificación Familiar.
El compromiso de Profamilia continúa: este año, traerá por primera vez a América Latina la Conferencia Internacional de Planificación Familiar. | Foto: Cortesía Profamilia

¿Qué viene para Profamilia?

M.R. Vienen nuevos desafíos, pero también posibilidades para fortalecer y proyectar nuestro trabajo. En Profamilia seguimos comprometidos con llegar más lejos, atender mejor y responder a las realidades que hoy marcan la vida de las personas. Vamos a seguir ampliando nuestras líneas de atención en salud mental, menopausia, andropausia y a poblaciones históricamente excluidas, sin perder el foco: garantizar que la salud sexual y reproductiva sea un derecho real, sin barreras ni condiciones.

Además, este año asumimos un reto histórico: Profamilia traerá por primera vez a América Latina la Conferencia Internacional de Planificación Familiar (ICFP). Este evento no llega en cualquier momento, lo hace justo cuando los derechos sexuales y reproductivos están siendo amenazados en muchos países, y cuando se necesita una respuesta global clara, colectiva y comprometida. La ICFP será una plataforma clave para construir una agenda internacional que responda al contexto actual, que defienda lo que hemos avanzado y proponga nuevas rutas para seguir garantizando derechos, incluso en medio de la adversidad.

Lo que viene para Profamilia es seguir siendo una organización que incomoda hasta cuando deje de ser necesario, que acompaña con respeto y que lidera con coherencia. Nuestro compromiso sigue siendo el mismo: poner en el centro la vida, el cuerpo, la autonomía, el proyecto de vida y la dignidad de las personas.