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Walter Riso habla tras el atentado a Miguel Uribe Turbay, “prender una vela es también un acto de indignación”
El aclamado autor y psicólogo Walter Riso habla del momento difícil que vive Colombia tras el atentado a Miguel Uribe Turbay. También del poder del silencio como protesta y de su nuevo libro Los 7 pilares del amor propio.

SEMANA: Usted llegó a Colombia en un momento en que están aflorando muchos sentimientos, pero, sobre todo, en el que se ve una fe profunda. Como psicólogo y autor que conoce tanto a este país, ¿siente que puede haber algo bueno en lo que vivimos?
Walter Riso: Creo que la fe nunca tiene nada de malo. Hay que verla no solo como un acto de esperanza, sino también como un acto muy potente de rebeldía. Un acto de decir: “¡No más! ¡Me cansé!”. El agotamiento emocional se produce cuando la brecha se rompe y va mucho más allá de cualquier posición política.

SEMANA: Después del atentado a Miguel Uribe Turbay, muchas personas han salido a prender una vela por él, a recitar una oración.
W.R.: No me quiero meter en eso porque es un tema complejo, pero como psicólogo quisiera compartir algunas reflexiones. Creo que es un momento en que las personas han dicho que no quieren volver a caer, porque la historia de Colombia ha sido caer muchas veces. Entonces, usted me habla de un acto de fe, pero yo lo veo también como un acto de protesta, un acto de marcar límites. Eso claro que es algo bueno. No el atentado, obviamente, por Dios… sino la reacción que produce. La indignación es una emoción humana. Nunca veremos una vaca indignada. Prender una vela es también un acto de indignación.

SEMANA: ¿Usted cree que nuestra sociedad vive hoy un trauma colectivo? ¿Eso existe?
W.R.: En algunas tendencias de psicología, sí, y claro que yo creo que existe. En Ucrania, por ejemplo, es obvio. Frente a un trauma, uno puede tener dos reacciones. Por un lado, el estrés postraumático, pero, por el otro, también existe el crecimiento postraumático.
Hay gente que pasa por un trauma y crece: genera resiliencia, conciencia, es capaz de diferenciar lo que es vital y lo que no es vital. La sabiduría es saber cuándo luchar y cuándo no luchar, así decían los griegos. Cuando uno es capaz de separar esas cosas, uno ya está con un pie en la sabiduría. Lo que veo ahora, también, es un hecho que atenta contra la dignidad.


SEMANA: El domingo pasado, Colombia vivió una marcha del silencio. ¿Qué significado tiene el silencio en estos momentos?
W.R.: Yo estaba en Colombia cuando asesinaron a Luis Carlos Galán. Dictaba clase en algunas universidades. Y recuerdo a Yamid Amat transmitiendo ese momento; recuerdo también esa marcha del silencio de entonces, que fue impresionante. Creo que Colombia es una antes del magnicidio de Galán y otra después. Una marcha del silencio es muy potente. Son los hechos los que hablan. El silencio puede ser una de las protestas más grandes. El silencio a veces señala, es como una sanción social. En el silencio se sienten las lágrimas de la gente y se podría decir que es un lenguaje común, porque quizás no existan consignas con las que se identifiquen todos los que salieron. Y ese silencio quiere decir: “No queremos esto”. Entonces, ver este silencio que camina es impresionante, pone la piel de gallina. En el silencio nadie desentona, todos estamos con la misma cosa.

SEMANA: ¿Cómo ha vivido dicha situación esta semana que se encuentra en Colombia?
W.R.: Yo no me atrevería a hablar de lo que pasó aquí, sería un irresponsable. Pero sí considero que lo que pasó fue un acto terrorista. Y el terrorismo me puede pasar a mí. Te puede pasar a vos, a tus hijos. Por eso siento que hay unos actos de reivindicación de la dignidad. Estoy hablando ya como un político, pero es que trato de no opinar de temas tan internos. Pero pienso que, cuando pasan estas cosas, suelen no invitar a los psicólogos. Y nosotros también podemos hablar de violencia. Yo creo que los psicólogos deberían estar en cualquier situación traumática. Colombia tiene muy buena psicología y quisiera decir eso. Siento que este es un momento en que hace bien meterse con los que hablan de la mente, los que están acostumbrados a ver el sufrimiento. Yo veo sufrimiento. Lo he visto durante treinta y pico de años todos los días de mi vida. He atendido a personas aquí en Colombia con trastornos muy difíciles.
SEMANA: ¿En qué se traduce esa indignación?
W.R.: La ira ante la injusticia le da a uno poder. Crea poder, mucho poder. Uno levanta la cabeza, mira los ojos. Martin Luther King decía: “Si no quieres que se te monten, no te agaches”.
SEMANA: Usted vino a hablar de su libro Los 7 pilares del amor propio. Después de tantas obras, ¿por qué dedicarle un esfuerzo tan grande a este tema de quererse uno mismo?
W.R.: Al comienzo quería escribir un libro sobre la depresión. Pero tanto en ese tema como en la ansiedad, en el sistema inmunológico, en los problemas cardiovasculares y en muchas cosas, se ha encontrado que el amor propio es un factor de resiliencia, de inmunidad. El amor propio genera esa capacidad fisiológica, a veces no consciente siquiera, de hacerles frente a las enfermedades y vencerlas.
SEMANA: ¿Cómo se encuentra el amor propio?
W.R.: El amor propio siempre está ahí, desde que somos niños. No es como la autoestima, que sube y baja. El amor propio es biológico primero y después se engancha con tus valores, con tu identidad, con tu psicología, con tus principios, y vas configurando que está aquí, es mi valía personal. Por esto soy valioso. Es decir, amo mi humanidad y al amar mi humanidad termino amando la humanidad de los otros. Por eso, el amor propio se separa del egoísmo, del narcisismo. Empecé a hablar del amor propio porque creo que es un factor de resiliencia universal.

SEMANA: ¿Pero se fortalece, se enseña?
W.R.: Habría que enseñarlo en los colegios: amor propio uno, amor propio dos, amor propio tres, amor propio cuatro. Así sucesivamente hasta los posdoctorados. Si toda tu vida te han dicho que eres estúpida o que no eres tan inteligente y te has creído el cuento porque papá y mamá no se equivocan, entre comillas, entonces te han colgado una lápida. Y, cuando te vaya bien en la vida, no vas a decir: “Estaban equivocados. Yo soy capaz”. El sesgo de confirmación te lleva a todo lo contrario. Lo que vas a decir es que “estaba fácil” o “qué suerte tuve”. Los estigmas que se pegan se quedan para toda la vida. Pero el amor propio nunca muere. Entonces, en el fondo, el amor propio es dos cosas: dignidad y autorrespeto. Por eso escribo del amor propio.
SEMANA: ¿Cómo viven las personas que tienen este amor por sí mismas?
W.R.: He visto durante muchos años, y así lo muestra la evidencia empírica, que las personas que tienen amor propio viven mejor, viven más tiempo. No creo en la felicidad, sí creo en la alegría. Entonces, viven más alegres, se enferman menos. Pero, además, luchan por sus sueños de una manera distinta. No están angustiados y, cuando luchan por su sueño, nunca su valía personal está en juego. “Perdí, no importa, lo intenté”. El éxito no está en el resultado, sino en intentarlo. No es la estación a la que llegas, es el viaje. Michael Jordan decía: “Con el fracaso sí puedo. Yo puedo enfrentar el fracaso. Lo que no puedo es no haberlo intentado”. El éxito está en intentarlo. Entonces, cuando tú haces esto, esta consigna que te voy a dar es clave, muy importante: no amamos a la gente porque es valiosa; la vemos valiosa porque la amamos.
SEMANA: De esos siete pilares, le quiero preguntar por uno: la autocompasión. ¿De qué se trata?
W.R.: Es un concepto que viene del budismo. A mí me gusta mucho. Soy una persona espiritual. Buda dijo unas cosas geniales. La autocompasión viene del budismo. Así como yo siento compasión por ti, por tu humanidad, ¿por qué no puedo sentir compasión por mí si yo también soy humano? Eso también lo decía Freud. A veces hay que buscar ese niño interior que está por ahí. No hablo de un viaje en el pasado, sino de imaginarse hablar con uno de pequeño. “Hola, Walter, aquí estoy yo, que soy Walter grande, del futuro, pelotudo. Siempre vas a estar conmigo, yo te voy a ayudar”. Eso es autocompasión. Hay veces que uno necesita abrazarse a sí mismo.