TELEVISIÓN
Viña Machado habla sobre su maternidad y su lucha por proteger la privacidad de su hijo, “su infancia es sagrada”
La modelo y actriz samaria habla de su papel en Cien años de soledad, la esencia de su alma, su hijo y su lucha por despojarse de etiquetas que no le corresponden.


Viña Machado ha recorrido un camino firme y sin atajos tanto en el modelaje como en la actuación. Su rostro ha acompañado a los colombianos en diversas producciones como Enfermeras, La ley secreta y La esclava blanca. Su carrera dio un giro significativo con la interpretación de Pilar Ternera en la ambiciosa adaptación de Cien años de soledad producida por Netflix.
SEMANA conversó con ella sobre su papel en la serie inspirada en la obra de Gabriel García Márquez, así como de su maternidad, el amor, su autenticidad caribeña y sus otros proyectos profesionales.

SEMANA: ¿Cómo se sintió interpretando el personaje de Pilar Ternera en la primera temporada de la serie Cien años de soledad?
Viña Machado: Pilar... ¡Ay! Pilar Ternera, cómo la quiero. Fueron ocho meses de rodaje y tuve la fortuna de estar en todos los capítulos. Interpretarla desde su juventud hasta la edad adulta fue un regalo. Me siento muy afortunada de haber podido transitar un personaje así, de vivir todos esos Macondos, toda esa experiencia.
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Yo ahora la veo y digo: “Verdad que yo estuve ahí”, porque ya pasó un año y un poquito más desde que terminé de rodar. Fue el 8 de diciembre de 2023. Para mí ya está lejos. Después viene todo el tema del estreno, un año después, ver los capítulos, oír a la gente. Y uno siente una inmensa gratitud por haber estado en algo que es histórico. Es la primera vez que se hace Cien años de soledad así.
No sabemos si en 20 años otro país se animará a hacerlo, pero uno queda ahí, en una memoria colectiva, es un hecho que uno formó parte de un proyecto de ese tamaño.
SEMANA: ¿Y qué ha pasado después de ese gran éxito?
V. M.: Pues la vida sigue. Yo sigo siendo actriz. Y uno sigue siendo actriz de lo que venga. No es culpa de nada. Cien años de soledad es un escalón más en mis 22 años de carrera. Lo aprecio y lo valoro. Pero después del ruido, hay un montón de silencio. Y esa también es la vida del actor. Puedes tener un proyecto y después no hay nada.
Entonces, empieza uno a preguntarse: ¿quién soy cuando no estoy actuando? ¿Cómo reconecto con mi casa, con mi maternidad, con mi vida? Porque cuando estás ocupada dándole vida a otra cosa, pospones muchas cosas. Te roba toda la energía. Así que después de eso, he estado mucho tiempo ejerciendo mi maternidad, que es lo que más me gusta.
SEMANA: ¿Cómo ha logrado ese equilibrio entre ser madre y ser actriz?
V.M.: Mi maternidad es hermosa, yo conecto muchísimo con las madres. Me gusta hablar de esto porque además me parece importante algo: yo no soy madre soltera. Soy madre monoparental. Y es distinto. Tú puedes maternar como quieras. Puedes adoptar, tener familia extensa, hacerlo sola o acompañada. Ser madre no tiene una sola forma.
Y ser madre monoparental no es lo mismo que criar sola.Yo no crio sola. Tengo una familia. Y León tiene papá. Tiene su apellido, su vínculo, su lugar. Una vez un periodista me llamó para felicitarme “por inseminarme”. Yo le dije: “Gracias, pero me inseminé encima de un hombre, de forma natural” (risas). Es que en esta industria se asume tanto y todo parte de si se publica o no. Ese es el lastre de la exposición, que es más fuerte si eres mujer, si eres madre y si estás en una serie como Cien años de soledad.
SEMANA: ¿Cómo se relaciona con esa etiqueta de “madre soltera”?
V.M.: ¿Tú alguna vez has escuchado decir: “Soy madre divorciada”? ¿O “madre viuda”? No, ¿cierto? Pero “madre soltera” sí lo escuchamos todo el tiempo. Y yo pregunto: ¿eso qué significa? ¿En qué me convierte? ¿Dónde me encasillan con ese término?No resueno con eso. Tal vez porque antes también tenía una imagen muy estigmatizada de lo que era una madre soltera. Una vez una mujer, que en ese entonces era cercana, me dijo: “Yo quiero ser mamá, pero no como tú”. Esa frase: “Quiero ser madre, pero no como tú”, es violencia. Ojalá a esa mujer la vida le haya permitido ser mamá, y ojalá sea una mamá como yo: comprometida, consciente, que educa y que protege.

SEMANA: Su hijo le ha hablado de su fama. ¿Él quiere ser famoso?
V.M.: No, para nada. Él me dice: “Uy, mami, tú no comes en paz”. Obviamente hay cariño del público, pero también hay una exigencia de exposición muy fuerte. Me han dicho cosas como: “¿Podemos entrevistarte en tu casa?”. No. “¿Con tu hijo?”. Tampoco. León hizo un corto conmigo porque fue un espacio supercuidado, y si él quiere ser actor, tendrá ese recuerdo. Pero eso no va para redes.
Si alguien publica su imagen sin mi permiso, tendrá problemas legales. En MasterChef, durante la final, León estuvo todo el tiempo gritando, riéndose con los hijos de Carla, pero no se vio una sola imagen de él porque yo no di el permiso para que saliera en televisión. Tenía derecho a acompañarme, pero no a exponerse públicamente. Yo le he permitido a León tener una vida privada. Que es un lujo. No es un secreto.
Me ves con él en el parque, haciendo mercado, llevándolo a clase, en piyama un domingo. Pero decido que hay cosas que en redes no se comparten. Sobre todo con los niños. Al principio compartí cosas de León cuando era recién nacido, pero luego me dije: “¿Por qué?”. Yo no necesito que me digan si es lindo o no. Mi hijo es precioso. Y él ya lo entiende. Me dice: “Tú me proteges”. Hay una anécdota muy linda con él. Un día grabó un audio diciendo: “Hola, soy León, mi mamá es Viña Machado, yo nunca he salido en redes sociales y no me va a dejar tener redes hasta que sea consciente de lo que significan”. Y sí, hoy los niños pueden tener esas conversaciones. Para mí su infancia es sagrada.

SEMANA: ¿Qué le ha dicho León sobre su papel en Cien años de soledad?
V.M.: León sabe que no puede ver la serie. Vio el primer capítulo, pero hay contenido muy fuerte, erótico, explícito. Lo hemos hablado. Le expliqué: “Son prótesis, mi amor”. Y él lo entendió. Ya entiende también que cuando me matan en una serie, no es real. Me ha visto en sets, sabe cómo funciona. Y sí, es la dualidad de ser madre y actriz. Y poder tener conversaciones sobre lo que hacemos, sobre lo que mostramos y lo que protegemos. Él me ha acompañado un montón a grabar y ya va comprendiendo muchísimo mi trabajo.
SEMANA: Usted es embajadora de la reconocida marca Mario Hernández y recientemente protagonizó la colección Alma. ¿Cuál es la esencia del alma de Viña Machado?
V.M.: Mi alma tiene el café hecho en olla que hacía mi abuela por las mañanas. Tiene los chistes malos que nos hacemos con mi mamá, tiene todas las cosas en doble sentido. Tiene una ligereza, pero muy profunda. A mí me gusta el silencio, me gusta el ruido del mar. Yo soy muy caribe, pero vivo feliz en Bogotá. Llevo 22 años en Bogotá y tengo un hijo cachaco. Entonces, sin duda, mi alma tiene a Colombia.
SEMANA: ¿Cómo está su corazón hoy?
V.M.: Muy bien, no he necesitado nunca la compañía de alguien más. Es muy lindo estar acompañado, por supuesto, pero yo siempre le digo a papá Dios: si tienes un hombre maravilloso para mí, que venga un compañero precioso. Yo eso es lo que quisiera, un compañero, un cómplice. Yo no soy media naranja de nadie, ni un limón partido; yo estoy completa. Cuando tú ya entiendes todo eso y quién eres, aprendes a verte y a reconocerte, es muy lindo.
SEMANA: ¿Cuál fue el último consejo que recibió o que dio?
V.M.: El otro día una amiga me dijo: “Usted siempre tiene que verse linda en todos lados”. Y me chocó porque yo siempre estoy desmaquillada, pero como fui modelo, siento que cada trapo que me pongo se me ve bien y yo asumo que me veo bien.Yo sé que ese consejo vino de un lugar de completo amor y admiración, porque yo tengo una relación con mis amigas de profundo amor. La amistad para mí es el amor profundo y entre mujeres eso es superpoderoso.
El último consejo que di, se lo di a un amigo, le dije que no había que tomarse tan en serio la vida, las cosas no son tan graves como parecen. Le dije: “Cógela suave”, porque hay una cosa maniaca de darnos palo a nosotros mismos, yo siento que nadie se da más duro que uno mismo.