Televisión
Julián Arango abrió su corazón y habló con SEMANA sobre la pérdida de su padre y su prima la actriz Sandra Reyes, “ella me inspiró”
Julián Arango habla sobre el regreso de uno de los personajes que más han marcado su carrera actoral. Además, de su paternidad, el humor, así como los duelos que atraviesa tras perder a su papá y a su prima la actriz Sandra Reyes.


Julián Arango es uno de los rostros más icónicos de la televisión colombiana, ampliamente reconocido por interpretar al mordaz diseñador Hugo Lombardi en Yo soy Betty, la fea, la telenovela más vista en la historia de la televisión en habla hispana.
Con una trayectoria que abarca comedias, dramas y stand-up, ha brillado en producciones como Perro amor, El inútil, Rigo y Narcos, y ha conquistado al público con su versatilidad y su humor agudo. Pero detrás del personaje y el comediante está también el hombre: el padre que aún se está descubriendo, el hijo que atraviesa un duelo profundo y el amigo que recuerda entre risas y vallenato a los que se han ido.
A propósito del anuncio de la segunda temporada de la serie Betty, la fea de Prime Video, SEMANA conversó con el actor, quien reveló su faceta más humana, lejos del escenario y más cerca del corazón.

SEMANA: Recientemente se conoció que la serie Betty, la fea regresa con segunda temporada. Hablemos de lo que eso significa para su personaje Hugo Lombardi.
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Julián Arango: Hugo vuelve y con fuerza, especialmente después del lanzamiento de la colección en París, ahora la hace en Bogotá. Esta vez trabajamos con el diseñador Andrés Otálora para anunciar el regreso de Ecomoda. Los diseños de Andrés son impresionantes, vi sus 20 diseños y son espectaculares. “¡Qué gran diseñador colombiano!”. Así que Hugo vuelve con argumentos para seguir callando bocas en su profesión.
SEMANA: Y para usted, como actor, ¿qué significa ese personaje?
J.A.: Es una experiencia. En la primera temporada, después de más de 20 años sin interpretarlo, me puse el vestuario y empecé a hablar como Hugo, y fue como si él me dijera: “Me tuviste en un sótano todo este tiempo, ahora es mi momento de brillar”. Fue muy raro, como si el personaje tuviera vida propia. Hugo es muy poderoso y muy recordado. Es un personaje muy importante para mucha gente. Hay personas que me han dicho: “Usted fue mi voz”. Hace 25 años había muchas cosas que estaban tapadas, y la claridad y seguridad de Hugo ayudaron a muchos a decir: “Sí puedo, así soy yo”.

SEMANA: Durante el rodaje de la novela, hace 20 años, usted estuvo en una relación con Ana María Orozco, pero luego se divorciaron. ¿Cómo es su relación hoy?
J.A.: Muy buena, yo no le pongo ciencia a ese tema. Nosotros nos quedamos con lo mejor, con el respeto que nos tenemos el uno al otro y la gran admiración que nos tenemos. Creo que es lo que hace que nosotros tranquilamente podamos ser compañeros de trabajo y sea algo muy chévere.
SEMANA: ¿Alguna faceta suya que no conozcamos?
J.A.: Creo que la faceta de papá. Estoy en ese proceso. Nadie sabe ser papá. Uno se equivoca, trata de hacerlo bien, y va construyendo esa relación. Mi hija Adelaida tiene 15 años y me ayuda a pasar letra, desde pequeña lo hace. En pandemia, Adelaida me ayudó mucho. He cometido muchos errores, pero vamos construyendo esa paternidad poco a poco.
SEMANA: Usted habla de su paternidad, pero ¿qué recuerda de su propio papá?
J.A.: Es difícil porque lo perdí hace tres meses. Mi papá fue publicista, director nacional de publicidad de Postobón. Yo soy publicista también. Crecí en su agencia, rodeado de creatividad. Él siempre respondía “divinamente”, sin importar la situación. Siempre fue positivo. Amaba lo que hacía, y le encantaba mi carrera como actor. Me ayudaba mucho a pensar los personajes como productos: qué tienen que vender en escena. Eso me marcó mucho.
Estoy en ese proceso de lidiar con ese duelo y su partida me ha hecho valorar más el ejemplo que uno deja a sus hijos. Mi papá era fanático de Santa Fe y yo de Millonarios, eso generaba muchas anécdotas. Él trató de convertirme a Santa Fe con cornetas, camisetas… pero no funcionó. Yo prefería el azul. Cuando murió y Santa Fe se coronó como campeón, yo pensé: “Lo hubiera gozado tanto”, porque el fútbol nos unía mucho.

SEMANA: Además del duelo de su padre, usted también está atravesando otro, el de su prima y también actriz Sandra Reyes. ¿Qué es lo que más recuerda de ella?
J.A.: Sandra Reyes fue la primera en la familia que fue actriz y ella me inspiró a actuar. La primera vez que la vi actuar, dije: “Yo también puedo”. Con Sandra siempre fuimos muy amigos, era una completa mamadera de gallo, era una creatividad constante. Yo llevaba lienzos a la casa de ella y pintábamos cuadros juntos, con mi hermano, los tres, era hermoso. De ella recuerdo mucho la risa, es tan difícil encontrar personas con las que uno se pueda reír genuinamente.
Sandra, además, tenía una cosa con los detalles, siempre tenía un chocolatico, un durazno, algo delicioso que compartía. Fue muy generosa. Daba mucho amor. Entonces sí, se me fueron dos personas muy importantes, que me dejaron un gran vacío, porque siempre encontraba momentos para reírme con ellos. Encontrarme con ellos era poder reírme. Y ya no los tengo, pero a la larga, siempre que me río, ellos están presentes.
SEMANA: Ahora hablemos del humor. ¿Qué papel desempeña en su vida?
J.A.: Yo no podría vivir sin humor. Subirme a un escenario, hacer reír, burlarme de mí mismo, de la vida, eso me da vida. Me rejuvenece. Entendí que puedo aportar desde ahí: hacerle la vida más fácil a la gente. Tengo una anécdota sobre ese tema y es que yo tomé un taller de clown en París y me fue mal, pero aprendí mucho. El profesor me decía: “No siento placer cuando te veo”. Eso me hizo entender que, si uno va a hacer reír, tiene que hacerlo con todo. Hoy disfruto mucho más el escenario, ya no es desde el ego, sino desde la conciencia de compartir.
SEMANA ¿Cuál ha sido el público más difícil que ha tenido?
J.A.: Una vez en Tunja, nadie se rio. Cuarenta y cinco minutos en silencio. Le dije al empresario que me había contratado: “No me pagues”. También en un evento con 10.000 personas, Don Jediondo se echó 25 minutos y la gente estaba muerta de la risa y cuando salí yo, se me secó la boca. La pasé mal. Pero todo eso curte el cuero, especialmente el de los humoristas.
SEMANA: Cuéntenos de su gusto por Diomedes Díaz y el vallenato.
J.A.: Yo escuché a Diomedes en una etapa maravillosa de mi vida donde había muchos amigos, fiestas, fincas, vallenato, guaro. Siempre imitaba personajes desde el colegio. Diomedes era parte de la banda sonora de mi vida. Hasta hoy, si voy en un taxi y suena, pido que suban el volumen. Con el vallenato igual, incluso me pasó algo espectacular con Carlos Vives. En su momento trabajamos juntos en una serie de Disney que se llamó El club de los graves y durante las grabaciones él me cantó el cumpleaños en versión vallenato. Yo le dije que lo admiraba, y él me respondió: “¡Pero si tú hiciste Betty, la fea!”. Carlos me ayudó a valorar lo que he hecho. Me acuerdo que me dijo: “Llénate la boca diciendo que hiciste Betty, la fea y que llegó a 240 países”. Y tiene razón. Hay que apropiarse de los logros, así a veces uno no se los crea.
SEMANA: Además de Betty, la fea, ¿en qué otros proyectos está trabajando ahora?
J.A.: Bueno, Par de Guevas, el pódcast que tenemos junto a Antonio Sanint. Lo tuvimos que aplazar un par de meses, porque Antonio vive seis meses en Colombia y seis meses en Nueva York. Entonces estamos viendo cómo hacerlo a distancia, a ver cómo sale, pero, sin duda, es un proyecto que va a seguir. Además, estoy como en la mitad de un nuevo stand-up. Tengo partes del anterior, pero ya estoy avanzando con el nuevo. Eso toma su tiempo. Va a ser un stand-up comedy que se va a llamar Julián Show, y el origen de ese nombre es muy curioso porque surgió un día cuando un obrero me gritó en la calle: “¿Qué se dice, Juliacho?”, pero con una u al final y yo me reí y dije: se tiene que llamar Julián Show.