Foros Semana
La gran apuesta de Bucaramanga: transformar su relleno sanitario en un parque tecnológico de residuos y un modelo para el país
Con un plan innovador y metas ambiciosas, la capital de Santander y su área metropolitana buscan reducir hasta un 90 % los residuos enterrados en el relleno El Carrasco en cinco años. ¿Cómo lo piensan lograr? Entérese en Foros Semana este 18 de junio.

En Colombia, el destino final de los residuos sólidos urbanos se ha convertido en un problema estructural. Rellenos al borde del colapso, falta de cultura ciudadana, ausencia de políticas públicas sostenibles y tecnologías poco desarrolladas son apenas parte del panorama. En medio de ese contexto, Bucaramanga, una ciudad históricamente golpeada por la crisis de su relleno sanitario, está apostando por una transformación radical: que El Carrasco se reinvente y se convierta en un parque tecnológico de residuos, una experiencia inédita en el país que promete ser replicable.
Desde 2011, una orden judicial obliga al cierre de El Carrasco. A pesar de múltiples intentos, los 16 municipios que allí disponían sus residuos no lograron una alternativa viable, y el relleno siguió funcionando bajo figuras de emergencia sanitaria y calamidad pública. Solo hasta 2023, tras un nuevo fallo por desacato, la Empresa de Aseo de Bucaramanga (EMAB) presentó un ambicioso plan de acción para dejar de enterrar residuos y comenzar a tratarlos y aprovecharlos.
“Gracias a las inversiones realizadas tras el deslizamiento de 2018, hoy tenemos un relleno que cumple los más altos estándares técnicos. Pero el juez fue claro: no se puede seguir enterrando. Ahora el reto es el tratamiento y el aprovechamiento”, asegura Helbert Panqueva, gerente de la EMAB.
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El plan en marcha busca reducir en un 80 % o incluso 90 % los residuos que se entierran en El Carrasco, actualmente entre 850 y 900 toneladas diarias. Para lograrlo, se plantea una reconversión total: que el relleno se convierta en un centro integral donde los residuos lleguen y sean clasificados, procesados y convertidos en nuevos productos.
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Una planta para separar y transformar
La propuesta incluye una planta de clasificación automatizada que permita separar lo orgánico, lo reciclable y el remanente que se puede transformar en CDR (Combustible Derivado de Residuos), utilizado por industrias como cementeras y ladrilleras. “Ya contamos con una planta de compostaje dentro del relleno y una alianza con una empresa que convierte los residuos orgánicos en harina proteica. Además, tenemos una estación de clasificación con recicladores, pero la automatización nos permitirá escalar y hacer más eficiente todo el proceso”, explica Panqueva.
En una primera etapa, se espera que esta planta procese entre 200 y 300 toneladas diarias. Si funciona y se asegura el modelo financiero a través de ajustes tarifarios, el sistema se ampliaría hasta las 1.000 toneladas por día. “Para llegar a las 1.000 toneladas, el proyecto total costaría entre 40 mil y 50 mil millones de pesos, muy lejos de los 250 millones de dólares que se hablaban hace años para tener un incinerador en Bucaramanga. Es una propuesta flexible, escalable y que se puede construir por etapas”, resalta el gerente.
Un nuevo modelo para el país
El terreno de El Carrasco ocupa 96 hectáreas y cuenta con infraestructura como geomembranas, pozos de biogás y sistemas de lixiviados. Pero la meta es que deje de ser un relleno sanitario y se convierta en un centro de innovación, generación de empleo y economía circular.
“Lo que proponemos no es un botadero. Un botadero es lo que hay en muchos municipios del país, sin controles ni criterios ambientales. Aquí hablamos de un parque tecnológico que dignifica la labor del reciclador, aprovecha los residuos, genera productos útiles y reduce el impacto ambiental”, explica Panqueva.
Si el plan se implementa con éxito, Bucaramanga podría convertirse en referencia nacional. “No solo cumpliríamos la sentencia judicial, también le dejaríamos a la ciudad un modelo replicable para Colombia”, agrega.

Retos: permisos, plata y tiempo
Sin embargo, los desafíos son grandes. El permiso ambiental actual solo permite operar por tres años, y ya ha pasado la mitad del plazo. Además, la viabilidad financiera del proyecto depende de ajustes tarifarios que están en estudio. Y el tiempo corre.
“Necesitamos que la autoridad ambiental amplíe el permiso mientras construimos la planta. También estamos trabajando con una consultoría para actualizar la tarifa del servicio de aseo. Si lo logramos, en menos de cinco años podríamos dejar de enterrar el 90 % de los residuos”, afirma el directivo y concluye: “Transformar El Carrasco no solo es una obligación judicial: es una oportunidad para hacer las cosas bien, con tecnología, responsabilidad y visión a largo plazo”.
El factor cultural: clave para el éxito
Más allá de la tecnología y las inversiones, Panqueva insiste en que el componente cultural es esencial. “Aunque la planta separa residuos automáticamente, si desde las casas se hace separación, el proceso es mucho más eficiente”, advierte. Por eso, el proyecto incluye campañas de educación ambiental y cultura ciudadana, además de la integración de los recicladores como actores clave del nuevo modelo.
“Una ciudadanía educada puede cambiar todo. En algunos lugares del mundo no hay empresas de aseo ni camiones recolectores porque no se necesita: la gente reduce, reutiliza y recicla desde la fuente. Ese es el horizonte al que debemos aspirar”, reflexiona Panqueva.
Un debate urgente para Colombia
El caso de El Carrasco será uno de los temas clave del foro ‘Gestión de residuos: un debate urgente para Colombia’, que se realizará el próximo 18 de junio. Allí se discutirán las salidas estructurales para una crisis que ya no da espera.
Este encuentro es organizado por Foros Semana y CAF -banco de desarrollo de América Latina y el Caribe. No se lo pierda desde las 8:00 a. m. en el Edificio SEMANA (Cra. 11 #77A-49/65, Bogotá).