EDUCACIÓN

Pedro Gómez, el hombre que ayudó a construir a Colombia

La Universidad del Rosario le entregó al empresario la orden del fundador. El exrector, Mario Suárez Melo, hizo a propósito de este homenaje una semblanza a sus 90 años de vida.

Mario Suárez Melo
14 de junio de 2019
Pedro Gómez empezó hace más de 70 años una promisoria carrera como abogado. | Foto: Universidad del Rosario

El pasado jueves, a sus 90 años, Pedro Gómez regresó al Rosario. En esa universidad de Bogotá, el reconocido empresario empezó hace más de 70 años una promisoria carrera como abogado. Ingresó a ese claustro en medio de enormes dificultades económicas y se destacó como pocos no solo como estudiante, sino luego como egresado. En ese día, en los pasillos del Rosario, las notas de Gómez estaban enmarcadas para quienes lo acompañaron a recibir la máxima condecoración que otorga ese claustro académico.

La ceremonia fue presidida por el rector de esa institución, Alejandro Cheyne, quien destacó el valor de Gómez en esa comunidad académica. El exrector Mario Suárez Melo hizo una semblanza de lo que ha sido su vida. Estas fueron sus palabras:

“En el marco de este homenaje,   el señor rector me ha pedido hacer un recuento  de los  servicios que Pedro Gómez Barrero le ha prestado al país. He aceptado  complacido este honor con la esperanza de hacerlo  en el poco tiempo disponible, omitiendo cualquier referencia  adicional  a su  paso  por esta universidad y al significado y trascendencia de la condecoración que se le confiere.

Una  primera aproximación para dibujar a grandes trazos un perfil de Pedro Gómez, nos muestra a alguien que ha  pensado siempre en grande, imaginativo e innovador, que ha tenido como meta el servicio a su país, obrando  con tenacidad  y exigencia  y que nunca ha sido factor de polarización entre sus compatriotas.  Adicionalmente, ha cumplido una misión multidimensional actuando  en diferentes campos, según se lo ha ido demandando la vida y la sociedad  y en todas sus actividades ha puesto la totalidad de su capacidad  humana, entregándose  sin reservas ni dobleces y obrando siempre recta y lealmente, con las personas, con las instituciones y con su conciencia, como se  enseña  y se  practica en esta universidad.

Las afirmaciones que acabo de hacer están respaldadas, desde luego, con el sustento probatorio adecuado, pues se  fundamentan  en el análisis  de las principales  tareas cumplidas  por Pedro Gómez  como urbanizador y constructor, como diplomático, como líder social y, finalmente, como  conductor empresarial.     

Como urbanizador y constructor, después de haber gerenciado las firmas de  Fernando Mazuera y de Currea & Uribe Holguín, fundó  su propia  empresa e inició  con limitados recursos, la construcción de  modestos  proyectos en el sur de Bogotá, que poco a poco se  fueron  ampliando  hasta  convertir  esa  pequeña  empresa inicial,  en  una de las mayores  constructoras  del país.

No haré ahora una relación detallada  de las obras construidas por Pedro Gómez, pero  si reafirmó  que  pensó en grande  desde el comienzo, pues nunca antes una sola empresa había llegado a construir 3.685.000 metros cuadradosY lo que es igualmente importante: introdujo en sus proyectos un concepto de humanización de la vivienda que  convirtió en  realidad  su  propósito de proporcionar a los adquirentes “Un mejor modo de vivir", como lo  definió en el lema de su empresa y como lo ha conseguido en todos estos años. 

Del  enorme conjunto de urbanizaciones residenciales, urbanizaciones campestres, oficinas, hoteles y centros comerciales, su  actividad de mayor recordación fue la construcción de Unicentro, el primer  gran centro comercial de Colombia, que marcó un hito en la historia de la ciudad  y significó un gran cambio  en  la actividad comercial  pues dinamizó  y modificó  el sistema de ventas al detal en Colombia. Ese modelo se continuó con otros grandes centros comerciales, como el Andino, el Palatino, el Santa Fe y otros 24 centros en varias ciudades, todos convertidos en ejes no solo para el progreso y la consolidación del comercio, sino también y de qué manera, para la incorporación y desarrollo de la comunidad.  

Pedro Gómez  como promotor inmobiliario, introdujo otras iniciativas innovadoras: creó desarrollos  de vivienda  al lado de los centros comerciales  acercando las viviendas al comercio y a los demás servicios, originando vecindarios autosuficientes. Así surgió Multicentro  en  Bogotá, en Cali y en otras ciudades del país.

Otra idea precursora fue el desarrollo  y construcción de vivienda especializada para la tercera edad, de donde surgió Plenitud, un    armónico y hermoso proyecto para envejecer con dignidad, que en el momento  de su  terminación no fue suficientemente comprendido por el mercado pero que pasados algunos años,  ha sido  aceptado y replicado por muchas firmas  especializadas que siguen tratando inútilmente de superarlo.

Como Diplomático, Pedro Gómez  estuvo durante dos años, de marzo de 1987 a abril  de 1989, como embajador de  Colombia en Venezuela.

La  situación  que encontró al llegar a Venezuela  no era  ciertamente tranquilizadora.  La delimitación de las áreas marinas y submarinas había exacerbado los ánimos a lado y lado de la frontera: el fracaso de la célebre  hipótesis de  Caraballeda; los intentos  de solucionar  las divergencias dando aplicación al Tratado de no agresión, conciliación y arbitraje, suscrito en 1939 y los repetidos ataques  guerrilleros, configuraban un panorama  difícil.  A esto se sumó  el incidente de la Corbeta Caldas  en agosto de 1987, todo lo cual  configuró  lo que ahora  podríamos llamar “la tormenta perfecta”.

El obrar con lealtad  y respeto y tratando  los  problemas directamente  y en forma práctica, como se lo había pedido el presidente Barco en el momento de nombrarlo, le permitió a nuestro embajador, empezar a desactivar el conflicto.  La estrategia  analizada  ahora, 30 años después, confirma  su acierto.  El embajador logró descongelar la relación, en primer lugar, por las  excelentes relaciones   personales  que  tuvo  con toda la clase dirigente venezolana  y , en segundo lugar,  restándole importancia a la controversia  sobre la utilización  del Tratado de no agresión de 1939 para manejar la diferencia limítrofe y, estimulando, en cambio, el establecimiento de  nuevo instrumento de diálogo  binacional, instrumento  que no se  circunscribiera  solo  a la  delimitación de las áreas marinas y submarinas, sino que avanzara en otras aspectos esenciales  de la relación; que estuviera integrado solo por altos  representantes de los dos países  y no  por representantes de 5 naciones , como se  establecía en el mencionado Tratado y que no se limitara  a hacer estudios que propiciaban la digresión y el aplazamiento, sino  que propusiera soluciones y metodologías concretas  para ejecutarlas.

Poco a poco, fue avanzando la idea hasta llegar  el 3 de febrero de 1989  a la firma del llamado Acuerdo de Caracas, por el presidente Barco  y el presidente Carlos Andrés Perez, dos presidentes nacidos  en la zona de frontera. Un  año después, el 5 de marzo de 1990, los mismos presidentes pusieron en marcha este acuerdo aceptando las recomendaciones de los altos comisionados y asignándoles,poco después, el manejo  y la solución  de los problemas de la relación binacional. Este fue el punto máximo de la distensión  entre nuestros dos países, alcanzado como resultado de la metódica y cuidadosa actividad diplomática de Pedro Gomez, que después de dejar la embajada, fue nombrado primero como integrante, y luego como presidente de esa comisión, dando   continuidad a una  labor permanente de acercamiento constructivo con Venezuela , con el respaldo   del  entonces nuevo presidente de Colombia, César Gaviria y de los presidentes que lo sucedieron.   

Lo cierto es que la actuación de esta comisión cambió diametralmente la forma de manejar nuestra relación binacional, permitiendo que esta  se desarrollara  en  un nuevo marco de diálogo y entendimiento, que  se mantuvo  mientras duró la democracia en Venezuela.

Pedro Gomez  continuó  liderando este esfuerzo diplomático por  casi  20 años  a través de  pacientes, de muy pacientes, negociaciones  y de numerosas  reuniones, formales e informales, durante cuatro gobiernos venezolanos  y  cinco gobiernos colombianos, hasta llegar  a un resultado que parecía entonces imposible: al trazado de la línea  que  marcaría el nuevo límite  entre nuestros dos países, acordado en la Comisión Presidencial Colombo-Venezolana sobre Delimitación de Áreas Marinas y Submarinas, para   poner  definitivamente  fin  a esta  perturbadora  controversia .

Seguramente cuando se restablezca la democracia en Venezuela y sea sustituida esa  torpeza uniformada que hoy la gobierna, se iniciarán las discusiones y trámites  para convertir esta nueva propuesta de límites en un  tratado internacional, lo cual  nos llevará  a recordar entonces, como hoy lo hacemos con toda justicia, la extraordinaria labor del diplomático Pedro Gómez

Su actividad como líder social, como constructor de esperanza, ha sido  una constante en su vida. Mencionaré  sólo dos de sus  realizaciones en este campo:  la creación de compartir  y el manejo inicial de resurgir.

En 1979 se juntaron los efectos desastrosos de varias catástrofes naturales: el maremoto en Tumaco, la inundación del río Bogotá en Patio Bonito, el desbordamiento del Magdalena que afectó varios municipios de Caldas y  el desplome de la plaza de toros de Sincelejo. El presidente de entonces, el nunca olvidado Carlos Lleras Restrepo, estimó que cerca de 25.000  familias  estaban atravesando una situación  angustiosa  y requerían la ayuda de toda la sociedad. Hizo un llamado a la solidaridad nacional que  fue inmediatamente respondido por Pedro Gómez, quien  reunió  a los principales dirigentes empresariales  para ayudar en la emergencia y, como resultado, creó la Fundación Compartir  que  fue   diseñada, construida y dirigida por él  desde el comienzo.

Compartir  ha  desarrollado desde entonces una tarea verdaderamente gigantesca: nuevamente pensando en grande y esta vez en lo social, ha construido 41 colegios para 31.000  estudiantes; 26 centros de desarrollo infantil en 34 municipios; 36.000 viviendas  sociales con 2.100.000 metros cuadrados; 588.000 metros cuadrados de parques  y espacio público y ha capacitado a  27.000 microempresarios en el desarrollo de emprendimientos empresariales. Especial mención merece el Premio Compartir al Maestro, en el que ya han concursado 28.000 profesores, iniciativa  que  ha generado una sana y deseable competencia  entre  los docentes del país.   El desarrollo  de la educación  ha sido  un objetivo permanente en la actividad de  Pedro Gómez. Lo atestiguan, además,  su vinculación   al Consejo Directivo de la Universidad de Los Andes, a la Conciliatura de la Universidad del Rosario y el haber asumido  el estímulo y financiación  de  la  última   misión  sobre  el  Futuro de la Educación, que dirigieron  Guillermo Perry y Catherine Rodríguez y  cuyos resultados  se  entregaron  al presidente Santos al iniciar su segundo periodo de gobierno.   

El cúmulo de realizaciones que  he resumido  y la misión apasionante de  ayudar efectivamente a los más necesitados, han llevado a  Pedro Gómez  a  afirmar que  Compartir  es la  experiencia que  mayores satisfacciones le ha dado en su vida.

A finales de 1985, atendiendo  el llamado del  presidente, Belisario Betancur, frente a otro hecho desastroso, la activación del Nevado del Ruiz y la  desaparición de Armero, se hizo cargo  de la Gerencia  del Fondo de Reconstrucción Resurgir.

La tragedia de  Armero no solo  consistió en la destrucción material de esa ciudad y en el gran número de  muertos y heridos que se produjeron, sino en  destrucción del tejido social, en la pérdida de los lazos familiares y el deterioro psicológico y espiritual de los sobrevivientes. La atención, entonces, además de  la identificación, reubicación y reintegración de las casi 30.000 personas  que habitaban las zonas destruidas, debía cubrir todos los demás  frentes. A pesar de  la  magnitud de la tarea, a Resurgir no se le asignó  partida alguna del presupuesto nacional o de otras entidades públicas, no se le concedió empréstito alguno, no recibió otros bienes del llamado Fondo Nacional de  Calamidades  y, en síntesis,  solo recibió una parte  de los  dineros y bienes  donados para atender la emergencia. Pese a  ello, Resurgir, bajo la  gerencia  de Pedro Gómez,  preparó  los planes y programas para la recuperación de la zona  devastada, atendió oportunamente los requerimientos angustiosos que  se presentaban, cofinanción, estudios y obras para el restablecimiento de servicios  y  para la reapertura  de  escuelas y colegios  , coordinó la labor de entidades nacionales y de  firmas contratistas   y distribuyo con eficiencia e imparcialidad las ayudas recibidas, en medio de la batalla política local que se desató entonces.  

Al hacerle el encargo, el presidente lo había  presentado  como un superministro  con  el cual debían colaborar  todas las agencias del Gobierno. Sin embargo, en  el trascurso de los ocho meses que duró en esta misión, Pedro Gomez fue comprobando que la colaboración en el sector público está determinada no solo por la palabra bien intencionada  de un  presidente  sino, además, por muchos y variables factores, no siempre  nobles,  y constató  con tristeza que en el  día a día de la Administración Pública, una intriga a tiempo  puede desviar impunemente  un propósito  trascendente. 

Por ello, cumplida esta labor de  salvamento y coordinación, Pedro Gomez renunció a Resurgir que había gerenciado  sin contraprestación alguna y regresó a su firma constructora.

En las  actividades descritas y en todas las demás que omitimos por razones de tiempo, Pedro Gómez  ha  ejercido una conducta  enmarcada  en dos exigencias permanentes: eficacia y  rectitud.

Bien sabemos que los sueños no se realizan por el solo hecho de soñarlos. Hay que trabajar para hacerlos realidad  y a veces, a pesar de todo, se frustran  por las dificultades insalvables que surgen, o se aplazan o se olvidan. Otras veces, los sueños se realizan y  culminan exitosamente para aportarnos satisfacciones espirituales  y  merecidas recompensas  económicas.  Pedro Gómez ha transitado por todas estas etapas en  el desarrollo de sus actividades  y ha sufrido altibajos económicos, que ha manejado ejemplarmente:   en los momentos de abundancia  con templanza, sin ostentaciones ni derroches. Y en los momentos de estrechez, dando la cara, sin  eludir los compromisos adquiridos  y sin  recurrir  a  artificios o a argucias jurídicas  para defraudar a los  acreedores  o a los  amigos .    

Pedro Gómez ha respondido siempre  con todo su patrimonio y el de su familia al estricto cumplimiento de sus obligaciones.   

Las dificultades a que se vio abocado, las pérdidas que soportó  y los sacrificios que tuvo que hacer para cumplir, no lo disminuyen, sino que lo enaltecen; no lo desdibujan, sino que lo reafirman.

No basta con ser exitoso  para merecer respeto y ejercer autoridad. Se requiere, además, ser maestro en  rectitud  y cumplimiento, ser maestro en derechura, como lo ha sido Pedro Gómez.

Por esto, aunque muy pocas veces haya tenido poder, siempre ha ejercido autoridad. Esa autoridad que no se impone, sino que  se reconoce, que no  es efímera sino permanente, que no se diluye con el paso del tiempo, sino que se acrecienta  por  el respeto  que inspira su ejercicio .

Hoy desde  esta  universidad, estamos reconociendo  que la vida y la obra de Pedro Gómez deben ser exaltadas y puestas como ejemplo, deber que  estamos cumpliendo en compañía de  las autoridades del Rosario,  de sus más cercanos amigos y de su familia, de su más inmediata semejanza,  de sus dos  compañeras de vida , de sus cuatro hijos, Pedro, Luisa, Maria Fernanda  y Maria, su más reciente ilusión, y  de sus cuatro nietos, Gustavo,  Andrés, Pedro y Sofia,  quienes  tienen todo el derecho  de  sentirse  orgullosos de tener como compañero, como  padre y abuelo, a quien ha merecido la admiración y el respeto  del país entero,  al  trabajador  infatigable  que  ha ejercido un liderazgo permanente, demostrando  con su vida  y su obra  que,  como decía el escritor antioqueño,  vale más la fe que la desesperanza y más que la fe, vale la mano que reparte entre los hombres.