Desigualdad

¿Cuáles fueron los efectos de la pandemia en la educación pública y rural?

Estrategias pedagógicas, reconocimiento de los maestros y fortalecimiento de transferencias económicas, entre las soluciones para disminuir la diferencia que viven colegios públicos y rurales.

Lina Sánchez Alvarado
11 de noviembre de 2022
El 90 por ciento de los estudiantes venezolanos de primaria y bachillerato está vinculado a colegios públicos, según reporta el Ministerio de Educación
La desigualdad en los resultados de las pruebas Saber 11, entre colegios públicos y privados, de 2016 a 2020, aumentó en un 234 por ciento. | Foto: SECRETARÍA DE EDUCACIÓN NORTE DE SANTANDER

Antes de la pandemia, Colombia tenía pérdidas en el aprendizaje de un 50 por ciento: el Banco Mundial reportaba que, a los 10 años, la mitad de los niños no comprendía un texto. Tras el confinamiento se calcula que esta cifra puede subir hasta un 75 por ciento. Los indicadores son más preocupantes si esos niños estudian en zonas rurales o en colegios públicos, donde la brecha educativa es aún más amplia.

Un informe de la Escuela de Gobierno de la Universidad de los Andes afirma que la desigualdad en los resultados de las pruebas Saber 11, entre colegios públicos y privados, de 2016 a 2020, aumentó en un 234 por ciento. La diferencia entre instituciones rurales y urbanas fue de un 173 por ciento. “La brecha se agudizó y será un rezago en el tiempo, si no se atiende inmediatamente”, explica Sandra García, doctora en educación y profesora de la Universidad de los Andes.

Históricamente, la brecha se ha dado en tres aspectos: competencias básicas (matemáticas y pensamiento científico), socioemocionales (trabajo colaborativo y manejo de conflicto) y permanencia escolar –que es menor en zonas rurales y en colegios públicos–. De hecho, la tasa de graduación en zonas urbanas del país es tres veces mayor que en el campo.

La educación de calidad está concentrada en instituciones privadas, una tendencia que refuerza la brecha del aprendizaje y que lleva a la mayoría de niñas y niños, que no pueden acceder a estos privilegios, a desarrollar competencias cognitivas, ciudadanas y socioemocionales deficientes. Un 50 por ciento de los jóvenes del país no termina la educación media y se refleja en trayectorias rotas que, en general, “implica que vamos a tener un grupo de jóvenes que entra en la pobreza”, advierte García.

La Misión Internacional de Sabios, grupo de expertos en diferentes áreas del conocimiento, advirtió que la equidad en el acceso a educación con calidad podría, además de mejorar las expectativas de los jóvenes, aumentar la productividad media y mejorar la distribución de ingresos y riqueza.

Más que infraestructura

La educación obligatoria en Colombia va hasta el grado noveno, lo que hace que en zonas rurales la oferta de grados décimo y undécimo disminuya. Sandra García asegura que uno de los factores que origina esas brechas tiene que ver con la infraestructura –muchos colegios en Colombia aún no tienen servicio de agua ni electricidad– y, más allá de la calidad, con la disponibilidad. “No se ofrece educación media, entonces, el joven tiene más riesgo de desertar, porque no tiene referentes cercanos y no ve posible cursar lo que falta”, explica.

El segundo factor son las condiciones socioeconómicas, pues estar expuesto a la pobreza extrema genera mayor riesgo de deserción. Darío Maldonado, doctor en economía y experto en políticas de educación, dice que en los colegios públicos las condiciones socioeconómicas son más bajas, al igual que el nivel educativo de los padres. En el sector privado, cuando los papás pagan el colegio, se genera un filtro socioeconómico y, en este caso, los padres suelen contar con niveles de educación más altos y, por ende, los estudiantes pueden contar con mayor acompañamiento en casa.

En el campo, la brecha es por falta de recursos: los bienes culturales como bibliotecas o museos están en su mayoría en las ciudades. Otro de los factores –señala Nancy Palacios Mena, del grupo de investigación de políticas educativas y vida escolar, de la Universidad de los Andes– es la falta de permanencia de los profesores en zonas rurales.

A estas vulnerabilidades se suman los jóvenes que viven realidades como el conflicto armado, la violencia y el reclutamiento forzado. Si pertenecen a un grupo étnico, la brecha será mucho más amplia: Palacios cuenta que el desempeño en regiones como la Andina siempre es superior que en zonas como el Pacífico, donde se concentra gran parte de la población afro del país.

Un trabajo sistemático

Cerrar la brecha no es una tarea fácil, pero sí posible. Debe ser un trabajo sistemático, intencionado y “sin quitar el dedo del renglón”, dice Palacios. Hoy, la tarea urgente es caracterizar las pérdidas que dejó la pandemia en el aprendizaje de habilidades de lectura, matemáticas y socioemocionales, y crear estrategias que permitan recuperar ese rezago.

Para este camino, Darío Maldonado enfatiza que debe ponerse cuidado a un modelo de gestión docente que permita que los colegios públicos funcionen como lo hacen muchos privados. En estos son las instituciones quienes escogen a los docentes y se generan estrategias pedagógicas puntuales, y dinámicas de liderazgo.

Un ejemplo son los colegios en administración que existen en Bogotá y que tienen mejores infraestructuras, cuentan con sus propios modelos de evaluación, liderazgo pedagógico y gestionan su planta docente, mostrando buenos resultados académicos. “Quizás este modelo no es escalable, pero deben encontrarse otras formas: una educación que pone en el centro a los estudiantes y en el que sus profesores trabajan en equipo”, agrega Maldonado.

En las zonas rurales, una de las estrategias inmediatas de fácil implementación es garantizar la permanencia de maestros para la formación continua de los estudiantes. Los académicos hacen un llamado a que los docentes con mejor formación también vayan al campo, a la par con un reconocimiento social y laboral, pues aún no es suficiente recibir un porcentaje de más por trabajar en zonas de difícil acceso.

“El maestro rural es muy solitario –comenta Palacios– y no basta con un doctorado o una maestría; debe haber un acompañamiento para que lo aprendido retorne al aula”. Además, deben crearse redes en la ruralidad para el intercambio de experiencias. La formación para los maestros debe orientarse a la capacidad de ser mejores docentes o a incrementar las habilidades en el salón, pues, actualmente, muchos se inclinan hacia la investigación.

Sandra García menciona que el fortalecimiento de las transferencias condicionadas, a través de programas como Familias y Jóvenes en acción, en definitiva, generan un impacto positivo en la permanencia escolar, más aún cuando van acompañadas de mostrar los beneficios de asistir a clase.

Generar posibilidades de educación pos media técnica, tecnológica y universitaria ayudaría a mostrar que hay futuros posibles. “La falta de recursos no es solo la causa, pues también hay una responsabilidad de la escuela por sus prácticas pedagógicas y es esta la que puede ayudar a disminuir las diferencias”, concluye la académica Nancy Palacios.