EDITORIAL

La segunda ola del coronavirus

Aunque los confinamientos sirvieron para controlar la expansión del virus, hoy este remedio puede ser peor que la enfermedad.

29 de octubre de 2020
La segunda ola del coronavirus y la economía | Foto: Esteban Vega

Las imágenes en redes sociales son dramáticas. Pequeños empresarios europeos, en especial dueños de restaurantes que invirtieron, se endeudaron y prepararon su actividad para la etapa de reactivación, derraman amargas lágrimas. Hoy se ven obligados a cerrar, o al menos a limitar de nuevo su actividad ante el aumento de los contagios en el Viejo Continente.

La segunda ola de la pandemia marca récords diarios de positivos en ciudades de Estados Unidos, Francia, Alemania y otros países. A pesar de las restricciones recientes, la tasa de contagio sigue presionando a Europa a volver a los confinamientos. Como resultado, hace varios días España, Francia, Italia y Alemania implementaron de nuevo medidas restrictivas.

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Los mercados han reflejado esta situación con una caída en los precios del petróleo, pero especialmente con el nerviosismo de los inversionistas. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), este rebrote en Europa supera en tres veces el primer pico de marzo. Aún así, hoy mueren menos personas.

Esta situación ha puesto en alerta a Colombia ante la posibilidad de volver a picos de contagio. El país ya superó el millón de infectados y los 30.000 muertos, mientras las cifras siguen en aumento. Lastimosamente, la reapertura de la actividad productiva no ha cumplido en muchos casos los protocolos de bioseguridad y ha minimizado la gravedad de la pandemia. La ocupación en las unidades de cuidados intensivos viene creciendo en algunas ciudades y puede volver a poner en jaque el sistema de salud.

Cuando esta situación se presentó hace unos meses, los confinamientos obligatorios, luego sectorizados, sirvieron de remedio para atajar el incremento en los contagios. Pero resultaron un virus mortal para el aparato productivo: paralizaron la economía, cuya contracción este año puede estar en 8%, destruyeron más de 4 millones de empleos y amenazaron con retroceder al país décadas en materia social y de pobreza.

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Los más recientes datos muestran el impacto en la dinámica de crecimiento económico de agosto. El Índice de Seguimiento a la Economía (ISE) del Dane registró una caída anual de 10,6% y un retroceso con respecto a julio (-9,7%), lo que no sucedía desde abril.

Anif advirtió que este deterioro obedece, entre otras cosas, a que continuaron los confinamientos sectorizados en varias ciudades del país, “que aumentaron la incertidumbre y retrasaron la reactivación de los encadenamientos productivos, especialmente en Bogotá”.

Sin duda, esas medidas draconianas sirvieron para controlar la expansión del virus, pero hoy por hoy este remedio puede ser peor que la enfermedad. Volver a encerrar al país le daría el puntillazo a una economía que guarda expectativas de crecimiento y reactivación, aumentaría el desempleo y reduciría aún más el ingreso de los hogares.

Algunas encuestas han señalado que muchos empresarios estarían dispuestos a enfrentar de nuevo un cofinamiento. Sin embargo, el ambiente no es el mejor. Como ha señalado Fenalco, los empresarios han hecho un gran esfuerzo por mantener nóminas, contratar personal y cumplir los protocolos, exigencia que requiere hacer nuevas inversiones. Y el gremio ha advertido que algunos comerciantes estarían dispuestos a desacatar las medidas.

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Este sentimiento ya aparece en países europeos como Italia, Reino Unido y España. Allí, las protestas en las calles y la rebeldía de líderes políticos enrarece aún más el panorama para controlar la pandemia.

Sin embargo, hay mensajes claros: el primero, la disciplina social debe convertirse en el nuevo eje de comportamiento de los colombianos, el respeto a los protocolos de bioseguridad y distanciamiento social. Y el segundo, el gobierno nacional y los mandatarios departamentales y locales deben pensar soluciones más efectivas para poner a raya la pandemia, mientras llega la vacuna o el tratamiento contra la enfermedad, todo ello sin sacrificar la tímida recuperación de la economía. Está claro que una cosa no puede ir en detrimento de la otra.