Camilo Cuervo (Foto para columna)

OPINIÓN

Salario mínimo: No hubo prudencia… habrá inflación e informalidad

A pesar de tanta “alegría”, lastimosamente nos esperan tiempos difíciles. La guerra por determinar quién es más populista o más “social” nos saldrá cara a todos. Por ahora, solo insistir en ¡prudencia, bendita prudencia!

17 de diciembre de 2021

El presidente Duque esta semana logró consolidar una de sus propuestas de campaña más ambiciosas: pasar a la historia como el mandatario que más ha incrementado, en términos reales, el salario mínimo de los colombianos en toda la historia. Su “audaz” propuesta de llevar el aumento a 1 millón de pesos no resistía contradictores en las centrales obreras y los empresarios mansamente optaron por “ayudar” al presidente. Pedir más sería absurdo e insensato.

Mientras todos celebran esa concertación histórica, somos muchos los que nos declaramos francamente preocupados con la situación. Es claro que un incremento de esas proporciones – prácticamente doblará el IPC – tiene la vocación de distorsionar los precios de toda la economía, afectará sensiblemente el mercado del trabajo y creará un fenómeno inflacionario que no habíamos experimentado en tiempos recientes.

La ecuación es sencilla: entre más dinero circulante exista en una economía, más inflación se generará. Si alguien tiene algo que usted quiere o necesita comprar, pero además es consciente de que usted tiene más dinero para pagar por ese bien, su tendencia natural será aumentar los precios. Paradójicamente esa inflación a los que más afecta es a los trabajadores de menores recursos económicos; es el llamado impuesto de los pobres, así de fácil.

Esas premisas las enseñan en cualquier clase básica de economía que muchos “iluminados progresistas”, presuntamente economistas, parecen no entender o, fruto de su retórica populista, no quieren aceptar.

A pesar de que el acuerdo que alcanzaron sindicatos, empresarios y el Gobierno contempla la necesidad de “desligar” el salario mínimo de la fijación de multas y tarifas oficiales, es evidente que esa asignación mensual es la base para establecer otros precios en la economía colombiana. El costo de otros salarios, de muchos bienes básicos y de los honorarios por servicios, sin duda se verán eclipsados por el salario mínimo que con este incremento ya no será tan “mínimo”.

Muchos empleadores están sometidos a la regulación de sus tarifas, tal como sucede con empresas de seguridad, administradores de copropiedades o con los sistemas de transporte masivo. Esas tarifas por lo general consideran la variación del IPC para actualizarse, sin embargo, con este nuevo salario mínimo, la situación deberá revisarse para “ajustarse” a esta nueva realidad de precios; no hacerlo, las haría inviables financieramente. En otras palabras, ese “ajuste” salarial, por una u otra vía, terminaremos pagándolo todos.

Ahora, respecto del mercado de trabajo, la situación se torna nefasta. Nuestros mayores problemas radican en la informalidad que, fruto de la pandemia, se ha desbordado y en el desempleo de mujeres y jóvenes.

Un salario con ese incremento solo enviará más gente a la informalidad, simplemente porque el sector formal, en muchos casos, no podrá soportar un salario mínimo de esas magnitudes, ni toda la carga prestacional y parafiscal que eso representa. Cualquier emprendedor, de esos que tanto queremos apoyar, cuando sea consciente de lo que le costará “formalizarse”, lo pensará dos veces. Hacer empresa siempre ha sido duro, pero con esto será aún más difícil.

Además, es claro que pagar un salario mínimo de 1 millón de pesos en Bogotá o en Medellín, puede parecer fácil, pero en Quibdó o en Mocoa, no es tan sencillo; la regla, si la gente quiere subsistir, será aceptar asignaciones mucho menores y en condiciones bastante deplorables. Informalidad pura y dura.

Si Duque lució populista y estratégico con esta “jugada”, no sé francamente qué decir de los candidatos mesiánicos que se han atrevido a sugerir un incremento del 18 %. ¿Será que nos están vaticinando un aumento de iguales magnitudes en agosto del próximo año? Absurdo, simplemente absurdo, pero, aunque parezca increíble, ya lo están sugiriendo.

A pesar de tanta “alegría”, lastimosamente nos esperan tiempos difíciles. La guerra por determinar quién es más populista o más “social” nos saldrá cara a todos. Por ahora, solo insistir en ¡prudencia, bendita prudencia!