Claudia Varela, columnista

Opinión

Nuestra triste capacidad de sorpresa

Es como un multiverso donde ocurre todo, salimos de todo, pero normalizamos las cosas que deberían al menos merecer un comentario.

Claudia Varela
13 de abril de 2025

Hace muchos años escuché a un speaker en una conferencia sobre Colombia, diciendo que el país sufría de una triste incapacidad para sorprenderse, ya que las cosas que pasan a veces parecen macondianas y pocos asuntos merecen nuestra atención. Es como un multiverso donde ocurre todo, salimos de todo, pero normalizamos las cosas que deberían al menos merecer un comentario.

Por ejemplo, a Sara Millerey la asesinaron la semana pasada y pasó como una noticia más. Sara era una mujer y activista trans de 32 años que vivía en Bello, Antioquia. Su asesinato fue brutal. Después de causarle fracturas, fue lanzada a una quebrada para que agonizará y muriera. Nadie la ayudó. Sara murió sufriendo solo por ser diferente y asumirlo. Esto no es normal.

Según la Defensoría del Pueblo en Colombia, a octubre de 2024 había un censo de 745 feminicidios, un aumento del 26 % respecto al año anterior.

Se registraron —además— 76 masacres, con un total de 267 víctimas. Pero muchas veces ni siquiera los mencionamos ni los tenemos en cuenta, porque de nuevo tenemos normalizado que todo pase, que la violencia esté, que maten mujeres, campesinos y gente “diferente” como Sara.

Podrían preguntarse algunos por qué estoy escribiendo sobre esto hoy y les cuento que no es la primera vez que lo hago. Tenemos normalizada la violencia, el maltrato, el odio y simplemente hacemos como que no ocurre. Pero sí ocurre. Y tenemos que hacer algo desde el espacio que podamos hacerlo, ser un buen líder no está solo en conseguir resultados financieros o personales.

Entiendo que podemos pensar que en las ciudades capitales, o en las burbujas que algunos vivimos, estamos protegidos (lo que no termina de ser cierto), pero hay que generar conciencia y un poco de cambio. Y eso me pasó esta semana cuando un amigo me invitó a escribir sobre Sara.

No la conocía, pero le dolió su muerte, porque ha pasado por acoso durante toda su vida por pertenecer a una comunidad que sigue siendo discriminada. Si bien han cambiado cosas, es cierto, no se puede pasar la página de lo que pasó con Sara.

No es solamente su brutal asesinato. Es la indolencia de quienes pudieron ayudarla y no lo hicieron y de todos aquellos a los que ni siquiera les interesó la noticia y siguieron derecho sin pensar un poco más sobre la profundidad de lo que hay en una sociedad tan intolerante.

Según la Defensoría del Pueblo, a abril de 2025 se han registrado 13 casos. Lamentablemente, no hay estadísticas oficiales sobre estos crímenes a personas trans por un alto subregistro, debido a que las víctimas pasarían por un proceso de negación de su identidad.

Quiero generar una corta reflexión sobre qué estamos haciendo para educar mejores hijos, generar mejores conversaciones en las que podemos hacerlo, respetar la diferencia, parar y tomar aire para entender que los raros no son los demás. Quizá somos nosotros los raros.

Desde donde estamos podemos generar cambios. Elegir buenos gobernantes es uno. No tolerar maltrato ni siquiera en redes y definitivamente escucharnos mejor como sociedad. A veces entiendo muy bien a las nuevas generaciones cuando prefieren tener perros y gatos que traer hijos a un mundo que anda patas arriba.

No quiero ser pesimista, porque siempre veo una luz donde otros no. Pero al menos sí quiero tener un momento de silencio para que tantos asesinatos, malos tratos e indolencia no pasen derecho. Si eres un líder con el corazón necesario para reflexionar, seguramente leíste hasta aquí. No quiero perder la fe en la humanidad.

“Un corazón cerrado, un corazón blindado, no tiene capacidad para sorprenderse”, papa Francisco.

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