
Opinión
No vuelvo a marchar
Ninguna de las marchas de este año ha llegado a las 50.000 personas.
Hay cosas que pasan de moda o que se vuelven paisaje, eso es lo que ha pasado ―a mi modo de ver― con las marchas: cada vez sale menos gente, parece que los colombianos se dieron cuenta de que son inanes, pues ya no generan ninguna pasión.
Desde hace un tiempo, la medición de las marchas depende de si se llena o no la Plaza de Bolívar, en Bogotá, que ―para los entendidos― se llena con 5.000 personas. Por eso, cada vez hay más tarimas para cubrir parte de la plaza y que esta se vea más llena.
Existen claras diferencias entre marchas dependiendo de la ideología. Mientras las marchas de la izquierda están marcadas por muchas pancartas, con muchos sindicatos y empleados públicos caminando, tienen un orden que las hace ver más copiosas y que, generalmente, terminan generando destrozos, la venta de aerosol ese día se duplica.
Las marchas de la derecha tienden a ser más desordenadas en el desplazamiento, poca pancarta, cero destrozos y, tal vez, la principal característica es que la gente va a marchar porque quiere: no existe ninguna obligación de hacerlo.
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Lo que también toca tener claro es que ninguna marcha sale de la nada; estas requieren de líderes que las convoquen, de muchísima logística y de tiempo.
La marcha contra las Farc, el ocho de febrero de 2008, ha sido la marcha en la cual más colombianos han salido. Aunque los datos no son verificados, los números dicen que salieron, en más de 190 ciudades, más de cuatro millones de personas, algunos hablan de diez millones.
Ninguna de las marchas de este año ha llegado a las 50.000 personas; ninguna ha llenado la plaza de Bolívar.
Todas las marchas terminan siendo magnificadas por sus promotores y denigradas por sus opositores, entonces terminan en memes, fotos falseadas o adulteradas y en mucho cuento chino.
El desencanto por las marchas radica en el hecho de que tampoco generan ningún cambio, ni presión, ni siquiera, a veces, los agredidos se dan cuenta de que las hay.
Los colombianos debemos generar una presión diferente a nuestros líderes, algo que verdaderamente los incomode lo suficiente, que los haga parar la robadera y la corrupción. Por ejemplo, podríamos presionar a la Comisión de Acusaciones para que juzgue a Petro: ¿cómo podemos hacerle entender a los representantes a la Cámara que están votando en contra de sus votantes y que están entregando el país a la izquierda populista?
Afortunadamente, no ha vuelto a haber marchas violentas como las que tuvimos en prepandemia, con infiltrados del ELN y las Farc, con la primera línea en todo su esplendor y con destrozos de miles de millones de pesos, para estas se necesita más plata. Estas marchas fueron las que terminaron ayudando a elegir a Petro.
Agradezco a los que marcharon por Uribe: él se merece mucho más, desafortunadamente, tampoco creo que genere ningún cambio.
Creo que debemos dejar de marchar y empezar a actuar. Colombia está en riesgo, esto no se cura con marchas, sino con voluntad política, que los líderes de los partidos sean capaces de expulsar a los bandidos a pesar de los votos que tengan.