
Opinión
Los cuatro niveles de poder: por qué la geopolítica actual se siente como una actualización de videojuego que salió mal
El modo principiante del juego es pura fuerza.
Imagina un videojuego donde no solo juegas por puntuaciones altas, sino que reescribes las reglas mientras subes de nivel. En el nivel uno, eres un bárbaro saqueador, destruyendo aldeas para robar su botín. Es emocionante, pero agotador; cada ganancia proviene de la pérdida de alguien más, y eventualmente, el mundo se queda sin objetivos fáciles.
Entonces llegas al nivel dos: ahora eres un comerciante, intercambiando recursos para construir alianzas, convirtiendo la escasez en excedente a través de intercambios inteligentes. Mejor, pero aún limitado por lo que los demás tienen para ofrecer. El nivel tres desbloquea la invención: creas herramientas que rompen los viejos límites, como motores de vapor o electricidad, ‘farmeando’ todo a su paso.
El juego se acelera. ¿Pero el verdadero final del juego? Nivel cuatro: codificas el mundo mismo, creando sistemas autoreplicantes que multiplican el valor infinitamente, desde algoritmos de IA hasta ediciones genéticas, desafiando la física y la escasez.
Esto no es una fantasía ociosa. Es un modelo de juguete para cómo las civilizaciones escalan la escalera del poder, extraído de un marco agudo por MacroWise.
En una era donde los titulares gritan sobre guerras tecnológicas entre EE.UU. y China, y sobre underdogs en ascenso como Israel o Corea del Sur, es una lente simple que corta el ruido. El poder ya no se trata de tanques o aranceles; se trata de en qué nivel estás jugando. Y como en cualquier buen juego, cuanto más alto subes, más se rompen las viejas reglas.
Permíteme desglosarlo, un nivel a la vez, con una simulación para mostrar cómo se desarrolla en la arena geopolítica actual.
Nivel 1: conquista – soba o sé robado
El modo principiante del juego es pura fuerza. La riqueza no se crea; se toma. Piensa en imperios construidos sobre esclavitud, colonialismo y expropiación: capital nacido de la desposesión, no de acuerdos. Karl Marx lo vio como “acumulación primitiva”, donde los mercados emergen de la violencia. Acemoglu y Robinson los llaman “instituciones extractivas”, un molido ‘cero-sum’ donde los ganadores explotan a los perdedores. La teoría del sistema-mundo de Wallerstein lo resume: núcleos como Europa drenaron periferias, un patrón tan antiguo como la historia.
En el modelo de MacroWise, la Conquista obtiene un multiplicador bajo (5): es efectivo para agarres rápidos, pero insostenible. Rusia se queda aquí, puntuando 10 en fuerza bruta pero fallando en otros lugares. La marea siempre cambia cuando los débiles se organizan o los recursos se agotan.
Nivel 2: comercio – intercambia tu camino al crecimiento
Actualización desbloqueada: ahora se trata de intercambio. La Riqueza de las Naciones de Adam Smith invirtió el guion: la riqueza proviene de la producción, impulsada por la división del trabajo y el libre comercio. La ventaja comparativa de David Ricardo lo demuestra matemáticamente: incluso si eres superior en todo, especializarte e intercambiar crea más para todos. Es la base de la globalización, convirtiendo el saqueo en productividad.
El modelo eleva el comercio a un multiplicador de seis: ‘positivo-sum’, pero limitado por la dependencia mutua. Disruptiones como aranceles o pandemias exponen la fragilidad. China domina (10), su motor de exportaciones impulsando el ascenso, mientras que India y México emergen como centros comerciales en un mundo fragmentado.
Nivel 3: tecnología – destruye para crear
Aquí es donde el juego se pone divertido... y despiadado. La “destrucción creativa” de Joseph Schumpeter no es una mejora suave; es reemplazo. La tecnología no ajusta lo viejo; lo oblitera, dando a luz nuevas industrias. Los modelos de crecimiento de Robert Solow muestran que el progreso real proviene de la innovación, no solo de más mano de obra o capital.
El multiplicador salta a ocho, reflejando el apalancamiento de la disrupción. EE.UU. destaca (10), su ecosistema de Silicon Valley superando a rivales en IA y chips. Pero China (7) se acerca rápido, con I+D respaldado por el estado desafiando la hegemonía de EE. UU. Este nivel refleja la carrera tecnológica de la Guerra Fría, ahora repetida en semiconductores y computación cuántica.
Nivel 4: creatividad – codifica lo infinito
El final del juego: el valor no está en objetos, sino en la replicabilidad. CRISPR (acrónimo en inglés para Repeticiones Palindrómicas Cortas Agrupadas y Regularmente Espaciadas) reescribe la vida a costo extra cero; la IA escala algoritmos infinitamente; la fusión promete energía ilimitada; las criptomonedas forjan escasez digital sin bancos. Es diseño postescasez, donde los costos marginales desaparecen.
Multiplicador más alto (32): exponencial e ilimitado. Suiza lidera (9.45), sus centros de innovación neutrales prosperando. Estrellas en ascenso como Israel (8.05) en ciberseguridad, Corea del Sur (8.92) en chips, y Japón (7.18) en robótica se alinean con EE. UU., contrarrestando el empuje de China.
Jugando el juego: una simulación de juguete de geopolítica
Para probar esto, codifiqué un modelo simple de teoría de juegos en Python: un juguete como los que usan los economistas para simular escenarios. Los países comienzan con puntuaciones basadas en datos reales (gasto militar para conquista, exportaciones para comercio, complejidad para tecnología, compuesto de innovación para creatividad). Invierten en el nivel de mayor retorno cada turno, evolucionando durante 20 pasos.
¿Resultados? EE. UU. comienza adelante, pero China surge en comercio/tecnología. Aliados como Japón e Israel se adelantan en creatividad, eclipsando a potencias más grandes. No es destino: son algoritmos que favorecen niveles más altos.
En esta nueva guerra fría, la conquista es un error, la creatividad la característica. Las mejores historias son verdades simples ocultas a plena vista, y este marco revela por qué la tecnología triunfa sobre los tanques.
Gracias por leer.