Guillermo Valencia Columna Semana

Opinión

La gran apuesta energética: ¿Golpeará la disrupción para 2030?

Esto no es solo tecnología, es la realidad humana.

Guillermo Valencia
22 de mayo de 2025

Imagina que estás en una partida de póker de altas apuestas en la primavera de 2025. La mesa está dividida. Por un lado, un montón de fichas respalda a los recién llegados: paneles solares que superan a sus predecesores, baterías que podrían alimentar una ciudad, redes de IA que piensan más rápido que los humanos y reactores nucleares compactos que prometen un amanecer limpio.

Por el otro, un montón más grande defiende a los veteranos: gasoductos que se extienden infinitamente, plantas de carbón que se niegan a rendirse e ingenieros trabajando para mantenerlas relevantes. ¿La apuesta? Si una nueva tecnología revolucionará el sector energético para 2030 —capturando un 10 % o más de cómo producimos, almacenamos o distribuimos energía, o relegando a los viejos sistemas a los libros de historia— o si el gas y el carbón mantendrán su posición, armados con sus propias mejoras ingeniosas. Repartamos las cartas, veamos las probabilidades y admitamos que podríamos leer mal la mano.

Las probabilidades: 65–70% para un cambio radical

Yo apostaría un 65–70% a que una nueva tecnología sacudirá el sector energético para 2030. Cinco años y medio no es una eternidad, pero es suficiente para que un avance prenda fuego. La historia marca el escenario. Los costos de la energía solar cayeron un 90 % entre 2010 y 2020, pero no fue hasta finales de la década de 2010 que empezó a desplazar al carbón. El fracking convirtió el gas de esquisto en una potencia en EE. UU. en la década de 2000, pero necesitó una década para dominar. Los grandes cambios en energía suelen tomar de cinco a 10 años para capturar una porción significativa del mercado. Eso hace que 2030 sea un objetivo plausible.

Los nuevos jugadores son fuertes. Las baterías de estado sólido, como las que persigue QuantumScape, podrían llegar al mercado en 2025, haciendo que los vehículos eléctricos sean más baratos y las redes más robustas con energía más densa y de carga más rápida. Las células solares de perovskita, alcanzando eficiencias superiores al 30 %, están en pruebas piloto y podrían reducir los costos solares a la mitad, capturando potencialmente un 10 % de la producción para 2030. Las redes inteligentes impulsadas por IA ya están en el 74 % de las empresas energéticas, y para 2030 podrían optimizar los flujos de energía como un policía de tráfico dopado, ahorrando miles de millones.

 Los reactores modulares pequeños (SMR, por sus siglas en inglés) están ganando impulso: China y Rusia ya los tienen operando, EE. UU. está apostando 900 millones de dólares y Europa tiene una alianza dedicada. Para 2030, los SMR podrían alimentar pequeñas ciudades, con un mercado que se espera alcance los 7.14 mil millones de dólares. ¿La fusión? Es una apuesta a largo plazo. Un avance energético en 2022 fue interesante, pero las plantas comerciales son una historia para 2035.

Los números respaldan el entusiasmo: 6 mil millones de dólares en capital de riesgo para tecnología limpia entre 2015 y 2022, fondos gubernamentales para geotermia y nuclear, y 1.8 billones de dólares en inversión global en energía limpia en 2023, superando a los combustibles fósiles. Pero no apuestes todo todavía. El gas y el carbón son perros viejos con trucos nuevos.

Los perros viejos ladran fuerte

El gas y el carbón alimentaron el 60 % del mundo en 2024 —40 % carbón, 20 % gas— y no se jubilan silenciosamente. Tienen 1.7 billones de dólares en inversiones, una red de gasoductos y plantas, y un talento para reinventarse. La captura y almacenamiento de carbono (CCS, por sus siglas en inglés) es su arma secreta, encerrando 45 millones de toneladas de CO₂ hoy y apuntando a 100 millones para 2030 con 500 proyectos en marcha.

Los créditos fiscales de EE. UU. y las políticas de la UE están avivando este fuego. Las turbinas de gas avanzadas, como la clase H de GE, alcanzan un 64 % de eficiencia, reduciendo emisiones y costos para mantener al gas como una opción confiable para energía estable y de respaldo. La gasificación del carbón, popular en China e India, se combina con CCS para mantener al carbón vivo. La pirólisis de metano podría convertir el gas en hidrógeno bajo en carbono para 2030, transformándolo de villano a héroe.

Esto no es solo tecnología, es la realidad humana. El gas y el carbón se apoyan en lo que ya existe: gasoductos que no desaparecen, plantas que no cierran y gobiernos obsesionados con mantener las luces encendidas. La adicción de Europa al gas, el hábito del carbón en China y los temores globales por la seguridad energética le dan una ventaja a los combustibles fósiles. La detección de fugas de metano impulsada por IA y un fracking más inteligente hacen que el gas sea más limpio, no más débil. Apostar por la disrupción significa apostar contra un sistema que ha sido rey durante décadas.

Donde las apuestas fallan

Predecir el futuro de la energía es como pronosticar una tormenta: los datos ayudan, pero las peculiaridades humanas nublan la vista. Podría estar demasiado entusiasmado con las baterías o los SMR porque son nuevos y brillantes. Pero el control del gas y el carbón, especialmente en lugares como India o Europa del Este, podría ser mi punto ciego.

 La financiación de tecnología limpia cayó un 20 % entre 2023 y 2024, una señal de que los bolsillos no son infinitos. Las cadenas de suministro son inestables: tierras raras para baterías, uranio para SMR. Los riesgos de ciberseguridad, como hackers atacando redes inteligentes, podrían hacer que las empresas energéticas se queden con plantas de gas. La regulación es un proceso lento: los SMR enfrentan obstáculos de seguridad y el CCS necesita políticas para escalar.

La historia es un maestro humilde. En los años 70, la nuclear era la respuesta; para los 90, estaba enredada en burocracia. En 2000, las renovables eran un nicho; para 2020, eran gigantes. La disrupción es posible, pero la inercia es brutal. La política, el miedo al cambio y la comodidad de lo familiar mantienen al gas y al carbón en la pelea.

Tres manos para jugar, desglosemos las posibilidades, con señales a las que estar atentos:

Gran disrupción (30 % de probabilidad): las baterías de estado sólido inundan los vehículos eléctricos y las redes, las solares de perovskita alcanzan el 15 % de la producción o los SMR iluminan ciudades. Presta atención al lanzamiento de QuantumScape en 2025, a los pilotos de perovskita escalando a 100 MW o a las implementaciones de SMR en EE. UU./UE para 2030.

Sacudida parcial (35 % de probabilidad): las redes de IA y el comercio en blockchain optimizan la energía, las baterías y los SMR empiezan pequeños, pero el gas/carbón se mantienen firmes. Observa la adopción de IA alcanzando el 90 % o el crecimiento de pilotos de blockchain.

Los combustibles fósiles dominan (35 % de probabilidad): el CCS captura 100 millones de toneladas, las turbinas de gas dominan y la gasificación del carbón mantiene a Asia encendida. Sigue los avances en proyectos de CCS, las instalaciones de turbinas de GE o los pilotos de pirólisis de metano.

Lo que realmente está en juego

La energía no se trata solo de vatios y voltios, se trata de en qué elegimos apostar. En 2025, estamos divididos entre un mañana limpio y un hoy estable. El gas y el carbón son el viejo camión confiable: no es bonito, pero funciona. Las renovables y los SMR son los autos eléctricos deportivos: rápidos, pero no probados en viajes largos. Apuesto un 65–70 % a la disrupción para 2030 porque los humanos son incansables construyendo cosas nuevas. Pero el gas y el carbón, con 1.7 billones de dólares y una caja de herramientas llena de mejoras, podrían seguir dominando la mesa.

La verdadera victoria no es adivinar correctamente, es mantener la mente abierta. Para 2030, podríamos estar celebrando una red alimentada por baterías, brindando por el regreso de la nuclear o asintiendo mientras las plantas de carbón siguen funcionando. Sea cual sea el resultado, la apuesta energética es salvaje, y todos tenemos cartas en la mano.

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Pronóstico cuantitativo de Macrowise para 250 días
Pronóstico cuantitativo de Macrowise para 250 días. | Foto: SEMANA
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Nota: esta información es solo para fines informativos y no debe considerarse asesoramiento financiero. Siempre realiza tu propia investigación o consulta a un asesor financiero antes de tomar decisiones de inversión.

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