
Opinión
Gimnasia mental en la nueva era de Trump
Ver simpatizantes de Milei (cuyas políticas apoyo en general) aplaudiendo los desmanes arancelarios es una muestra poderosa de gimnasia mental.
Cualquier espectador del devenir político colombiano habrá tenido la oportunidad de ver lo que es gimnasia mental. Un gobierno que habla del “pueblo”, se vuelca en su contra con su fatal administración y sus aduladores salen a defender lo indefendible.
Pero ahora suenan las campanas de la gimnasia mental en otra orilla, y esto es una oportunidad para hablar de principios y coherencia, dos cosas que, paradójicamente, no necesariamente siempre se unen para el bien.
Ver simpatizantes de Milei (cuyas políticas apoyo en general) aplaudiendo los desmanes arancelarios es una muestra poderosa de gimnasia mental. No me refiero a la respuesta de prudencia de algunos gobiernos, que al fin y al cabo es mera estrategia. Me refiero a la justificación de lo que está haciendo Trump, un descalabro, por parte de personas que apoyan el liberalismo. Pero todo tiene una explicación, en este caso, no muy esperanzadora. Lo digo por las enseñanzas de la psicología, que nos ayuda a entender una dimensión de estos tiempos recios.
En los años cincuenta, un psicólogo llamado Leon Festinger propuso la teoría de la disonancia cognitiva, que explica cómo manejamos contradicciones entre pensamientos y/o comportamientos. Cuando hay disonancia sentimos algo de tensión e incomodidad, y nos empeñamos en resolverla, por ejemplo, cambiando el comportamiento, el pensamiento mismo o simplemente agregándole otro pensamiento que nos quita esa tensión. Piensen en un ambientalista que viaja todo el tiempo en avión, pero que en algún punto se convence a sí mismo de que sus viajes le dan más beneficios que costos al medio ambiente, sellando su paz mental. ¿Hay coherencia? No mucha, pero ese es el punto. No importa. La coherencia se puede fabricar a la brava. Y esto es lo que estamos presenciando hoy, y quizá siempre.
Podría ponerme a salmodiar que una sociedad no es nada sin principios ni coherencia, pero puede haber personas e ideas sumamente dañinas y a la vez coherentes. Quien conoce las ideas de Trump hace años sabe que, lejos de ser liberal, es proteccionista y nacionalista. Coherente sí es. Pero ya lo decía R. W. Emerson, la coherencia es el duendecillo de las mentes pequeñas.
Por eso me preocupa que defensores de la libertad, el libre comercio, etc., ahora se pongan del lado del mercantilismo trumpista. Cuanto más se cultiva esta gimnasia mental, más negociables son los principios en una sociedad, más fácil es negar lo que dice la investigación científica y más fácil es remplazar datos con relatos. Entonces, en vez de usar las herramientas que tenemos para buscar sociedades mejores, las empleamos para justificar más atrasos.
Estos tiempos nos recuerdan que los personajes y sus narrativas exóticas están —tristemente— por encima de las ideas y sus implicaciones. También nos recuerdan algo que vemos a diario en Colombia: que los principios son negociables y que la coherencia en pro del bien público no es tan necesaria si no le conviene a un político de turno. Esencial es poderse mirar al espejo y, más allá de la coherencia situacional, preguntarse si uno defiende principios loables, de forma correcta. Vale la pena preguntarse, todos los días, si uno es víctima de su propia gimnasia mental, para hacer algo al respecto.