
OPINIÓN
El fin de la economía zombi y el amanecer de un nuevo mundo
Este nuevo contrato social nos pone en una encrucijada.
En la primavera de 2008, mientras Wall Street se tambaleaba, John Paulson, un gestor de fondos casi desconocido, apostó contra la arrogancia de los bancos. Vio lo que otros ignoraron: un sistema financiero al borde del colapso, sostenido por hipotecas tóxicas y deudas insostenibles.
Su apuesta le hizo ganar 15 mil millones de dólares, pero también desnudó una verdad incómoda: los bancos, esos colosos del capitalismo, se habían convertido en zombis, instituciones muertas que seguían caminando solo por inercia. Cuando el Gobierno de Estados Unidos los rescató con 700 mil millones de dólares, no solo salvó bancos; traicionó el principio de la ‘destrucción creativa’ que hace al capitalismo renovarse. Ese momento marcó un punto de inflexión, pero también abrió la puerta a algo nuevo: un contrato social que está redefiniendo cómo vivimos, producimos y soñamos.
Hoy, en Colombia y el mundo, estamos en medio de esa reinvención. Un nuevo modelo de producción está emergiendo, impulsado por inteligencia artificial (IA) y automatización. Ya no dependemos de ejércitos de trabajadores, sino de energía abundante y máquinas que piensan más rápido que nosotros. En 2022, se instalaron 553.000 robots industriales globalmente, y la IA, según McKinsey, podría añadir 15.7 billones de dólares a la economía para 2030.
Este cambio no es solo tecnológico, es existencial. Pero no puede florecer bajo un sistema financiero anclado en el pasado, lleno de bancos y estados zombis que, como en 2008, frenan el crecimiento y la innovación.
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El rescate de 2008 fue una lección amarga: salvar a los zombis no salva la economía. En lugar de dejar que las instituciones fallidas murieran, se les dio una segunda vida artificial, ocupando espacio que nuevas ideas necesitaban.
Desde entonces, el crecimiento global ha sido anémico —el PIB per cápita de EE. UU. crece a un lento 1.5 % anual— y en Colombia enfrentamos retos similares, con un sistema financiero que a menudo premia la burocracia sobre la audacia. Mientras, el mundo enfrenta una crisis demográfica: tasas de fertilidad por debajo de 2.1 hijos por mujer en países como Japón, China y EE. UU. amenazan los sistemas de pensiones y salud. En Colombia, aunque más joven, no estamos inmunes: nuestra población envejecerá, y sin un ‘dividendo demográfico’, necesitamos un modelo que no dependa solo de manos humanas.
Aquí entra el nuevo sistema financiero que este modelo exige. En 2008, mientras los bancos colapsaban, Satoshi Nakamoto publicó el manifiesto de Bitcoin, una moneda libre de bancos y gobiernos. Hoy, esa semilla ha crecido en stablecoins y la tokenización de activos, que convierten desde casas hasta acciones en tokens digitales accesibles. Este mercado, que ya vale 2.5 mil millones de dólares, podría alcanzar 10 billones para 2030. Es un sistema que elude a los zombis y restaura el mérito, permitiendo que cualquier colombiano con una idea y un celular participe en la economía global. Es el cimiento de un nuevo contrato social, uno que no pide permiso a los dinosaurios del pasado.
Pero no basta con tecnología y finanzas. La IA está cambiando lo que significa ser humano. Las máquinas ya superan a médicos en diagnósticos y a ingenieros en cálculos. En 2024, GPT-4 venció a especialistas en casos complejos el 20 % de las veces. Si las respuestas son de las máquinas, nuestro valor está en las preguntas. En Colombia, donde la educación a menudo premia la memorización, necesitamos un sistema que enseñe a crear, arriesgarse y explorar lo desconocido. Imagina un joven en Medellín o Bogotá no persiguiendo un título, sino construyendo un portafolio de proyectos que el mundo valore. Ese es el futuro: no empleados, sino creadores.
Este nuevo contrato social nos pone en una encrucijada. Un camino lleva a un mundo autoritario, donde la IA empodera a gobiernos que priorizan control sobre libertad. El sistema de crédito social chino, que vigila a 1.4 mil millones de personas, es una advertencia. El otro camino es una república tecnológica, desordenada, pero vibrante, donde la descentralización y la creatividad definen quiénes somos. Colombia, con su historia de resiliencia y su juventud, puede liderar este segundo camino, pero solo si dejamos de apuntalar zombis y abrazamos la destrucción creativa.
La apuesta de Paulson expuso la fragilidad de los bancos. El rescate de 2008 traicionó al capitalismo. Bitcoin señaló un nuevo comienzo. Hoy, en 2025, el mensaje es claro: la economía zombi está colapsando, y con ella, las reglas viejas. En su lugar, un modelo de producción basado en IA, un sistema financiero que premia la innovación y una educación que celebra las preguntas, están forjando un nuevo contrato social.
Colombia tiene la oportunidad de ser protagonista, pero debemos elegir: ¿seguiremos rescatando zombis o construiremos un futuro donde el mérito y la imaginación ganen? La respuesta no solo definirá nuestra economía, definirá quiénes somos.