Globalización
Inflación y exportaciones, algunas de las víctimas colaterales de la invasión de Ucrania
El conflicto en Europa del Este puso de manifiesto la alta dependencia de cereales importados que tiene Colombia, al tiempo que amenaza el crecimiento de exportaciones no tradicionales, como carne y leche en polvo. Ante un escenario de mayor carestía, así se preparan las empresas para enfrentar este nuevo orden mundial.
La harina de trigo, alimento esencial en la dieta de los colombianos, es hoy uno de los insumos más amenazados con la invasión de Rusia a Ucrania, pues estos dos países son responsables del 29 por ciento del comercio mundial de trigo. Aun cuando Colombia, que importa 99,8 por ciento del trigo que consume, no lo compra ni a Rusia ni a Ucrania (lo adquiere en Estados Unidos y Canadá), sí es vulnerable ante la subida en los precios internacionales de dicho cereal, que al cierre de esta edición estaba en su cotización más alta de los últimos 14 años. Eso hace prever una mayor carestía local del trigo y sus derivados, cuyos precios habían subido 19,05 por ciento anual en enero.
Firmas como Harinera del Valle no están preocupadas, ya que no importan de Rusia. En cuanto a Bimbo, tampoco prevén impactos en el corto plazo, pues tienen contratos futuros para compra de trigo, lo que les garantiza un precio. No obstante, admiten que entre más largo sea el conflicto se podrían esperar consecuencias en abastecimiento y precios en el segundo semestre.
Otro afectado con esta guerra es el maíz, del cual Rusia y Ucrania producen 19 por ciento de la oferta global. El maíz es clave para la alimentación humana y la animal, y, en particular, el levante de pollo y cerdo. Según Gonzalo Moreno, presidente de Fenavi, el impacto provocará un aumento de los precios internacionales.
¿Por qué no se siembra en el país?
En 1960, cuando nació la Federación Nacional de Cultivadores de Cereales (Fenalce), uno de los principales cultivos del país era el trigo, el cual se sembraba en la sabana de Bogotá, Boyacá y Nariño. Hoy ya no queda casi nada, y Henry Vanegas, presidente de Fenalce, lo atribuye a un programa de Estados Unidos que, en la década de los sesenta, empezó a donar trigo a países como Colombia, lo que con el tiempo causó una dependencia de la variedad norteamericana, la cual no se podía cultivar acá, pues requería climas más fríos.
“El trigo nacional es más pesado y se dejó para galletería y cuchucos”, explica, y agrega que algo similar ocurre con la cebada (de la cual Ucrania responde con 19 por ciento de la oferta global). La mayoría se importa para la cerveza.
El país no tiene hoy la capacidad para reemplazar importaciones. En el caso del maíz, se traen 6 millones de toneladas y se producen 1,8 millones; así se duplique el área sembrada, todavía habría que importar 4 millones de toneladas.
Pese a lo anterior, Vanegas advierte que el maíz y el trigo que están entrando siguen con precios preconflicto, pues se compran con contratos a futuro, así que en el corto plazo los comerciantes no deberían usar la guerra como excusa para cobrar más.
Ventas externas, en vilo
Pese a que Rusia es la undécima economía mundial y tiene un mercado de 146 millones de personas, los lazos comerciales con Colombia son pequeños (es el socio comercial número 33 del país). Las exportaciones hacia esa nación crecieron 35,6 por ciento el año pasado y totalizaron 139 millones de dólares. Quizás uno de los productos más promisorios hacia ese mercado es la carne de res en canal, de la cual se le vendieron 15.850 toneladas el año pasado por 63,9 millones de dólares, lo que convirtió a Rusia en el segundo mayor destino de la carne colombiana después de Egipto.
En 2021, a Rusia también se le vendieron 1.500 toneladas de lácteos (mantequilla y leche en polvo entera) por 5,1 millones. Según José Felix Lafaurie, presidente de Fedegán, desde que se desató el conflicto se han complicado las exportaciones debido a las sanciones de Occidente a Rusia, principalmente por las limitaciones a la plataforma que habilita el sistema de transferencias electrónicas para pagar la mercancía.
La empresa más afectada es la brasileña Minerva Foods, la cual llegó a Colombia en 2015 con la adquisición del frigorífico Red Cárnica, ubicado en Córdoba. Tan solo esta compañía exportó 15.000 toneladas de carne colombiana a Rusia el año pasado.
¿Y el dólar qué?
Contrario a lo que se podría esperar, el precio del dólar en Colombia no ha subido como consecuencia de la guerra en Ucrania. Es más, en lo que va de 2022 la moneda nacional se ha fortalecido casi 5 por ciento. Este comportamiento se podría explicar, en parte, por los altos precios del petróleo, que por causa del conflicto superan los 100 dólares por barril, lo cual favorece a países productores, como Colombia. Sin embargo, desde hace un tiempo el petróleo ha perdido su influencia en la tasa de cambio nacional, pues ya no se produce ni se exporta la misma cantidad de barriles que en 2013, cuando el dólar estaba por debajo de 2.000 pesos.
Asimismo, la lejanía geográfica y comercial con Europa del Este es responsable del bajo impacto cambiario del conflicto, y esto no solo aplica para la moneda colombiana, sino para casi todas las latinoamericanas. El real brasileño es el que más se ha apreciado en 2022 y luego va el peso colombiano. Los expertos, advierten que, por la incertidumbre electoral, el billete verde acá no bajaría tanto como en otros países del vecindario.
Igualmente, otro impacto financiero de la guerra estaría en los índices globales de inversión, que son los que les indican a los grandes fondos en dónde y en qué cantidades poner su dinero. Uno de ellos es el GBI-EM Global Diversified de JPMorgan. En él se hacen recomendaciones de inversión de mercados emergentes, y se especula que Rusia, que pesa 6,63 por ciento en dicho indicador, podría ser retirado o diluido.
Si ningún país lo reemplaza, se tendrían que volver a ajustar todas las participaciones, y, según cálculos de la comisionista Casa de Bolsa, Colombia aumentaría su peso de 3,97 a 4,34 por ciento, lo que equivale a un flujo de compra de activos colombianos de 929 millones de dólares (3,6 billones de pesos).
También las flores
Otro sector exportador pendiente del sistema de pagos internacionales ruso es el floricultor, que allí tiene un mercado importante para la celebración del Día de la Mujer. Augusto Solano, presidente del gremio, dice que esos envíos ya se hicieron y ahora el problema son los pagos, pues, además, muchos importadores rusos han pedido rebajas por la fuerte devaluación del rublo (este ha perdido más de 40 por ciento en lo que va de 2022). A los floricultores les preocupa por cuánto tiempo quedará afectado el mercado ruso, al que el año pasado le vendieron 25 millones de dólares y 3 millones a Ucrania.
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