Industria
En plena guerra contra el azúcar, Colombia se ubica como el mayor productor mundial de chupetas de dulce
Los dulces fabricados en el país se exportan a 90 países. Igualmente, Colombia se ha posicionado como gran proveedor de galletas. Las chupetas fabricadas acá se venden con marcas nacionales y con las de sus compradores internacionales.
La industria de alimentos es quizás una de las más dinámicas del país, pues está conformada por 43.000 empresas, de las cuales el 98% son micro y pequeñas y entre todas responden por la quinta parte de la producción manufacturera nacional. No solo abastecen el mercado local, sino que también exportan a más de 120 países. Sus ventas externas alcanzaron 6.937 millones de dólares el año pasado, 1.500 millones más que en 2021.
Estas cifras son de la Cámara de Alimentos de la Andi, la cual es dirigida por Camilo Montes, y reúne a las mayores compañías del sector. Si bien estas empresas tienen una demanda asegurada, pues las personas no dejan de comprar comida, cada vez más le apuestan a usar la tecnología para producir alimentos funcionales, con menos azúcares o menos grasas.
No obstante, en medio de la batalla global contra el azúcar, las firmas colombianas han logrado pisar fuerte en el mercado de la confitería. De hecho, el país es el mayor productor mundial de chupetas, que vende a 90 países con marca propia o con la marca de sus clientes y esto lo atribuye Montes a la buena producción doméstica de azúcar. Lo mismo ocurre con la chocolatería, que se vende a 60 mercados y que ya no necesita importar cacao para su producción, pues gracias a los procesos de sustitución de cultivos en zonas como Catatumbo, Magdalena Medio, Cauca y Tumaco, ha crecido la producción de cacao.
Los mayores productores de chocolate y confitería del país son Nutresa, Colombina, Casa Luker, Super de Alimentos, Comestibles Aldor, Golosinas Trululú, CI Dulces La Americana y Comestibles Ítalo.
Tendencias
Otro sector en el que sobresale Colombia es en la producción de galletería, que usa un insumo nacional como el aceite crudo de palma, pero también depende de uno importado: la harina de trigo. Sin embargo, hay grandes exportadores de galletas, un alimento que requiere una logística precisa, pues al ser livianas corren el riesgo de partirse antes de llegar a su destino. Las galletas colombianas se venden en el Caribe, Centroamérica y los países andinos.
Igualmente, el país exporta aceites, carnes y derivados lácteos. “Cada cadena de productos alimenticios es diferente, pero en promedio, 85 % de las materias primas son nacionales y en lácteos llega a 98 %. Sin embargo, lo que ocurre con la harina de trigo en galletería es una prueba de que es errado decir que exportar es bueno e importar malo, pues en el comercio exterior se necesitan las dos actividades”, explica Montes.
También agrega que la industria colombiana de alimentos es muy abierta al comercio internacional, pues prácticamente todos los productos entran con cero arancel, aunque hay algunas restricciones en materias primas como azúcar y lácteos.
Empleo y etiquetado
Las empresas dedicadas a la producción de alimentos emplean en el país a 446.000 personas, lo que implica que ya recuperaron los puestos de trabajo que tenían antes de pandemia. Sus productos se venden en 450.000 establecimientos de comercio; la mayoría, tiendas de barrio.
Aunque ha sido el sector más afectado por la inflación, ya están empezando a ver variaciones de precios menos marcadas y a incorporar la innovación para poder atender los nuevos retos regulatorios en temas como los contenidos de grasas, azúcares o sodio.
“Toda empresa que venda alimentos en el país debe atender 86 reglamentos técnicos, de los cuales 80 no tiene más de 5 años. Se está avanzando en temas como el etiquetado, que ya se ve en la mayoría de los productos con su primera versión que fueron los círculos, pero luego se estableció que debe ser en forma de octágono, con el argumento de que así se puede ofrecer más información al consumidor. Cumplir con estas exigencias ha sido un reto monumental para las empresas, que además deben poner una tabla nutricional más grande”, dice el directivo de la Andi.
También aclara que lo que debe venir de aquí en adelante son los sellos positivos de aquellos alimentos que tienen azúcares, sodio o grasas por dejo de los valores permitidos, así como declaraciones nutricionales que indiquen si el alimento es buena fuente de proteína o bueno para deportistas. La idea es que la transición para cumplir con todo este tipo de informaciones a los consumidores se complete en junio de 2024.
Este reto de los etiquetados cambia, además, en cada país, lo que hace que sea un desafío adicional para exportar a 120 mercados.
También deberán estar pendientes de la regulación de los ultraprocesados y trabajar en cómo hacer que los productos con menos azúcar o menos grasas cuesten lo mismo que sus versiones regulares.