Energía
Gas con oscuro panorama: reservas en caída, alta dependencia de importaciones y riesgo de racionamiento en 2026
Los pozos en los que se tienen cifradas las expectativas de producción de gas no estarían dando frutos en el corto plazo. Mientras tanto, aumenta la demanda, lo que lleva a necesitar más importación.

Cuando un colombiano llega al hogar y enciende la estufa para preparar los alimentos o requiere calentar el agua de la ducha en las zonas frías, pocas veces se detiene a pensar en el insumo principal que está detrás de esa posibilidad, que es parte de la calidad de vida. No es la plata, que, a su vez, le permite tener la despensa llena o al menos con las provisiones necesarias para preparar las comidas. Es el gas, combustible alrededor del cual hay un montón de circunstancias que amenazan, ya sea por no tenerlo disponible en el mediano plazo o tenerlo, pero más caro.

¿Todo bajo control?
Aunque desde tiempo atrás tanto los gremios del sector como algunos expertos en el tema energético vienen advirtiendo sobre un déficit de gas y la dramática reducción de las reservas para el abastecimiento esencial, que es el de los hogares, desde el Gobierno, como director de orquesta de la política pública en materia de servicios públicos, los mensajes siguen sonando a ‘todo está bajo control’.
Con la confirmación del potencial que hay en el pozo Sirius, ubicado costa afuera en el Caribe, proyecto que adelanta la empresa estatal Ecopetrol con la compañía brasileña Petrobras, se avivaron esperanzas, pero con ese gas solo se podría contar hasta después de 2030, y eso si se facilita el camino para que evolucionen las 116 consultas previas que se deben cumplir con las comunidades indígenas y afrodescendientes antes de la construcción del gasoducto.
#Economía | Naturgas dice que inversión en gas para 2025 será de US$1.100 millones, pero sigue riesgo de déficit de 20 % para 2026.https://t.co/kx4lHRkkxw
— Revista Semana (@RevistaSemana) September 2, 2025
Como el asunto con el gas no es menor, porque, en los últimos 13 años, las reservas han bajado en un 64 por ciento, a tal punto que solo quedan para unos seis años, la alternativa ha sido importar. Es más, ya se trae de fuera el 17,6 por ciento de la demanda. Y eso sin que haya fenómeno de El Niño, que es el que lleva a prender las térmicas a todo vapor para generar energía con otra fuente distinta a la del agua, que escasea cuando se presentan esos eventos climáticos. Allí la demanda de gas sube en comparación con el promedio del consumo nacional.
El déficit de gas, que en el Gobierno no es aceptado del todo, alcanzaría a ser del 20 por ciento de las necesidades en 2026 si no se agrega ninguna molécula en este tiempo, según cálculos de Luz Stella Murgas, presidenta del gremio Naturgás. Ella, además, estima que el faltante subiría al 26 por ciento en 2027 y al 50 por ciento en 2029.

Sigue rondando el fantasma del racionamiento
El fantasma de un racionamiento no estaría descartado, puesto que, si se llegara a juntar el tamaño del déficit actual con un fenómeno de El Niño, apague y vámonos.
Según cálculos de Sergio Cabrales, Ph. D. y académico de la Universidad de los Andes, en tal escenario simplemente no habría capacidad para suministrar gas. “Tendríamos que entrar en un racionamiento (de luz o de gas), pues, si no se entrega gas a las térmicas, no habría electricidad. Para evitarlo, sería necesario destinar el gas a la generación de energía y racionar su consumo entre los usuarios”.
Amenaza para los precios
La importación en aumento implicará incrementar el precio de la factura, pues el gas importado es tres veces más caro que el producido internamente, señalan los expertos. Y la alternativa de traerlo de Venezuela, que no se ha podido materializar en una década, tampoco se ve ahora en el horizonte, pese a que el ministro de Minas, Edwin Palma, quien ha realizado varias visitas al vecino país, dijo recientemente que tiene la expectativa de traer la primera molécula desde el otro lado de la frontera antes de que termine el año.
Al respecto, la misma presidenta de la Junta Directiva de Ecopetrol, Mónica de Greiff, confirmó hace poco que tal opción no sería posible, debido a la sanción que la OFAC (Oficina de Control de Activos Extranjeros de Estados Unidos) le tiene a Venezuela, lo que impide que haga negociaciones con otros países.

No obstante, aun si se levantara esa restricción, Cabrales afirma que el estado de la infraestructura para transportar el gas de la nación fronteriza hacia Colombia es tan lamentable que requeriría años para reconstruirla, sin contar con las grandes inversiones que demandaría. El gas que podría venir de Venezuela no está tan a la vuelta de la esquina. “Se ubica al otro lado de la frontera, en la parte de arriba del golfo de Venezuela”, dijo el experto.
Traerlo implicaría hacer adecuaciones complejas. “El gasoducto Antonio Ricaurte está destruido. Tienen que hacer un paso por el golfo, lo que se llama perforación dirigida. Las estaciones fueron vandalizadas; hay pedazos de tubos para el transporte que no existen”, aseguró.
Inversionistas se han ido
En el pasado, Colombia tenía varias empresas extranjeras buscando gas en el territorio nacional, pero casi todas se han ido ante las dificultades en los trámites para seguir explorando y produciendo, y frente a la incertidumbre con las decisiones del Gobierno en materia de hidrocarburos. “No hay inversión. BP, Chevron y ConocoPhillips ya se fueron de Colombia”, recordó Cabrales.
La compañía Oxy, con su filial Anadarko, también tenía una alianza con la empresa colombiana para adelantar el proyecto Komodo, pero las persistentes exigencias para la licencia ambiental llevaron a los inversionistas a considerar inviable continuar, de manera que en 2026 no habrá perforación allí para obtener gas.
Otro pedazo del rompecabezas con esta fuente energética en el país es el del control de la producción: en un 80 por ciento está en manos de Ecopetrol y Hocol, ambas empresas estatales. Y si hay avances, luego del acuerdo de confidencialidad suscrito entre la estatal colombiana y la compañía canadiense Canacol, lo que sería un paso inicial para una posible adquisición por parte de Ecopetrol, significaría el control desde lo público de casi el 95 por ciento de la producción. De producirse esa transacción, no cambiaría para nada la disponibilidad de gas, pues ya Canacol opera en Colombia. En cambio, según el académico, se impactaría la competencia. “El precio nacional lo pondría Ecopetrol, que quedaría como amo y señor en el mercado”.
En medio de todo este panorama, la realidad es que el gas en Colombia se agota. Los contratos existentes, que son los que están produciendo, en su mayoría se vencen en noviembre y no se ofertó para 2025.
Son 11,6 millones de hogares conectados
Los afectados, de no cambiar el rumbo para que el gas siga estando disponible en el país, son todos los colombianos, pues la demanda del combustible ha aumentado de manera exponencial, y, además, detrás de ello hay una historia de evolución social. Hace 20 años, tener ese servicio en casa era un privilegio de 3,6 millones de hogares conectados directamente a la red de distribución. Ahora, el beneficio alcanza a 11,6 millones de un total de 15 millones. “En promedio, más de 400.000 hogares se conectan cada año. Ya el 74 por ciento de los colombianos utilizamos gas, una fuente energética más amigable con el medioambiente”, agregó Cabrales.

Ojo, industrias migran a fuentes más contaminantes
Las que están incrementando el consumo no son las industrias, que, por el contrario, desafortunadamente están migrando a fuentes más contaminantes, como el carbón o el diésel, ante un costo más alto del gas importado. Son las familias que fueron involucradas en una masificación de su uso desde mediados de los ochenta. “El problema ahora es que no hay gas, después de que se buscó masificarlo en los hogares en reemplazo de la leña o el carbón, que afectan la salud humana. Se cambiaron las industrias a gas; los vehículos también, para más eficiencia y menos afectación ambiental. Veníamos haciendo la tarea como país desde hace 45 años, y todo ese avance ahora está amenazado”, manifestó Cabrales.
Por todo ello, con el gas, ni por un momento, se puede bajar la guardia.