Movilidad
El mototaxismo está descontrolado y se toma las grandes capitales. ¿No hay solución?
Colombia vive una segunda generación del mototaxismo, fenómeno que crece en capitales como Bogotá. Informalidad laboral y facilidades para comprar moto, entre las razones.
Gonzalo tiene 39 años, vive en Bosa, en el sur de Bogotá, y, como él mismo asegura, “nunca le ha tenido miedo al trabajo”, más si lo que hace es prestar un servicio y llevar comida a su casa. Ha tenido muchos empleos formales e informales y hasta hace un año se dedicaba a la supervisión de guardas de seguridad.
“Un día, sin embargo, me puse a hacer cuentas y noté que en una jornada muy buena me hacía máximo 50.000 pesos y eso es insuficiente para todos los gastos que tengo. Un amigo me habló de la posibilidad de trabajar como mototaxista con las aplicaciones que ofrecen ese servicio. Lo intenté, me gustó y ahora puedo hacerme más de 2 millones de pesos al mes y trabajo a mi ritmo”, comenta.
Doris tiene la misma edad, un empleo estable y vive en el norte de Bogotá. Es usuaria de las aplicaciones de transporte y aunque en el pasado, cuando veía las noticias sobre el rampante mototaxismo en la costa Atlántica, no se imaginaba que ella también usaría ese servicio, ahora no se baja de la moto. Allí las carreras no solo son mucho más baratas que en taxi o carro particular, sino que son más rápidas, incluso tomando las vías con mayor congestión o en horas pico.
Gonzalo y Doris son las dos caras de la moneda del mototaxismo, un fenómeno que se les salió de control a las autoridades y que cada vez se extiende más por el país. Inicialmente estaba en regiones con transporte público insuficiente, pero poco a poco fue pasando de ciudades intermedias a unas más grandes y ahora se toma las capitales. Incluso, se estima que en Sincelejo el 60 por ciento de los viajes se hacen en mototaxis y es una práctica tan normalizada que hasta se usa para el transporte escolar.
Detrás de este incontrolable y peligroso fenómeno está la elevada informalidad laboral del país. De hecho, Luis Ángel Guzmán, profesor del Departamento de Ingeniería Civil y Ambiental de la Universidad de los Andes, dice que algunos estudios han estimado que 40 por ciento de la población activa de Sincelejo depende del mototaxismo. Igualmente, Cartagena y Barranquilla presentan cifras elevadas en este indicador, y aunque algunas investigaciones en las ciudades de la costa, donde este problema es más evidente, muestran que quienes se dedican a esta actividad quisieran dejarla si encontraran un empleo formal, también se topan con la realidad y es que ser mototaxista es mucho más rentable que otras actividades.
Justamente, Gonzalo no se arrepiente de haber cambiado un trabajo con seguridad social por el mototaxi, pues dice que ahora con lo que gana paga su salud y le queda más plata e, incluso, si tiene gastos extras empieza a trabajar más temprano. Algunos días comienza su jornada a las 3 a. m. para llevar gente a Corabastos, la plaza mayorista más grande del país que desde esa hora abre sus puertas. Su único problema son los días de lluvia.
Agrega que prefirió el mototaxi a trabajar como domiciliario, pues se gana más, aunque también tiene mayores riesgos. El principal es que mientras a los domiciliarios no los para la Policía, a los mototaxistas sí y la inmovilización de la moto sale muy costosa.
No obstante, Gonzalo y aplicaciones como Picap, que ofrecen este servicio, señalan que son las mujeres las principales usuarias. Por eso, cuando los para la Policía la estrategia es sencilla y consiste en decir que se conocen. “Algunas clientas lo abrazan a uno para dar la idea de que somos pareja, pero hay otras que se asustan y dicen la verdad”, se lamenta, mientras Doris asegura que a ella, hasta ahora, no le ha tocado ningún retén y que se siente tranquila con los mototaxistas que pide por aplicación. Ante las dudas por la higiene al compartir un casco entre todos los usuarios, siempre carga una pañoleta para amarrar en su cabeza.
Precisamente, el profesor Guzmán recuerda una anécdota que ocurrió en Montería entre 2013 o 2014 cuando se registró una epidemia de piojos por los cascos compartidos, pero una de las características del transporte informal es que se adapta rápido a las condiciones del mercado, y, para no perder clientes, los mototaxistas empezaron a llevar bolsas plásticas para que los usuarios protegieran su cabeza.
Crece y crece
En la aplicación Picap, que ofrece este servicio en varias ciudades del país, confirman que este año han tenido un crecimiento de más del 55 por ciento frente a 2022, al tiempo que una de sus colegas, Didi, que ya ofrecía el servicio de transporte en carros particulares, desde este año empezó con el servicio de motos.
Eso se evidencia en la capital del país, donde cada vez es más común ver a motociclistas rodando con un casco en el brazo mientras buscan pasajeros. Incluso fuera de varias estaciones de Transmilenio (como la de la foto) algunos mototaxistas se han organizado para recoger pasajeros que hacen fila para ser transportados en trayectos cortos.
Ricardo Montezuma, experto en movilidad y director de la Fundación Ciudad Humana, dice que el fenómeno del mototaxismo tiene un poco más de 20 años en el país y está muy relacionado con el boom del crecimiento de la motocicleta. Dice que la diferencia de Bogotá con ciudades como las de la costa, Cali, Pasto, Buenaventura, Quibdó, Tumaco, San Andrés o Leticia es que en ellas está más normalizado y es abierto, mientras que en la capital aún tiene un halo de clandestinidad. No obstante, la aparición de las aplicaciones simplificó el acceso a este servicio, y lo volvió más discreto además de facilitar el pago con medios digitales.
“Estamos viviendo la segunda generación del mototaxismo, que está creciendo en las ciudades grandes, donde además suelen confundirse con los miles de domiciliarios que inundan las calles”, explica y agrega que esto también se evidencia en el menor número de pasajeros movilizados en el transporte público de las 22 principales ciudades y áreas metropolitanas que mide el Dane. En el segundo trimestre de 2023 fueron movilizados 743 millones de pasajeros, 20,8 por ciento menos de los registrados en el mismo lapso de 2019. La mayor caída la registra Sincelejo, que en el año antes de la pandemia movilizaba 823.000 pasajeros y ahora no tiene registros, le sigue Montería con una caída de 73 por ciento.
En Bogotá, la merma de pasajeros frente a 2019 es de 18,5 por ciento, y Montezuma opina que este fenómeno apenas está conquistando a la capital y a la Sabana. “Bogotá es el mercado más grande para todo, pero en motos, aunque tiene unas 550.000, que es el número más alto del país, en términos per cápita es pequeño para la cantidad de habitantes, lo que implica que hay mucho espacio para crecer”, advierte y señala que el problema está en que tanto el Ejecutivo como el Legislativo se han hecho los de la vista gorda con el mototaxismo y dejaron que el tema sea resuelto por los municipios, que a su vez han intentado prohibir los parrilleros o aumentar los retenes, pero lamentablemente es un fenómeno que se institucionalizó en muchas ciudades y sigue funcionando muy en detrimento de los proyectos de transporte público.
Un alto riesgo
Cifras de Fasecolda indican que en los últimos años se han atendido más de 700.00 personas por lesiones derivadas de accidentes de tránsito que generan pagos con cargo al SOAT y que se aproximan a un monto promedio de 2 billones de pesos anuales. Del total de víctimas de esos accidentes, al menos en el 88 por ciento de los casos estuvo una motocicleta involucrada y, además, la mayor parte de las víctimas han sido jóvenes entre 18 y 29 años. A julio de 2023 se han registrado en el Sistema de Información de Reporte de Atenciones en Salud (SIRAS), por parte de los prestadores del servicio, más de 613.000 víctimas de accidentes de tránsito, 5,7 por ciento más que un año atrás.
El profesor Guzmán no duda en calificar como una pandemia la cantidad de motociclistas muertos en accidentes viales en el país. “En 2022 fueron 5.000, en un avión que se accidenta mueren 200, entonces, es como si cayeran 25 aviones al año. Si los aviones se accidentaran con esa frecuencia uno duda en subirse o no, pero al parecer esas dudas no las tienen quienes usan los mototaxis”, comenta y añade que también está el impacto ambiental, pues las motos contaminan más que un Transmilenio, dado que transportan máximo dos personas mientras que los buses rojos movilizan 150, además, no tienen sistema de control de emisiones y el licenciamiento de pases para motos es mucho más laxo que para los carros. “Es un drama, pero a ningún político parece importarle”, deplora.
Doris dice ser consciente de los riesgos y que su estrategia es tenerse duro del mototaxista y asegurarse bien el casco. Gonzalo admite que no le molesta que las pasajeras lo cojan para no perder el equilibrio, pero como sabe que a muchas no les gusta, siempre lleva un morral para que se agarren de él.