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De la economía naranja a la economía plateada: así envejece Colombia
En 2035 habrá más colombianos mayores de 60 años que jóvenes entre cero y 14 años. Esta situación se anticipará para 2026 en Caldas y Tolima, y para el Valle del Cauca en 2028. ¿Cuáles son las implicaciones de este cambio poblacional para la economía y la sociedad?
A Colombia ya le están saliendo canas. Una parte importante de su población está envejeciendo, y cada año llegan a los hogares menos niños y más mascotas. El país tendrá en 2035 más adultos mayores de 60 años que niños entre cero y 14 años.
La economía naranja está muy bien y tiene mucho futuro, pero desde ya es necesario ir pensando en negocios y oferta para la economía plateada, la que está dedicada a los mayores de 60 años.
En departamentos como Caldas y Tolima, tal situación se presentará a partir del año 2026; en Quindío este quiebre de tendencia ocurrirá en 2027, y en Valle del Cauca, en 2028. En otras palabras, el cambio demográfico está a la vuelta de la esquina.
Bogotá llegará a ese punto en el año 2049 lo mismo que Antioquia. Estas regiones no es que hayan encontrado el elixir de la eterna juventud; solo que se benefician de los millones de migrantes venezolanos que llegaron en los últimos años para ‘rejuvenecer’ el promedio de la población.
Tendencias
En este caso, uno de los datos más interesantes del Dane es que el año pasado 10,5 por ciento de las madres gestantes del país ya eran venezolanas, frente al 0,2 por ciento en 2017.
Según los analistas, es posible que continúe la llegada de venezolanos, aun cuando es poco probable que en las mismas proporciones de años anteriores. “Es más, muchos piensan traer al resto de la familia”, dijo Ariel Ávila, subdirector de la Fundación Paz y Reconciliación.
¿Qué significa todo esto? Que el sector privado y el Gobierno tendrán que revaluar o reorientar buena parte de sus políticas de producción y desarrollo para satisfacer las nuevas necesidades de una Colombia abuela.
Los expertos llaman a este envejecimiento del país el fin del bono demográfico y el comienzo de una nueva era denominada impuesto demográfico, etapa en la que entraron hace décadas Europa occidental, Japón y Corea del Sur, entre otros.
Además, el fin del bono demográfico en Colombia significa que en 2035 la población en edad de trabajar, de 14 a 59 años, no crecerá a la misma velocidad como lo hizo en el siglo XX.
En 1950, el 43 por ciento de la población tenía menos de 15 años; para 2018 esa tasa había bajado a 24 por ciento, y la proyección en 2070 es que por cada 100 colombianos solo 16 tendrán 15 años o menos.
En economía callejera esto se traducirá en menos sitios de rumba para jóvenes, y también aulas de colegios y universidades más vacías.
Por tanto, se producirá un mayor gasto en salud y un aumento anual en el déficit pensional, que se aproxima a los 40 billones de pesos para el caso del régimen de prima media.
En este frente, el presidente de Asofondos, Santiago Montenegro, dijo hace unas semanas que en Colombia existe una relación de tan solo cinco trabajadores activos por cada adulto mayor, cifra que caerá a dos hacia 2050 y a uno a final de siglo.
“La llamada ‘solidaridad intergeneracional’ no existe, ya no puede existir. Cuando los jóvenes de hoy sean adultos mayores, no habrá jóvenes suficientes para pagarles sus pensiones”, anticipó.
Hace 10 o 15 años, algunos españoles solían decir que los migrantes ecuatorianos o latinos les iban a terminar pagando las pensiones.
Para los que creen que la migración venezolana podría salvar la ecuación pensional en Colombia, se necesita que el Estado les garantice primero la salud y la educación; de esta manera, serán más productivos y retornarán ese esfuerzo con más gasto, inversión, aportes a la seguridad social e impuestos.
Lo que parece seguro es que las canas le saldrán algo caras a Colombia, al menos, por ahora.
“La clave está en las transiciones demográficas. Colombia aumentó la población de manera importante hace 50 o 60 años cuando llegaron las medicinas y las vacunas, lo que produjo una reducción en la mortalidad infantil y generó un aumento de la gente joven”, explicó Juan Carlos Echeverry, exministro de Hacienda.
Para este economista, esa ola de vigor juvenil aumentó la fuerza laboral del país, lo que mejoró el gasto y los recaudos de IVA, renta y otros impuestos. También fue posible ampliar las contribuciones a salud y pensiones en un periodo que también se caracterizó por la acumulación del ahorro.
Lo que ahora se ve es todo lo contrario. Esta transición demográfica es costosa y causa muchos desequilibrios macroeconómicos, señaló Echeverry, porque hay menos fuerza laboral entrando al mercado, situación que impacta una fuente clave de crecimiento económico.
Ese hueco poblacional preocupa mucho a los economistas desde que comenzó este siglo debido a que está acompañado de una oleada de pesimismo a escala global.
A nivel regional es muy notorio. Además, es preciso decir que los servicios demandados por los hijos son cada vez más costosos.
Cuando la mayoría de la población vivía en el campo, ellos eran percibidos como activos o fuente de trabajo y capital; ahora, en las ciudades la gran mayoría de familias hacen malabares para pagar los colegios y otros gastos. En las ciudades los hijos son vistos más como pasivos.
En medio de uno de los peores paros de la historia, una pandemia sin precedentes –con cerca de 107.000 muertos en el país– y una ola de malestar y pesimismo, Dinero analiza los indicadores más importantes de natalidad, mortalidad, fenómenos migratorios y la expectativa de vida.
¿Cuántos seremos?
Los censos de población siempre tienen un sesgo o un margen de error propio de la metodología o las estadísticas. No es una ciencia exacta.
Sin embargo, el Dane viene afinando sus procesos a fin de acercarse de la realidad. Para este año, la entidad proyecta una población total en Colombia de 51.049.498.
Este número seguirá creciendo hasta el año 2064 cuando completará 63.197.004 habitantes. De ahí en adelante, comenzará, según el Dane, a declinar la población poco a poco.
Una de las explicaciones para esta tendencia a la baja es la tasa bruta de natalidad, que viene decreciendo desde hace décadas. En 1985 nacían 27,3 bebés por cada 100.000 habitantes, un dato que para este año ya ha caído a 15,1 bebés; para 2035 estará en 11,7 niños, y en 2050, en 10 nacimientos.
“Vemos que Bogotá, Antioquia, Valle y Cundinamarca tienen una disminución muy marcada en las tasas de fecundidad”, advirtió Oviedo.
Las familias deciden concebir menos hijos por múltiples razones. En 2005 una mujer en Colombia en edad fértil traía, en promedio, 2,34 bebés; en 2018 la tasa bajó a 1,9 niños, y para 2035 se prevé que llegue a 1,64 nacidos vivos.
A la par con estas estadísticas, la esperanza de vida se incrementó. En 2005 era de 72,98 años; el año pasado ya iba en 76,46 años, y para 2050 se estima en 79,22 años.
En resumen, en junio de 2021 son 51.049.498 habitantes; cerca de 2 millones, venezolanos que emigraron al país en los últimos años. “Si no hubiéramos recibido esa población, habríamos tardado tres o cuatro años más en llegar a los 50 millones que se registraron en junio de 2020”, dijo el Dane.
Además, cada año nacen menos bebés en Colombia. En 2017 llegaron al mundo 656.707, y el año pasado, 619.504.
Entre 2019 y 2020 en Bogotá, el número de nacimientos cayó un 6,8 por ciento, y en Antioquia, un departamento que en los siglos XIX y XX se caracterizó por familias numerosas, también viene bajando la cantidad de niños, aunque a una menor velocidad que en la capital. Estas estadísticas son las que mira una empresa a la hora de invertir en un país.
La población es fundamental, pues le da escala a la economía. Después de México, Colombia es la nación de habla hispana más poblada del mundo; tiene más gente que España y Argentina, así que los empresarios siempre verán ese tipo de variable.
Cardiacos y sin esperanza
El año pasado fallecieron en Colombia 296.800 personas, un 24 por ciento más que en 2019. Como es apenas predecible, la covid-19 desbancó a las enfermedades isquémicas del corazón como la principal causa de muerte natural en 2020.
De ese total, el coronavirus mató a 50.000 colombianos el año pasado, mientras que a junio de este año este virus ya había cobrado la vida de alrededor de 107.000 personas.
A la sombra de esta catástrofe humana, hay otra situación poco documentada y con menos titulares de prensa: las muertes por infarto.
Para Víctor Castillo, presidente de la Fundación Cardiovascular de Bucaramanga, durante el último año se presentó un aumento cercano a 20 por ciento en muertes asociadas a enfermedades del corazón.
“Vemos una mayor incidencia debido a que las camas hospitalarias están copadas por pacientes con covid, al miedo de los pacientes que siguen tratamientos del corazón a contagiarse en los hospitales, al estrés derivado de la misma pandemia, y a un mayor sedentarismo y consumo de alimentos”, explicó el directivo.
Claramente, el corazón de los colombianos falla cada vez más; mientras la covid-19 mató a unas 50.000 personas el año pasado, 39.000 perdieron la vida por la salud del corazón. Otro fenómeno social agudizado en plena pandemia es el crecimiento de casos de suicidios.
Las cifras registran un preocupante aumento. En el cuarto trimestre de 2018 se presentaron, en promedio, 1,79 suicidios por cada 100.000 habitantes; en el mismo periodo de 2019, se elevó a 1,92 casos, y el año pasado ya llegaba a 2,04 suicidios.
Sin embargo, la cifra que más preocupa es la que se presenta entre la población de 90 a 99 años, un segmento con una incidencia de 6,22 casos por 100.000 habitantes.
¿Empoderamiento femenino?
La menor tasa de natalidad de un país también refleja cambios culturales profundos.
Cada vez más mujeres acceden –aunque a una velocidad que no es la ideal– al mercado laboral y a una mejor preparación académica.Las estadísticas demuestran que entre más grado de escolaridad tienen las mujeres es menor la tasa de fecundidad o aplazan hasta los 30 años el primer hijo.
Las mujeres con posgrado tienden a tener su primer hijo a los 31,4 años, mientras que las que solo tienen grado preescolar o ninguno, a los 25,4 años. La jefatura de los hogares en Colombia también está en proceso de relevo.
En 2005, el 30 por ciento de la jefatura del hogar era femenina, pero en 2018 alcanzó el 40,7 por ciento. Eso no significa que tengan más poder en la sociedad, pues casi siempre, en estos casos, la mujer es la única cabeza de hogar, aseguró Oviedo.
Ellas deben cargar con la responsabilidad de más hogares, lo que reduce las posibilidades de acceso al mercado laboral formal. Una mayor educación y el empoderamiento femenino contribuirán a mejorar esta situación. Muy atado al poder de la mujer en la sociedad está la transformación del perfil de la familia colombiana.
En agosto de 2020, el Dane divulgó que 18 por ciento de los hogares en Colombia eran unipersonales, es decir, había 2,6 millones compuestos por un solo integrante.
Esta tendencia va en aumento y está vinculada con un mayor interés por las mascotas. Solo para citar un ejemplo: el Grupo Familia reportó crecimientos en ventas de alimentos para mascotas de 50 por ciento en 2020, mientras que caen sustancialmente las ventas de pañales para niños.
Según la tendencia, los parques se seguirán llenando de perros y abuelos en detrimento de los niños. Wilson López, científico social y profesor de la Universidad Javeriana, señaló que hay muchas parejas en Colombia que posponen o cancelan la procreación, en buena medida, por la confusión, ansiedad e incertidumbre originada por la pandemia.
Para el experto, la juventud que sale a protestar se caracteriza por su fatalismo y desesperanza. López indicó que no hay señales de las élites económicas para solucionar los efectos del calentamiento global o la pandemia, y así es muy difícil que las parejas quieran tener hijos.
La protesta de los dos últimos meses se caracteriza por una combinación entre furia y necesidad de esperanza. “Temo que algunos de estos jóvenes terminen en la violencia, el suicidio o las drogas”, advirtió.
López habla de la desesperanza inducida que analizó e investigó Martin Seligman en 1967 y que aplica para nuestros días.
El lema de otros jóvenes pasa de querer ser padres a ‘no me importa nada’. Está claro que la pandemia creó un choque negativo adicional. “También es probable que estemos viendo una caída en la creación de nuevas parejas, lo cual puede reflejarse en menor natalidad. Asimismo, el estrés asociado a la situación actual puede estar contribuyendo a una reducción en la actividad sexual y a una caída en la fertilidad”, afirmó Hernando Zuleta, economista y profesor de la Universidad de los Andes.
El desinterés y la decepción social también llevan a buscar nuevas oportunidades en otros países. Desloges, una firma asesora que ayuda a familias colombianas a emigrar a Canadá, reportó un incremento de doble dígito en el último año en solicitudes de consultoría.
Las dinámicas de la población son fundamentales para definir el rumbo económico y social de una nación. China implementó una política de un hijo por familia y fue una catástrofe, según Juan Carlos Echeverry.
El economista habló de la necesidad de incubar una Colombia que pueda crear más riqueza e ingresos, aun cuando los habitantes no crezcan como en el siglo XX.
El quid es contar con una población educada, bien alimentada y con salud.
El Gobierno y las empresas deben escuchar el consejo de Otto von Bismarck: “La política es el arte de oír a los caballos de la historia desde lejos”. En economía es lo mismo, remató Echeverry.