MÚSICA

Rubiel Pinillo y Carlos Elliot Jr. crean juntos 'El ‘blues’ de la parranda'

El encuentro entre un veterano de la parranda paisa y un músico de blues ha producido un repertorio novedoso que enriquece a ambos géneros.

Juan Carlos Garay
15 de junio de 2019
Esta fusión no propone un ingrediente por encima del otro. Rubiel Pinillo y Carlos Elliot Jr. se influencian mutuamente, y el equilibrio se siente en sus guitarras.

Hace cinco años, la revista especializada American Blues Scene destacó entre las nuevas figuras de la música del Misisipi a un colombiano: Carlos Elliot Jr., guitarrista nacido en Pereira que se había ido en peregrinación al sur de los Estados Unidos, conoció a músicos locales y grabó con ellos un par de discos que se consideran vitales en la nueva escena del blues.

¿Cómo describir su sonido? En primer lugar, no tiene la lentitud con la que suele asociarse al blues. Las frases son cortas y rápidas, la música avanza como si diera pequeños saltos y la impresión general recuerda esa descripción que hiciera el cronista Ted Gioia del legendario músico John Lee Hooker: “Cautivó por fresco y moderno sin dejar de ser primario, más viejo que las montañas”.

Pero la historia tiene un giro inesperado, porque Carlos Elliot volvió a su tierra y descubrió, casi por casualidad, que el ritmo que había estado fraguando se parecía mucho al de la música parrandera de la zona cafetera. En la vereda de La Florida (a media hora de Pereira, bordeando el río Otún al norte) conoció a la agrupación Los Parranderos de La Florida, dirigida por el guitarrista y cantante Rubiel Pinillo. El sonido de Rubiel pertenece a otra tradición inmemorial: la música picaresca, impetuosa como una eterna primavera, que se oye en las montañas colombianas.

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En diciembre hay la costumbre de la música parrandera, la fiesta y la juerga”, recuerda Carlos. “Ahí siempre ha estado don Rubiel tocando en el billar de la esquina, en el bar del amigo, en el café del otro. En un par de ocasiones me uní a su grupo, empezamos a compartir y surgió una admiración de parte y parte”.

El equilibrio que se siente entre las guitarras eléctrica y acústica revela un proceso más estudiado, casi antropológico, en lo concerniente a la composición y la grabación.

Las dos expresiones exploraron su nexo con mucho detalle, durante casi seis meses, en un estudio de grabación. El resultado se puede apreciar en El blues de la parranda, un libro-disco que, además de las diez canciones, trae una colección de textos sobre las coincidencias en las culturas del Otún y el Misisipi. El trabajo entre Carlos y Rubiel parece haber partido de los elementos rítmicos, pero rápidamente se expande hacia lo armónico: basta con escuchar el solo de guitarra eléctrica de Los secretos de Misael, la pieza que abre el álbum, para entender la originalidad del proyecto.

Hay otras canciones deslumbrantes: Los adagios agrega a una letra de dichos campesinos una interpretación cercana al rock. Y la amalgama se siente aún más natural en El llamado de los monkeys, que casi presagia un género nuevo.

Uno podría encontrar en la historia de este disco un antecedente ilustre, y es Continental Drifter, el álbum que grabó el cantante de blues Charlie Musselwhite con músicos cubanos. Allí la intención era aprovechar los puntos en común que existían con la guajira, el son montuno y otros géneros campesinos de la isla. No obstante, Musselwhite hablaba de una “sazón cubana”, algo que no pasaba de ser un condimento agregado, fugaz a pesar de su sabrosura.

En El blues de la parranda no hay un ingrediente que sazone a otro, sino una influencia mutua. El equilibrio que se siente entre las guitarras eléctrica y acústica revela un proceso más estudiado, casi antropológico, en lo concerniente a la composición y la grabación. Carlos Elliot remata con este pensamiento: “El espíritu del ‘blues’ es muy parecido al de la música parrandera porque es música rural bailable. Por ahí nace la inspiración”.

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